La voz de la ciudadanía

Si hay algo que mide el estado de cuanto sucede es la opinión que muestren los ciudadanos, con el ferviente deseo de ser escuchados para que se reaccione desde aquellas posiciones altaneras que dilucidan el camino que se sigue -o debe seguir- el pueblo llano. Esa es, quizá, la mejor encuesta que se hace en tanto no sea provocada por los que tergiversan las realidades por intereses espurios de todo tipo. Y debería ser, sin duda alguna, la base misma de la libertad democrática. Una evidencia popular de ciudadanía ética que, como vaticinara en su momento el escritor Víctor Corcoba, esté alejada de los simples dispensadores de política.

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Tocar fondo

Resulta admirable ver a esas personas que envueltas de una autoestima considerable caminan por la vida con el entusiasmo necesario para que la felicidad irradie en sus movimientos. Y no es porque hayan dejado esas cruces que cada ser viviente lleva a cuestas, porque la vida sonríe por etapas cuando no se ve cubierta por los nubarrones que acechan inesperadamente. Son así por la sencilla razón de que su positivismo aflora por doquier. Por su carácter. El caso es que este tipo de personas transmiten la vitamina necesaria para que los afortunados que se les acerquen salgan fortalecidos en su ánimo y actitud. Diferentes muy mucho de otros que, sin aparente justificación o con ella ínsita en lo recóndito de su ser, van incordiando hasta convertirse en personas tóxicas que contagian cuanto encuentren en su camino.

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