Aprender a decir «no»

        Salvo esos iracundos personajes que tienen la negación en su propia cara, parece que lo normal será que el ser humano se mueva con la grandeza de dejarse llevar por el “si” a cualquier favor que se le pida. Ocurre que, en esa actitud, lo que podía considerarse como un aspecto positivo en el engranaje de la educación y buena convivencia, a veces es un elemento tan negativo como perturbador para favorecer las relaciones. Como se suele decir, se da la mano y te cogen el brazo.

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       Porque el inconformismo lleva a dar pasos para subir esa escalera que supone el egoísmo. Creemos que asentimos con la predisposición de favorecer todo cuanto se te pide y realmente estamos perjudicando a quien no dará valor al reconocimiento que supondría esta concesión.

        Es por ello que importa muy mucho actuar en consecuencia a lo que debe concederse y lo que debe negarse. No se ganan amigos porque sí, pues para ello debe existir algo más que el aprovecharse de quien favorece todas las pretensiones.

La trampa de la amabilidad es no saber decir «no» a tiempo

        Hago hincapié en algunas cuestiones referidas a la conveniencia de decir “no” cuando proceda:

  1. Por inteligencia emocional.

          Este concepto, popularizado por el psicólogo estadounidense Daniel Coleman, habla de la inteligencia (habilidad) de las personas para manejar los sentimientos. Si la cesión a una petición hay que considerarla como respetuosa y coherente cuando se produce de forma esporádica, en el caso de las demandas hechas de continuo, algunas contraviniendo incluso nuestros valores y principios, aconsejan utilizar el cerebro para, con el respeto y justificación procedente, denegar lo pedido. No debe importarnos esta actuación pues, a buen seguro que nos da valor y prestancia personal.

El amor propio se fortalece cuando aprende a decir más veces que «no»

  1. Por salud.

      El abuso ya se sabe que es la constante que preside quien chupa de la teta y sigue obteniendo premio a su insistencia. Mantener un tono de prestación absoluta a cuantos nos van comiendo el terreno requiriendo la presencia y la actuación, desembocará con el tiempo en un estado de salubridad sumamente negativo, producto y consecuencia del estrés y estado de ansiedad que iremos acumulando.

  1. Por organización.

      ¿Cuántas horas perdemos en el trabajo por atender a los compañeros que no se esfuerzan por sí mismos y requieren la presencia de otros casi de forma permanente? Nos acostumbramos a mantener reuniones interminables que, en una gran mayoría, son infructíferas, carentes de sentido, pero que parece que con ello se es más productivo, más importante. Aprender a gestionar el tiempo es bueno también para nuestra organización personal y profesional.

      Decir “si” a todo en el trabajo supone que pierdas la perspectiva del tiempo. Las personas se acostumbran fácilmente a este modo de actuar y esperarán que se esté disponible continuamente, restando tiempo al que merece tu propio trabajo o tus necesidades.

Aprender a decir «no» con frecuencia es la única manera de enfocarte en tu prioridad y ver resultados (Mariela Dabbah)

  1. Para favorecer la motivación de los demás.

       Sí, parece que es una perogrullada lo dicho pero tiene su lógica. Quien recibe un “no”, debidamente justificado, seguro que si tiene amor propio insistirá en su ego interno para sacar fuerzas de flaqueza y conseguir por sí mismo realizar lo que pretendía de nosotros. Estamos entendiendo que el “no” está lejos de ser una decisión irracional, sino dicha por quien puede perfectamente justificar su postura. Y a buen entendedor…

     5. Por sentido de responsabilidad.

       En las estructuras organizativas donde los superiores se supeditan a la elección democrática de los administrados, es frecuente que se produzca la perversa actuación de querer contentar a todos con el frecuente uso del «si». A veces se postulan meras promesas aun sabiendo de la imposibilidad de cumplirlas, pero con el artificioso camino del engaño premeditado para demorar una y otra vez la resolución. Un juego tan frecuente como valedor de unos dirigentes que no merecen el respeto y consideración debida. Pues el «no» adquiere su grandeza cuando el receptor recibe una respuesta tan coherente como justificada como para admirar al que hace un uso racional del poder que tiene. Se colocan a los gobernantes para que cuide del bien común y general, y no para convertirlos en servidores de nuestra exclusiva voluntad.

Querer agradar a todos es meterse en una espiral que lleva al desgaste 

        De cuanto antecede sacamos clara una conclusión. Se trata, en definitiva, de que nadie controle tu voluntad y principios, preservando la capacidad de decisión. De tu prestancia depende la propia confianza que inspires a los demás.

6 comentarios en “Aprender a decir «no»

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