El momento de la jubilación

             En estos días veo a muchos y queridos amigos que llegan al momento de la jubilación. Atrás quedan años de trabajo, trienios reconocidos, y resultados laborales que prontamente quedarán diluidos por este mundo que avanza sin enterarse siquiera de los humildes seres humanos que han brindado lo mejor que tenían y  contribuido incansablemente a que el progreso fuera realidad. Personas que parecían imprescindibles para que el ajetreo cotidiano pudiera seguir su curso, y que sin embargo se apartan en silencio del camino sin producir distorsión. Grandes personas que llenaban nuestra vida y que en momentos de altibajos estaban ahí para hacernos sobreponer y conseguir objetivos comunes o de la organización en la que juntamente nos integramos.

              Afrontan así una nueva etapa que puede estar llena, y así lo espero, de lo mejor, por aquello de que será momento de cumplir otros retos, deseos o perspectivas que se veían impedidos por la dichosa exigencia laboral. Momento que puede ser especialmente placentero si se ha conseguido planificar con la atención que precisa. Pero estos acontecimientos que viven y que diviso desde la barrera, fijándome en los detalles que se suceden, me lleva a recapacitar sobre lo difícil que puede resultar afrontar esos instantes, máxime si son muchos los años en que se han compartido tareas y trato con casi los mismos compañeros.

                Efectivamente, tras muchos años de despertador y de quebraderos de cabeza por ese problema que parecía irresolubles, los afectados empiezan a escuchar alrededor los mensajes de compañeros y amigos que advierten de lo bien que se va a estar cuando se deje de estar sometido a la disciplina laboral. Ves en ellos cómo muestran la faceta más positiva, y en la cara de los protagonistas se aprecia la felicidad pensando en esa aventura que prontamente afrontarán; pero como la cabeza da muchas vueltas adviertes en estas mismas personas otros momentos donde se advierte una cierta seriedad, una cierta ausencia, por aquello de que aun pensando lo bonito que puede ser no tener jefe ni compromiso de trabajo, esto es igual que cuando empiezas las ansiadas vacaciones, se presenta una cierta complicación si se piensa cómo puede ser el día a día cuando eso sea de continuo y empiece a quedar tu cabeza despejada de problemas laborales. A lo mejor…no es como se espera, y aquí está el dilema, sabedores como son de que en este camino no hay vuelta atrás.

             Avanzan los días, y conforme se acerca la fecha de jubilación, compruebas que empiezan a repasar los efectos personales que han ido acumulando en ese diminuto o gran espacio físico que ha sido el cobijo mientras trabajábamos. Alguna lágrima intempestiva recorre la cara porque se mira el pasado que brindan los documentos y objetos. Van dándose algunos de ellos a los compañeros más allegados y, mientras tanto, algo parece que revolotea por el interior del afectado. Crece ese hormigueo interno cuando explicas a otro los trabajos no culminados y dónde dejas los objetos o utensilios de trabajo. Vas borrando, en su caso, los ficheros más personales que pudieras tener en el ordenador.

             Llega el día de la jubilación y empiezan a despedirte. Un momento que se ve de gran dureza psíquica para el que lo protagoniza que, con risa forzada, deja ver lo bien que se lo va a pasar, y los planes cercanos que piensa cumplir. Como si se fuera a comer el mundo. Dejan atrás “su sitio”, que como la cama de un hospital será prontamente ocupada por otra persona, pero ves que realmente están viviendo unos momentos como si estuvieran en una nube. Esa mirada última al lugar de trabajo se me antoja bastante complicada. Incluso acercarse a despedir a los que más se quiere puede resultar imposible, y prefieres no hacerlo en este momento. Se creían fuertes pero al final, por mucho que se quiera, se les ve alejarse con una cierta desazón.

           Unos tendrán el reconocimiento en esa sonora comida, programada «con todo el cariño del mundo» por los compañeros que acudirán al evento; unos con total agrado y otros por puro compromiso. El acto está lleno por entero de abrazos y saludos, tanto de los que quieren y sienten el momento, como de los que con protocolaria actuación te desean lo mejor, a pesar de haber vividos momentos donde no tenían compasión alguna. preparando_la_gubilacion_como-organizar_el_tiempo_tras_la_jubilacionLos discursos llegan a extremos inusitados, con pomposas dicciones de lo grande que es el homenajeado y lo bueno que le espera. Los regalos abundan, y puedo comprobar cómo hasta para esto existe negocio; en una página de internet advierto que para actos de jubilación el mejor regalo es hacer una «biografía a medida para recuerdos únicos». Curiosamente parece un sinsentido pero  casi siempre aparece un reloj, como si en el futuro le fuera a importar mucho el momento en que se vive; vamos, un amuleto. En las copas del después habrá quien aproveche para seguir contando aventuras y, si el que baja del barco ocupa uno de los puestos codiciados,  enterarse del afortunado que lo sustituya  y las injusticias que se cometen por no haber pensado en nosotros.

           Otros, en cambio, se irán con el bullicio propio de la salida del trabajo en cualquier día, y se encontrarán al momento en la nueva vida de relax con el silencio de esos compañeros que te permitían compartir las cosas que sucedían en la vida. Un «adiós, te deseamos lo mejor», sin más.

           Suele ocurrir que unos y otros hagan promesa de volver de vez en cuando al centro de trabajo para así atender el requerimiento que hacen los que ahora dicen entristecerse por la marcha. Y así lo cumplen durante un tiempo, hasta que puedan advertir que su presencia se produce en momentos no oportunos.  Incluso el devenir de los acontecimientos les hará observar que en el lugar de trabajo van cambiando las personas y cada vez encuentras nuevas caras que ya no te brindan tanta sensación de felicidad. Poco a poco van desapareciendo definitivamente de este entorno.

          Ves que se afanan en la familia y en cumplir caprichos y deseos que antes te podían resultar difíciles de cumplir. Cada vez se está más dependiente de este círculo, y cuando piensan en la vida laboral, es difícil que no vuelvan a sentir la felicidad que producía ese instante de tomar café con los compañeros o cuando se debatía con la noticia del momento, o las celebraciones conjuntas que tan buenos recuerdos traen. Con terceros hablan ya como los que cuentan las historias de la mili.

Reflexiones-incómodas-sobre-la-jubilación

          Puede que esos momentos sean un tanto diferentes a lo que cuento porque no lo estoy haciendo en primera persona. Hago un tanto de visionario por lo que puedo apreciar con los ya bastantes compañeros a los que he visto terminar su vida laboral. Con todo, se me antoja que esas palabras que a veces decimos con pasión para referirnos a las ganas que tenemos de jubilarnos, cuando llegue el momento no será tan fácil si no hemos tenido la preocupación de ir preparándonos para que cruzar la barrera sea lo más plácidamente posible. Y así lo deseo para esos amigos que han inspirado mi reflexión y que saben que los llevo en el corazón.

 

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