Para gustos no hay nada escrito y cada cuál tiene sus propias inquietudes y pareceres. El cine es, para esto, fuente de diversidades para un público variopinto. Aunque lo que está claro es que el cine transmite valores que atañen al ser humano en general. Se convierte así en cultura popular, arte y espectáculo, y no son pocas las reflexiones pedagógicas que se originan en las aulas para interpretar y deducir el mensaje que pudiera estar implícito en el rodaje de que se trate. Y su incidencia en el espectador de cara a trasladarlo a la vida cotidiana que mantenga.
En mi caso no soy un cinéfilo de los que guste cualquier tipo de proyección o temática. Más bien suelo ser un tanto exquisito en lo que me haga sentir a gusto. Necesito que el tema que sirve de narrativa a la película me transmita enseñanza. Me haga aprender y recapacitar sobre lo que la vida transmite. Por eso, cuando después de tantas y tantas horas ante la pantalla (grande o chica) encuentre lo que busco me llena de ilusión. Tanta como para que ahora me presente contando algo al respecto, tomando como telón de fondo tres películas que pueden servir perfectamente a lo que pretendo.

«Karate Kid» como educación de la mente.
Ya ha pasado tiempo, aunque todavía lo recuerde, esa película de 1984 basada en el karate como telón de fondo pero que dejó lecciones de vida de importancia. Ese film era «Karate Kid», la suerte de un joven que encontró en el camino a un anciano que le introdujera en enseñanzas no solo atinentes a las artes marciales, sino profundizando en la educación de la mente como resorte necesario para la plenitud de la acción.
Dejo de lado los golpes para que nadie pueda pensar que sea la violencia y sus actos coetáneos los que me muevan, y me centro en la transmisión de valores y enseñanzas que cabría deducir y que deberían implementarse en la vida cotidiana. Son referidas a la paciencia (tomar las cosas con calma y no dejarse llevar por la reacción del momento); la madurez (para absorber cuanto pueda aportar beneficios y huyendo del rencor); la tolerancia (asumiendo las opiniones que ofrezcan otras personas, como corolario del respeto que debe sentirse en las relaciones con los demás); abundando en el mantenimiento de la amistad (con quienes manteniendo semejanzas asuman la reciprocidad y la lealtad como principio que rija la relación). Y, en fin, la disciplina (valorando el esfuerzo físico y mental como resorte necesario para cumplir los objetivos).
«El guerrero pacífico» para crecer personalmente no dejando escapar el momento para el aprendizaje.
Más recientemente, se estrenaba en 2006 la película «El guerrero pacífico», que es la adaptación cinematográfica del libro autobiográfico de Dan Millman, «El camino del guerrero pacífico», y que podría decirse que constituye una de las mejores películas que he podido ver sobre crecimiento personal. Se basa en hechos reales y por tanto no cabe que la ficción supere lo que acontece en la vida humana. Un chico que, pareciendo que lo tiene todo, con una vida acomodada, con éxito amoroso y amistoso en la universidad donde realiza sus estudios y obtiene brillantes calificaciones, se entrena con la comodidad de sentirse el mejor y con un sueño que pulula en su cabeza de querer ganar a toda costa la medalla de oro en los juegos olímpicos. Su vida perfecta choca con el interior donde algo falla y no se siente feliz.
Un contratiempo le lleva a verse diezmado en sus facultades ―incluso desechado en un primer momento para la práctica deportiva― y he aquí que encontrando a la persona apropiada le enseñara que, para crecer como persona, para vivir la vida, es necesario apreciar y valorar cada momento, porque como se conviene, no hay instantes vacíos, inocuos donde nada pase. Aprender a vivir el aquí y ahora supone no desaprovechar los momentos y hacerlos que sirvan para que cualquier cosa, por pequeña que sea, merezca apreciarla y saborearla. La felicidad no estará en la meta que se quiera conseguir, sino en el camino. Lo importante no es la medalla de oro que persigue el protagonista, los éxitos y la popularidad, sino en el disfrute del camino hasta esa meta que, podrá o no, conseguirse pero que nada impedirá que se haya saboreado e ilusionado en cada paso dado.
Ese maestro que apareció en su vida para enseñarle el camino profería frases o reflexiones que precisaban pensarse, analizarse. No está demás traer a colación algunas de ellas.
• Un guerrero no se rinde ante lo que le apasiona. Encuentra el amor en lo que hace.
• Este momento de ahora es lo único que importa. Debe sacarse la basura de la mente, que constituye el pensamiento que distrae de todo lo que realmente importa, que es estar presente plenamente en este momento, aquí, ahora.
• Cuando se consiga vivir en el presente, sorprenderá todo lo que puedes hacer y lo bien que lo haces.
• La muerte no es triste. Lo verdaderamente triste es que no se sepa vivir. Se puede vivir toda una vida sin que estés nunca despierto.
• Nunca serás mejor, de la misma manera que no serás peor que el resto.
• La felicidad es una cualidad evasiva. Si la buscas no la encuentras porque no es un punto, una meta, sino un recorrido. Es el viaje el que aporta la felicidad, no el destino.
• La vida es elegir, entre ser víctima o cualquier otra cosa que te propongas.
• Las metas constituyen objetivos de vida que permiten avanzar y desarrollarse como personas, pero nunca deberían convertirse en una obsesión. Unas veces se cumplen y otras no, por lo que no deben ser objetivos de ineludible observancia pues no siempre dependerá de quererlos conseguir.
• El miedo al fracaso es normal e incluso beneficioso. Saberlo gestionar se convierte en imprescindible porque en la vida todo no es éxito o fracaso. Más importante resulta el aprendizaje recibido, lo que te aporta para el desarrollo personal.
• Las personas no son lo que piensan que son. Solo creen serlo. Eso es una gran equivocación. La introspección personal, el autoconocimiento de sí mismo es una de las claves del crecimiento personal.
«El cambio» como resorte para ser el que verdaderamente eres.
La película «El cambio» (The shift), del año 2009, esconde igualmente grandes enseñanzas espirituales para favorecer el crecimiento personal y el encuentro de nuestro verdadero ser. Aquí el protagonista principal es Wayne Dyer, autor del famoso libro de autoayuda «Tus zonas erróneas».
El relato supone que el dr. Waye Dyer hace de guía y maestro espiritual de personas con las que se encuentra en su trabajo. Sus charlas y vivencias con ellos le llevan a marcar como objetivo que cada cual encuentre su propio camino y descubra su «verdadero yo». Confluyen en este camino tres historias diferentes, en las que sus protagonistas se sienten vacíos en sus vidas por haber perdido el rumbo de lo que eran sus sueños.
• La madre abnegada.
Es ese caso que no es nada infrecuente de una madre que se entrega a la familia, dándole todo el bienestar, y se olvida de vivir su propia vida. En el decurso de los acontecimientos se hace ver que todo ser humano es garante de su vida merece su espacio individual para autorealizarse. Dedicarse tiempo a sí mismo se convierte en algo esencial para no caer en el vacío.
• El matrimonio infeliz.
Es el caso de ese matrimonio que se acomoda y se acostumbra a un nivel de vida alto. Convienen que la riqueza no da la felicidad. No somos lo que tenemos. Con la ayuda facilitada se les permite apreciar las pequeñas cosas, para darse cuenta que en lo nimio, en los pequeños detalles de la vida, se encuentra la verdadera felicidad. Saborearlos y compartirlos es fuente de enriquecimiento personal.
• El profesional entregado.
El caso tratado es el de un director de cine ambicioso, que se olvidó de vivir el presente y se centró exclusivamente en su trabajo. No tenía otro centro de atención personal que esos deseados éxitos que esperan en el futuro. Deja escapar de esta forma el «ahora». Volvemos al tema, la felicidad no está en la meta, en el objetivo final, sino en el camino, aprender a disfrutarlo es tanto como sentirse realizado.
El cambio es consustancial a una serie de mensajes que ayudan a conseguir la plenitud de la vida.
• Saborear el momento presente, viviendo en consecuencia conscientemente. Impide que la mente se apodere de ti y te lleve a otro lugar.
• El bienestar parte de como somos, sin etiquetas ni pertenencias, por lo que el yo debe imponerse al ego, a esa máscara que se apodera de nosotros para hacernos aparentar lo que no somos.
• La perfección no existe. Erradiquemos esa idea y ese intento de conseguir lo que no tiene el ser humano y que tampoco resulta necesario para alcanzar la felicidad. Respetemos como somos, con nuestras virtudes y defectos, y busquemos objetivos que sean factibles y no meros sueños inalcanzables.
• Huyamos de ser lo que otros quieren que seamos. Hacerlo es simplemente perder la libertad, meterse en el redil grupal. Los demás crean una reputación que es algo exterior, como humo que fluye sin sustantividad propia. Lo importante es el interior, nuestro ser que no está reñido con el respeto a los demás.
• No seamos crueles con nosotros mismos, juzgándonos por no conseguir ser perfectos. Profundizar en nuestro conocimiento como persona nos ayudará a ser libres, a escucharnos sin castigarnos.
Sin que haya llegado a un auténtico spoiler que arruine la sorpresa de estas grandes películas, recomiendo su visionado para que permita la reflexión sobre lo que somos y por donde va nuestras vidas.