El tiempo pasa inexorablemente para las personas y también para el patrimonio generado por las mismas, aunque estos últimos tengan una longevidad mayor. Con todo, el deterioro se produce y corresponde a los presentes restaurar o rehabilitar esos espacios grandiosos dejados por los que se fueron, máxime cuando los tiempos actuales dan paso a otro tipo de arquitectura que para nada guarda correspondencia con esas obras de arte donde lo manual y artesanal se unía a la obra para producír verdaderas maravillas que nos asombran con el deleite que supone observarlas.
En mi querida ciudad de Badajoz, Extremadura (España), he podido apreciar cómo se remozan edificios conventuales con las dificultades propias de la escasa economía que poseen las órdenes religiosas que las ocupan o por el abandono en que se veían inmersos los dejados de ocupar por religiosos y que ahora son propiedad de entidades públicas. Bien es verdad que no todos han podido cubrir sus necesidades de adecentamiento y adecuación, muy a pesar de lo artístico y emblemático que se deja perder sin las necesarias ayudas de instituciones que deberían mirar más a lo que representan como arquitectura histórica que a la religiosidad que muchos quieren obviar por eso de que con sumo orgullo enarbolan la bandera de la democracia española como un Estado aconfesional.
El caso es que con la lentitud que denota la escasez económica de unos y otros, algunas restauraciones o rehabilitaciones se van produciendo, contando para ello no solo con el dinero necesario para emprenderlas sino también con el buen hacer de profesionales que unen a su formación el entusiasmo personal para estudiar en profundidad la historia y el estado original que tuvieron y que ahora se desea recuperar en la medida de lo posible. Tan importante es hacer como creer en lo que se hace, disposición encomiable para sobresalir en los resultados.
Entre las últimas recuperaciones y adecentamientos se encuentra el convento de las Descalzas, de cuyo proyecto se hace responsable el arquitecto Francisco Hipólito Ojalvo, que une a su profesión la de ser profesor universitario, y en cuyo historial se encuentran varias intervenciones en edificios Patrimonio de la Humanidad UNESCO, en bienes de Interés Cultural con la categoría de Monumento y en inmuebles inventariados con nivel de protección A. En sus más recientes resultados profesionales se encuentran la restauración del grandioso Real Convento de Santa Ana (https://elblogdechano.com/2016/12/01/badajoz-y-sus-plazas-de-san-agustin-y-santa-ana/), y el Edificio Metálico que como antiguo mercado de abastos luce en la actualidad como paraninfo en el campus de la Universidad de Extremadura en Badajoz (https://elblogdechano.com/2018/10/28/la-arquitectura-metalica-sobrevive/). Este último proyecto fue seleccionado por el Ministerio de Cultura como ejemplo de reutilización del Patrimonio Industrial en el bienio 2017-2018.

La rehabilitación del Convento de las Descalzas (que recibe el nombre de Convento de Ntra. Sra. de la Merced) no ha sido pacífica, como ocurre cada vez que se mueve algo que intenta alterar lo preexistente, por aquello de que los ciudadanos estaban acostumbrados a ver meras muestras de adecentamiento visual de la fachada pero sin seguir protocolo alguno para conseguir devolver la imagen que pudiera tener en su estado originario. De hecho, algún parón que otro ha tenido el proyecto ahora completado por aquello de que muchos se fijaron en algún que otro adorno aposentado en sus paredes exteriores que fueron colocados en su momento por capricho de familias pudientes que sufragaban el coste de mantenimiento conventual, con antojos que no contaban con el beneplácito de las monjas clarisas, como así lo ha venido a probar un documento ultimado en 1945, certificando que en la fachada de la iglesia se colocó “sin permiso de las monjas” un retablo de azulejos, un tejadillo y una reja de forja, y que ahora no han reparado en ser proclives a su eliminación.
Con la minuciosidad que representa el estudio de los antecedentes, el arquitecto responsable ha defendido el retorno de todo cuanto pudiera hacerse con respecto a su estado originario, y ello ha supuesto que se elimine el tejadillo que cubría el altar de azulejos de la Virgen de la Amargura y la eliminación del enrejado de esta misma capilla, al constituir cuerpos añadidos que desvirtuaban la unidad arquitectónica original. En defensa de esta alteración se ha señalado que la reja constituía un aparato formal que se encontraba descontextualizado, propio de la influencia de Andalucía, en un edificio que no es regionalista. El tejadillo, por otra parte, presentaba un riesgo estructural en tanto que las catas realizadas hacían ver que detrás había un vano carente de suficiente anclaje.
Por otro lado, no ha dejado de ser un detalle el mantener en un extremo del edificio, el resto de lo que puede considerarse el tintado originario que presentaba.

Fuera de esta polémica, el proyecto ejecutado ha pretendido retirar todos los elementos añadidos con el paso de los años a la fachada. Entre ellos, cajas de registro de semáforos, cables, cámaras de tráfico y proyectores, manteniéndose otros elementos añadidos que no fueron originarios pero que suponen un reconocimiento artístico de relevancia, cuales son los azulejos realizados y ofrendados en 1945 por el ceramista y escultor Pedro Navia (extremeño de nacimiento pero afincado en Sevilla), del Cristo de la Espina y de la Virgen de la Amargura.


No ha resultado posible dejar, y así habrá que lamentarlo, el pórtico de entrada como realmente es en su amplitud. Las monjas clarisas no han tenido interés alguno en mayores reformas ni tampoco posibilidades económicas para sufragar el coste añadido que supondría dejar a la luz una de las columnas que comprende el pórtico y que se encuentra cubierta por el contrafuerte hecho al edificio en su momento. Al final, descubierta su existencia, ha vuelto a quedar oculta para servir de mero comentario a cuantos aprecien que existe una diferencia entre los laterales de ese frontal, traído a este lugar desde la primitiva apertura del convento en 1674 tras su paso inicial por la residencia que tuvieran las monjas clarisas en el edificio ubicado en el que fuera concebido posteriormente como Hospital San Sebastián.

Fue el rico hacendado e influyente personaje del Badajoz de la época, Sebastián Montero de Espinosa, quien hiciera una permuta de la edificación originaria del convento con las casas que poseía cerca del entonces existente Convento de San Onofre, cuya adaptación al conventual duró hasta 1700, con el apoyo del insigne prelado Marín de Rodezno, sobradamente reconocido en la ciudad por haber realizado también la remodelación de la Plaza Alta.
La desamortización hizo que las clarisas franciscanas fueran expulsadas del recinto en 1870, refugiándose en el vecino Real Monasterio de Santa Ana. Hasta que en 1874 fuera recuperado por el obispo Fernando Ramírez y el patrono del convento, Conde de la Torre del Fresno, eso sí en lo que quedaba ya pues en sus tres quintas partes de su espacio había sido subastado. Tras las obras acometidas en los tres años siguientes, vuelven las monjas a esta casa donde se mantienen en la actualidad.
Exteriormente el edificio es de construcción sencilla, sostenido por contrafuertes, rematado con adornos de triglifos y metopas y con una torre-campanario.

Destaca la portada clasicista, labrada en cantería, formada por un arco de medio punto entre columnas clásicas sobre pódium rematados por pináculos y frontón triangular con los escudos de la Orden franciscana. Dispone también de otra portada, más moderna, construida en su momento para facilitar el acceso de la Hermandad del Cristo de la Amargura en su estación penitencial.


En definitiva, una recuperación que se hacía necesaria y que se une a otros espacios recientemente ultimados, como la restauración y rehabilitación producida de la Iglesia de Santa Catalina para dedicarla a espacio cultural. Quedan pendientes de resolución otros espacios históricamente concebidos como conventos, como el que inicialmente está previsto que complete el antiguo de San Agustín, que albergará a la Escuela de Artes y Oficios.
Hay que felicitarse por estas recuperaciones que sirven para mejoría del patrimonio histórico existente en la ciudad, además de reflejo de la labor de profesionales que, con seguridad, quedarán labrados sus nombres en la historia arquitectónica de Badajoz.
Florencio, me a gustado mucho lo poco que se puede ver pero la explicación de Luciano ha sido como si hubiera estado viéndolo todo, gracias por estos detalles sobre todo a los Pacenses que aunque vivimos fuera, no somos menos de nuestra querida patria chica que los que estáis ahí, saludos
Me gustaLe gusta a 1 persona
Agradezco tus palabras. Mi deseo es que podáis compartir todos estos cambios en la ciudad y tengáis siempre presentes en el recuerdo las vivencias tenidas de antaño. Un fuerte abrazo
Me gustaMe gusta