Un alto en el camino: estancia en el Monasterio de Silos

He venido observando por los relatos de personas que muestran sus experiencias en las redes sociales, de características muy diversas ―escritores, directivos, famosos o simplemente personas anónimas que transitan por la vida―, cómo se retiran en estancias cortas a hospederías de monasterios y conventos para descansar en un ámbito de paz y austeridad. Una experiencia que se me antojaba como relevante y hasta cierto punto necesaria para limpiar el interior y proseguir el camino, y encontrar unos momentos propicios para afilar el lápiz que se veía impedido de continuar escribiendo. Fray Luis de León, un hombre de religión, pero también un hombre de letras y convencido humanista, ya decía en el siglo XVI: ¡qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido!

Todos estamos necesitados de momentos de reflexión y encuentro, para encontrar paz interior. Y no son cuestiones de locura o de desvío mental sino de circunstancias variopintas que suceden en la vida y hacen quedar un poco fuera de juego. En su momento César, Cicerón y Plinio vaticinaban la conveniencia del recessus, la acción de retirarse a un lugar solitario para meditar. Con sentido más cristiano, San Ambrosio anunciaba que cuando estamos en un retiro se acallan las voces del mundo y se recoge uno en sí mismo para, entonces, en esa soledad, sentirse y gozar de la cercanía de Dios.

Para mí ha sido ahora cuando me ha parecido el momento oportuno realizar este recessus, y lo cumplo acudiendo a la hospedería del Monasterio de Silos, situado en el pequeño pueblo de Santo Domingo de Silos, en la provincia de Burgos (Castilla y León, España). Con esta entrada quiero cubrir un relato que muestra mi experiencia.

Por lo pronto decir que cualquier retiro de este tipo no supone en modo alguno que se trate de llevar una estancia que te secuestre y aparte del mundo. En el largo trecho de monasterios y conventos que existen, la propuesta de retiro posibilita que se pueda salir, si se desea, para visitar los alrededores o hacer senderismo que permita un mejor despeje mental, ya sean huertas propias, rutas por campos o sierras y montes que en todos sitios abundan; amén de encontrarse dentro de los recintos unas construcciones monumentales dignas de resaltar para poder verlas con detalle, con esos paseos al abrigo de claustros soberbios; y se dispone de una habitación con baño, acorde con el lugar, incluyendo comidas sencillas pero preparadas con todo el cariño.

La exigencia que se impone lo es un tanto lógica, limitada a no infringir las reglas que tienen establecidas los monjes: respetar los horarios de cierres desde las 22 horas a las 6 de la mañana; puntualidad en las comidas, en algunos casos compartiéndolas con los religiosos; y mantener la norma benedictina, en el caso que me ocupa, con el silencio como regla, aclarándose que esto ya no es con la tremenda que pudiera hacerse de antaño; como ellos mismos vaticinan, no se trata de ser mudos sino hablar poco, lo imprescindible. En fin, la estancia no puede durar más de ocho días. Su esencia la marca la página web de la orden benedictina (https://www.abadiadesilos.es), señalando que no puede considerarse un punto de partida para hacer turismo, ni un restaurante. Ya sabemos pues que estar aquí debe suponer un mayor compromiso o necesidad personal, y buena prueba de ello es que también se brindan a que se pueda hablar con algún monje para sentirse escuchado sobre lo que pudiera acuciar la mente del hospedado, no faltando el consejo que pueda ayudarlo. Claro que si no quieres, no puedes hacerlo, ni tan siquiera saludar a los monjes, y lo asumen como propio de su identidad contemplativa.

En definitiva, retirarse a pasar una estancia en el Monasterio de Silos facilita la paz y relajación de pensamiento de los hospedados. En cuanto a los posibles beneficiarios hay que decir que, igualmente, experimenta una cierta flexibilización pues si bien el hecho de estar limitado a los hombres puede ser concebido hoy en día como un signo claro de discriminación, no solo se admiten a personas deseosas de un retiro espiritual en el sentido estricto de lo que significa, sino también a quienes precisen paz y respeten las normas básicas establecidas, circunstancia que aprovechan muchos artistas u otros interesados para facilitar ese ansiado poder de concentración, independientemente de sus creencias. En fin, la participación en las liturgias no es obligatoria y los hospedados pueden libremente decidir si acuden a ellas.

La vida en el Monasterio de Silos comienza temprano. A las 05:45 escucharás las primeras campanas llamando al colectivo monje para iniciar las oraciones de Vigilias, para proseguir durante el día con las Laudes, Tercia y Eucaristía, Sexta, Nona, Vísperas y Completas (21:35). Un programa completo para quien quiera seguirlo en las oraciones y misas. Por lo demás, en el Monasterio es relevante la paz que se respira por doquier; no busques ruidos porque no los encuentras, solo sonidos de campanas o algún fenómeno natural como el viento o el revoloteo de algún pájaro que otro. Esta es la oferta de los monjes y quienes vienen buscándolo no salen defraudados.

Una peculiaridad propia del lugar. Si algo caracteriza a este Monasterio es, precisamente, escuchar los cantos gregorianos en las distintas oraciones por los aproximadamente 30 monjes benedictinos que integran la abadía. Preciso es decir que, aunque el gregoriano viene de bastantes siglos atrás, la fama popular de los cantos de este Monasterio se produce cuando en los años noventa los benedictinos se convirtieron en número 1 de los superventas en Estados Unidos. Como quien no quiere la cosa. Aunque no es realmente este el objetivo que persiguen, sino seguir la consigna que dijera San Pablo de cantar a Dios con el corazón. Pues bien, esto se puede escuchar a diario en los distintos oficios religiosos, y un aliciente lo suficientemente grande como para que puedan acudir cuantas personas quieran porque la fe no es requisito fundamental para escucharlos. Con la acústica de piedra que evoca el pasado, y el remanso del órgano como esencia musical de fondo, recibir este suave canto te sobrecoge de manera especial. Son realmente himnos de paz, universales por tanto.

La paz de los benedictinos puedes encontrarla en su propia manera de proceder, asumiendo la paciencia para completar sus actos. Son totalmente contrarios al agobio. Lo cual no significa que no sean activos porque no paran de trabajar. Ora et labora (la oración y el trabajo) son los pilares que sustentan la vida monástica benedictina, considerándolos como medios privilegiados para encontrarse con Dios. Hay quien ha dicho que el gran secreto benedictino es la paciencia proverbial, como una lección difícil de aprender porque sólo la poseen los hombres con esperanza.

Pero quiero ahora contaros algo más de la interioridad del Monasterio, en lo que atañe a su construcción. Nada más apropiado que empezar diciendo que aunque existen algunos rastros que pudieran hacer ver la antigüedad que pudiera existir incluso desde época visigoda, sí constituyen datos fidedignos los que denotan que la vida monástica comenzó aquí con la reconquista castellana, en el siglo IX, en forma de granjas monástico-familiares. El conjunto arquitectónico se compone realmente de dos monasterios yuxtapuestos en torno a dos claustros –uno es medieval y otro clásico barroco-, la iglesia y la zona de las celdas, que fuera restaurada en los años setenta tras producirse un incendio.

El centro nuclear del Monasterio lo es el claustro románico, cuya simetría me ha entusiasmado y al que he dedicado buenos ratos de paseo y regocijo para mi mente. Una belleza especial. Consta de planta cuadrada irregular de esbeltas arquerías sobre columnas pareadas; y dos niveles que corresponden a épocas distintas: el inferior data del siglo XI y el superior del siglo XII. Puede resaltarse la calidad en arte y simbolismo de los 64 capiteles del nivel bajo, con una colección delirante de encestados, zarcillos, acantos, sirenas, arpías, grifos, leones, centauros, dragones y aves fabulosas. Una de las mayores originalidades lo constituyen los ocho grandes relieves o estaciones que adornan las esquinas.

Qué podríamos decir de ese enorme ciprés que se sitúa en el interior del patio. Tan popular como para que muchos lleguen a este lugar deseosos de ver su tamaño. Fue plantado por los monjes franceses restauradores del cenobio en 1882, cuando ajardinaron el claustro. Ya podemos advertir su edad (139 años) y supervivencia por cuanto según se me dice fueron cuatro los ejemplares que se plantaron, uno en cada esquina, y solamente este ha sobrevivido, situado en la zona con más luz.

Parte de su fama se debe al poeta Gerardo Diego, que vino a este lugar en el verano de 1924, y que contemplando esta belleza natural, le hizo recapacitar en su celda y escribir el soneto que hoy ya es una referencia en todos los tratados que se hacen de poesía española.

No es este el único árbol al que destacar, porque justo a la entrada de la hospedería se encuentra una impresionante secuoya gigante, que bien podríamos decir que tiene una edad muy parecida a la del ciprés.

La actual iglesia de la abadía de Silos es una construcción neoclásica, de gran sobriedad, construida en el mismo emplazamiento que tenía el anterior templo románico, parte del primitivo monasterio medieval.

El monasterio también alberga una botica fundada en 1705, un museo en el que se exhiben interesantes piezas del medievo y una biblioteca que suma más de doscientos mil volúmenes, muchos de un valor incalculable.

Cubierta mi estancia y saboreado ese prodigioso silencio y paz que se respira, vuelvo con las pilas cargadas y feliz por la experiencia adquirida. Puedo entender ahora cómo el encuentro con otros hospedados me hacían sorprender por los años y años que llevan repitiendo la estancia. Sin duda es recomendable.

2 comentarios en “Un alto en el camino: estancia en el Monasterio de Silos

  1. Manuel Cuenca Ruiz

    Amigo Chano: Nos conocimos en el Monasterio de Silos en la semana de Navidad y allí empezó nuestra amistad.
    Compartimos mesa y durante las comidas fuimos poco a poco abriéndonos, casi en canal, tú, otros compañeros y yo. Hablábamos de todo. De nuestras vidas, profesiones, gustos, aficiones, familias, etc. No olvido las risas. Los cafés y los vinos,
    Esta estancia mía allí, si mis recuerdos no fallan, fue la 12ª o 13ª,
    Debo reconocer que la descripción que haces de ese lugar no se me hubiera ocurrido nunca.
    Es PERFECTA bajo mi punto de vista. EMINENS CUM LAUDE es mi nota, Felicidades¡¡¡
    Me ha costado unos días escribir todo esto, porque están muy cerca los recuerdos de los días pasados allí en tu compañía y la de otros.
    He tenido siempre la gran suerte de encontrarme con personas extraordinarias. Puedes contarte entre ellas. Dios quiera que nos volvamos ver y esta amistad sea duradera y sincera,
    Abrazos,

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    1. Amigo Manolo, agradecido por tu comentario. Sin duda han sido días de paz, tranquilidad y de encuentro con personas que no pasan desapercibidas. Tanto como para ver que ese lugar es mágico, y que buscando serenidad encuentras a cosas y gente que solo pueden ser puestas por ese que día a día ves y oras. Sin dejar de pedir y aburrir al Santísimo, compruebas que te da mas, eso que ayuda a seguir el camino de la vida. Seguro que nos volvemos a encontrar para reír y llorar si nos apetece, pero juntos para que todo sea más llevadero. El retiro ayuda. Un fuerte abrazo.

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