La vida nos sorprende cada día, con ese sol que hace brillar nuestro interior, con esa lluvia que te da otra perspectiva y refresca nuestros pensamientos, con las ocurrencias de los que se encuentran a nuestro alrededor, con las vicisitudes de la familia, y también con el dolor inesperado y al que nunca nos acostumbraremos pese a que está siempre presente en sus múltiples variantes. Un dolor que nos hace madurar y admirar todo lo que antes pasaba inadvertido, en ese vaivén en el que nos movemos por mera casualidad. Azarosa vida que muestra que el camino no es recto.

          Los tropezones de la vida no se producen con la misma intensidad en todos los seres humanos pues aunque el camino siempre y en todo caso es espinoso, no se encuentran los mismos obstáculos. Unos tropiezan de una vez, otros lo hacen a menudo y, los menos, en esporádica ocasión. Y la fortaleza de cada persona es distinta, para sobreponerse y avanzar o encontrar muchos problemas al levantarse. Cada uno con su propia cruz.

         Por ello mismo, este post no es más que una alabanza y admiración hacia quien encontrándose en ese trayecto de tropezones variados, a cual más doloroso, se levanta y sigue. Verle superar las adversidades y rebelarse contra los desaguisados que nos brinda la vida para sostener que nada va a poder con ella, aunque lo diga con lágrimas de profundo sentimiento, no deja de sorprenderme gratamente para admirar su frenética lucha.

         Un ejemplo que dice mucho de su persona. Pasando de nuevo por la adversidad, grita con tesón que, a pesar de todo, la vida es bella. Únicamente hay que mirar ese infinito que muestra lo maravilloso del querer. Verle caminar de esta forma es difícil que no de alas a los que nos sobrecogemos con los infortunios.