Si hay algo que mide el estado de cuanto sucede es la opinión que muestren los ciudadanos, con el ferviente deseo de ser escuchados para que se reaccione desde aquellas posiciones altaneras que dilucidan el camino que se sigue -o debe seguir- el pueblo llano. Esa es, quizá, la mejor encuesta que se hace en tanto no sea provocada por los que tergiversan las realidades por intereses espurios de todo tipo. Y debería ser, sin duda alguna, la base misma de la libertad democrática. Una evidencia popular de ciudadanía ética que, como vaticinara en su momento el escritor Víctor Corcoba, esté alejada de los simples dispensadores de política.
Pero me resulta especialmente llamativo comprobar cómo se manipula lo que debería ser una espontánea pero sociable llamada al orden para intentar reconducir situaciones. Y lo es por aquello de que según sea el signo político de los gobernantes así será el movimiento popular, y no creo que sea por la espontánea actitud de los sufridores, más bien vendrá impulsada por los que suben las calorías con el ferviente deseo de que se menee o se paralice el cotarro.
Hay ideologías extremistas que tienen sumamente claro que la democracia no es un fin en sí mismo, sino un medio, un paso necesario para llegar a otro objetivo final más incisivo. Porque los extremistas no son favorecedores de otras libertades que las permitidas por ellos mismos, dicho sea en el sentido de querer ser y buscar un modelo dictatorial que no debe exclusivamente vincularse a los que se dicen de derechas o fascistas, sino también de izquierdas o populistas. Y llegados a este punto, y viendo lo que veo en esta sociedad española que me ha tocado vivir, me parece que no le falta razón a estos vaticinios porque parece que, alcanzada la democracia no con poco sacrificio y trabajo de todos, para algunos llega el momento de utilizarla, de manosearla, para ir avanzando hacia otro estadio político, dícese más progresista. Con eso de que la democracia favorece libertades, se trata simplemente de manipularla para que el torbellino popular vaya amansando sus hostilidades y convertirse en presos de quienes poco a poco han ido comiendo el terreno.
El medio es fácil de advertirse simplemente con ver las formas que se adoptan y las decisiones que se van tomando. Doy aquí, doy allá, apago un fuego aquí, otro allá, cualquiera que sea el coste que suponga, y doy la espalda a quienes ya están dominados por las piezas puestas estratégicamente en su momento. Buscamos el voto como sea, y movemos al pueblo como piezas en un tablero de ajedrez, en la dirección que más convenga a nuestros intereses.

La división de poderes está cada vez más cuestionada, por aquello de que contraría la voluntad de decir y ordenar, acallando bocas de incrédulos que todavía creen que esta democracia es un modelo perfeccionado. Pues no, la democracia es endeble porque favorece libertades y eso no casa muy bien con los que optan por manipularla. Eres libre pero mucho cuidado con el ejercicio que hagas de tus derechos. Será fácil taponar cualquier osadía si se controla el movimiento popular.
Seguir dormidos es simplemente caer en el pozo de la opresión. No aplaudo la revolución, el deseo oscuro de mediatizar la paz con la violencia, sino la ferviente acción de quienes estén convencidos que ser ciudadano de un país democrático permite alzar la voz cuando lo que sucede pone en entredicho los valores que preside el sistema. Porque progresar no es sinónimo de una determinada ideología, sino de una actitud humana.