Momento de vacaciones

            Llega el período estival por antonomasia que es deseado por todos para olvidar la rutina y descansar de cara a afrontar otro año laboral con la mochila llena de fuerza vital. Tan deseado que creo merece una reflexión para no caer en la tentación de que “no hacer nada” sea  lo más conveniente para nuestra mente y organismo. Puede resultar sumamente aburrido seguir el consejo de Robert Orben cuando dictamina que «las vacaciones consisten en no tener nada que hacer y disponer de todo el día para hacerlo«, porque como también señala David Brenner, «no es la cantidad de tiempo que pasas en un lugar lo que lo hace memorable; es la forma en la que pases el tiempo».

            Efectivamente, es un placer disponer de unos días para dar rienda suelta a nuestra libertad y olvidar ese entorno laboral que nos obliga a permanecer en alerta continua. Ahora se flexibiliza esta tensión y podemos seguir nuestra intuición sin quedar sometidos al dictado de nuestro superior o para cumplir un objetivo laboral que tenemos establecido.

           Salvo ese tipo de personas para las que el centro de trabajo o la actividad laboral se convierte en el aliciente que les da fortaleza y vida, por aquello de que los vacíos personales son tantos que no hay más situación placentera que la de estar vivo en el trabajo y así verse inmerso en relaciones que de otro modo no se tienen, para el resto de mortales, los más normalitos, disponer de días de asueto personal es algo más que una satisfacción, es una necesidad que se acoge con entusiasmo.

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            Pero ahora me voy a permitir reflexionar sobre lo que “parece ser” son las vacaciones, y lo que a mi modesto entender creo que “deben ser” las mismas. Un mero repaso para situarnos en el lado que más placenteramente nos apetezca.

Se dice que en las vacaciones debe apagarse el móvil y olvidarse de tablets, ipad y otros mecanismos tecnológicos similares.  Puede ser cierto y conveniente pero entiendo que no debería hacerse con esa drástica fijación. El móvil debe quedar como medio de comunicación. A veces, desconectar por entero supone que quedemos incomunicados haciendo tremendamente difícil que se nos pueda localizar por los familiares en un momento puntual de acuciante necesidad. Los otros medios deben servir igualmente para mantenernos un tanto conectados con lo que nos produzca distracción y para facilitar nuestros movimientos por los lugares deseados. Todo en su justa medida, diría yo.

Se insinúa que las vacaciones es el período ideal para pasarse tumbado en un sofá, en la cama, en la playa o donde sea pero en posición horizontal. Habrá quien se vea satisfecho con ese tipo de vagancia vacacional, pero quizás lo importante sea aprovechar el tiempo para moverse disfrutando del aire libre, del camino, corriendo o moviéndose en bicicleta, por citar alguna de las muchas posibilidades. La pereza produce cansancio, y el estar todo el día “amodorrado” no debe ser un objetivo para liberar la mente.

Momento de levantarse más tarde. Bueno, dicho así parece que se quiere eliminar esa presión del despertador que nos obliga a saltar de la cama y que hace mantener una somnolencia deseada, pero realmente parece una equivocación tremenda restar horas al disfrute de la vida activa, paseando por calles o participando en actividades lúdicas. La cama puede esperar y, si acaso, es momento de aprovechar para una buena siesta. Ahora es momento de explorar, porque el universo está lleno de maravillas y cosas mágicas.

Olvida la televisión. También parece acertado cuando se trata de dedicarle excesiva atención, pero no debe tomarse al pie de la letra pues, a veces, conocer lo que pasa en el mundo no viene nada mal. Otra cosa es ponerse delante del televisor para seguir viendo los programas basura que nos caldean la cabeza, o para mantener viva nuestra pasión por la política y sus protagonistas. Mejor relativizar las decisiones a adoptar.

Utilizar ropa cómoda para sentirse realmente bien. Parece algo elemental pues el propio ambiente que vivamos en un período vacacional nos hará aconsejable esta decisión. Pero nunca porque consideremos que obligatoriamente hay que hacerlo, sino porque realmente eso sea lo que nos apetezca para sentirnos bien.

Disfrutar de la comida y especialmente del aperitivo. También parece algo razonable pero con ese esmerado entorno que nos permite conversar con la familia o los amigos. Comer bien, con grata compañía, hablando de las maravillas de la vida, es algo que levanta el espíritu.

Aprovecha el tiempo para cuantas más cosas puedas ver y hacer mejor. Es otro dicho que puede encerrar una equivocación. No hay que correr o sentirse estresado por completar un programa diseñado en exceso, pues lo importante es ver y hacer lo que se pueda, sin presión. Se trata de disfrutar, no de batir un récord olímpico.

Desconecta del trabajo. Es clave para gozar de las vacaciones. Pero no seamos ilusos, pues cuesta olvidar lo que nos ha mantenido tensos durante mucho tiempo y, sobre todo, en los preludios de las vacaciones. Se trata de mantener distraída la mente con otras cuestiones y facilitar esa desconexión. Buscar el entretenimiento y no quedarse pensando en las musarañas porque así va a resultar difícil desconectar.

La importancia de los temas de conversación. A veces incurrimos en el error de buscar la compañía de los que permanentemente viven la actividad laboral con nosotros y, claro está, parece inevitable que surjan continuas referencias al trabajo. Me parece que las decisiones drásticas no tienen que tomarse. Se habla de cuanto se quiera pero siempre que nos permita sentirnos relajados. Si algún tema nos tensiona hay que huir de ello.

Alejarse de la gente tóxica. Fundamental. Aquellos que nos estresan y producen malestar deben estar lejos de nosotros. Y si esto es una regla básica para el día a día, con mayor énfasis hay que exigirlo para los períodos vacacionales. Lejos de este tipo de personas.

             En definitiva, creo que el período vacacional pasa por relajar nuestra mente pero no para limpiarla por completo. Un punto medio es lo aconsejable, sobre todo si no queremos pasarlo mal hasta que pueda conseguirse ese estado absoluto de aislamiento y que, cuando pudiera llegar, nos encontraríamos con la desagradable sorpresa de volver a la actividad cotidiana, con el síndrome postvacacional que agravaría nuestro estado de ansiedad. Como venía a decir Walter Scott, «descansar demasiado es oxidarse».

            Dicho todo esto, adelante con lo positivo del descanso vacacional. Y recordad que si se vuelve a casa tan feliz como al irse, realmente es que han sido unas buenas vacaciones. Que así sea.

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