Resulta admirable ver a esas personas que envueltas de una autoestima considerable caminan por la vida con el entusiasmo necesario para que la felicidad irradie en sus movimientos. Y no es porque hayan dejado esas cruces que cada ser viviente lleva a cuestas, porque la vida sonríe por etapas cuando no se ve cubierta por los nubarrones que acechan inesperadamente. Son así por la sencilla razón de que su positivismo aflora por doquier. Por su carácter. El caso es que este tipo de personas transmiten la vitamina necesaria para que los afortunados que se les acerquen salgan fortalecidos en su ánimo y actitud. Diferentes muy mucho de otros que, sin aparente justificación o con ella ínsita en lo recóndito de su ser, van incordiando hasta convertirse en personas tóxicas que contagian cuanto encuentren en su camino.
La cuestión es que en el medio de estos aparentes y contradictorios tipos de personajes que abundan en el mundo de la esperanza o la desesperanza, se sitúan los que, sin la fortaleza propia para mantener erguida su figura, sufren las embestidas de la vida hasta llegar a ese punto conocido popularmente como “tocar fondo”, donde la estructura de la vida se desmorona. La entrada en un peligroso fango en el que abunda la oscuridad y donde el cielo parece haber desaparecido. Un punto crucial en la entereza del ser humano que se ve desasistido de moral para seguir.
No son pocas las personas que caen en ese tremebundo bache por motivos variopintos, de tipo laboral, personal o familiar. El caso es que la incomprensión de los que puedan verlos puede ser la puntilla que arrastre al peor de los vaticinios. Esos comportamientos propios de la desesperación puede que no sean entendidos por todos aquellos que cabalguen por el terreno llano, un tanto exento de baches. Mejor no verse inmerso en este despiadado y conflictivo laberinto porque el bullicio del transeúnte no es proclive a la permisividad de las personas desvalidas.

Los envueltos en este barrizal pueden optar por mantenerse en el cada vez más ruinoso estado emocional o, por el contrario, intentar sacar las fuerzas necesarias para ascender, salir del pozo. La cosa no es tan fácil como pudiera pensarse. En un caso y en otro es fundamental la ayuda externa, aunque la interioridad del afectado juega un papel relevante: sobre todo porque es de vital importancia la reacción personal antes de que el remolino interno arrastre cada vez con mayor intensidad. Pero que en esos momentos llegue alguien y diga “estoy aquí”, “déjame ayudarte”, es algo fundamental; para hacer ver lo que vaticina el léxico budista de que “el dolor es inevitable, [pero] el sufrimiento es opcional”. Creer que con sufrir se sale del duelo es tanto como dejarse arrastrar por el camino de las depresiones. Nada aconsejable. Aunque fácil de decir pero difícil de conseguir cuando te mueves en el lodazal.
J.K. Rowling, autora británica de la historia fantástica de Harry Potter, el niño mago huérfano, vino a decir con una certera visión que “a veces, tocar fondo es una maravillosa oportunidad para rehacer tu vida”. Corregir, emprender el camino con la vocación de solucionar el revés recibido, es tanto como recibir el empujón necesario para salir del agujero. Pero siempre va a ser fundamental la comprensión de cuantos deseen ayudar a emprender ese nuevo trayecto.
Lo que me interesa destacar en este post es que no todo lo que merodea por el deambular de la vida es como creemos verlo. Si reparamos, encontraremos situaciones donde el tocar fondo no es tan aislado. Conviene que tengamos el parabrisas limpio para que el panorama pueda verse desde la realidad de lo que representa. Y nuestro papel no deja de ser fundamental para mejorar estados precisados del empujón necesario. No lo olvidemos y, sobre todo, no nos hagamos los despistados.
Muy buena entrada, unas reflexiones muy acertadas e interesantes. Un saludo.
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Gracias por tu comentario. Un saludo
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