Cuando el tiempo parece fenecer

Mucho se habla, y todos lo hacemos, de ese torbellino que supone el paso del tiempo. El que vuela de forma misericorde, despiadado, dejando atrás todo lo que pretendemos mantener, arrasando con el hoy y ahora ante sus prisas por llegar al mañana. Y nosotros, incrédulos, pretendemos hacernos amos del tiempo, del momento actual, porque pensamos que ese mañana despavorido no llegará a lanzarnos olas que puedan superar nuestros tobillos. Somos tan inconscientes pensando que el mundo es nuestro, que pretendemos sortear – o así lo creemos-, con el acierto cuasi torero, hasta la más tenebrosa de esas salpullidas mareas que se acercan para insultar nuestra incrédula pedantería altanera. Vamos sobrados, con las riendas sueltas, y así, sin darnos cuenta, el reloj sigue avanzando sin hacernos tan siquiera caso alguno.

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