Frente al prestigio que tiene reconocido el beso como gesto humano que expresa afecto, no hay una manifestación más espontánea y gratuita que la de los abrazos. Esos que, según dicen algunos, constituye el enlace más elemental que la anatomía de los cuerpos permite y que tanto se han añorado en momentos donde por motivos ajenos a la voluntad humana quedaba prohibida temporalmente la cercanía entre las personas, para de esta forma quedarnos huérfanos de la dosis de energía que nos producía el contacto con otros. Quisiera por ello referirme a esta costumbre tan arraigada que ha venido de la espontaneidad, de la alegría que supone encontrarse con alguien con quien se tiene una cierta vinculación y sacar una mayor afección que el protocolario estrechamiento de manos, más propio de hacerse entre desconocidos.
Seguir leyendo «El abrazo como fortaleza humana»