El título que precede puede llamar la atención por aquello de que existe una casi generalizada aceptación de concebir la práctica deportiva como muy vinculada al ocio, al placentero deseo de las personas de ocupar momentos para la diversión, para mejorar el estado físico y para “limpiar” la mente de las dificultades que presenta el ajetreo cotidiano. Incluso a los deportistas profesionales los concebimos como personas que disfrutan por realizar una actividad que parece placentera, independientemente de lo remunerado que pueda estar la práctica que realicen; vamos que puede pensarse en el chollo que supone divertirse para generar un espectáculo y ser remunerado por ello, aunque lo que conlleva esta imagen de sacrificio y esfuerzo pasa un tanto desapercibida.
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