Cuando el senderismo te atrae es fácil que se busquen retos para satisfacer las placenteras pretensiones de admirar la naturaleza caminando. En las entradas que he ido realizando en el blog han podido verse muchos de esos “paseos” que para mí significan las distintas rutas en las que me involucro. Ahora cumplo el deseo de acercarme a los Picos de Europa para conocer en sus entrañas una ruta que fue abierta entre 1945 y 1950 para que los operarios de la central hidroeléctrica de Camarmeña pudiesen acceder a los canales de aguas que llegan hasta la presa de Caín (León), una vía de comunicación entre esta población y Poncebos (Asturias). Hoy en día constituye uno de los itinerarios de montaña más populares de los Picos de Europa.
La Ruta del Cares, también conocida como Garganta Divina por aquello que debido a su orografía discurre por una garganta de gran altura, lo hace por un camino estrecho entre 1,5 y 3 metros, tallado en la roca a 50-60 metros de altura sobre el río Cares, que se adentra entre túneles, con varios puentes, y con una superficie compuesta de piedras sueltas de diferentes tamaños y pulimentos.
No puede por ello omitirse que tiene su enjundia pues aunque no presenta un gran desnivel, en ella los peligros no dejan de observarse sobre todo para los que tengan vértigo, ante la inexistencia de barandilla protectora en todo el recorrido de mayor altura. Es por ello que siendo tan concurrida la presencia de personas que abordan este trayecto, sobre todo en fechas veraniegas, debe tenerse muy en cuenta el momento de emprenderlo para evitar que exista un peligro añadido.
Al no tratarse de una ruta circular, el propósito que me hice fue realizar el trayecto en la doble vertiente de ida y vuelta, completando así algo más de 24 kms. que según la información que había recibido se realizan en unas seis horas y quince minutos de media, pero que en mi caso lo he sobrepasado para alcanzar las ocho horas, por eso de que mi caminar ha sido pausado y con abundantes paradas que merecían hacerse para recrearse con el extraordinario paisaje que brindaban los recónditos trayectos que componen la ruta, cuando no para ver cómo se te acercaban esas cabras montesas que ya están más que hechas a la cercanía de las personas y buscan que le facilites algún presente comestible.


Pero vayamos al relato de lo acontecido. La salida la realizo desde Caín, para seguir de esta manera la senda del río Cares, desde la cercanía de sus orillas hasta irlo viendo profundizar en el cada vez más pronunciado desfiladero. Comienzo a las 9:30 horas, en un día veraniego que aparece soleado, algo que se agradece para evitar peligros añadidos y conseguir que el horizonte se divise en su plenitud.

Un inciso para referirme a la población de inicio. Caín es una preciosa aldea perteneciente al municipio de Posada de Valdeón, ubicado en el Valle de Valdeón, a 460 metros de altura, en los Picos de Europa. Cuando te diriges a esta pequeña población en vehículo la carretera se te hace un tanto interminable, pareciendo que no se llega nunca aunque cuando lo haces te sorprende la belleza de su ubicación, rodeado de esos picos que conforman el entorno montañés. Es una ubicación que cuenta con escasos alojamientos que hace necesario reservar con antelación suficiente al momento de realizar la aventura senderista. Caín constituye el punto de partida de numerosas rutas de senderismo, siendo la más famosa la que atraviesa la garganta del Cares.

El inicio del trayecto lo es por la presa y el salto de agua de Caín, para proseguir después atravesando los numerosos túneles que están excavados en la roca. Las distintas ventanas que presenta permiten acariciar la belleza del entorno y, como no, sorprenderse con las gotas de agua que rezuman de la roca superior.

Según se avanza por el todavía tramo leonés se va estrechando la garganta. Eso sí es la parte que goza de mayor vegetación y que puede ir divisándose el río con mayor cercanía. Llegamos a unos puntos donde se cruza del lateral izquierdo al derecho del desfiladero pasando por el puente de Los Rebecos, para volver nuevamente al otro por el puente de Bolín.
Junto al puente de Los Rebecos se sitúa una cueva con las paredes del desfiladero muy próximas, por lo que constituye uno de los puntos en los que no puede faltar el hacer las consabidas fotografías. Es, sin duda, la parte donde la garganta es más vertical y su belleza se hace ver con especial intensidad. No dirán lo mismo quienes tengan vértigo.

El puente de Bolín se complementa con una fuente natural que es la única existente en todo el trayecto. Muy importante para refrescarse y llenar cantimploras, que se hace especialmente deseada cuando se hace de regreso tras el sofoco pasado con anterioridad.

En el trayecto encontramos una parte que te sorprende por tratarse de una pasarela de madera, única en todo el recorrido. Tiene su explicación: en abril de 2012 hubo un desprendimiento de roca que hizo que el sendero se viese interrumpido por completo hasta que para unir el terreno cortado se construyera la pasarela denominada de Los Martínez, en honor a la familia Martínez, una saga de montañeros, guías y guardas de los Picos de Europa. Una obra que según se dice fue un tanto complicada porque los operarios debían estar colgados en el vacío a 80 metros de altura, y acercar el material de construcción tuvo que contar con la ayuda de un helicóptero.
Lo majestuoso del lugar lleva a poner la mirada en el surco que conforma el desfiladero para ir viendo en la cada vez más lejana distancia al río Cares, con el sonido característico de sus aguas retumbando en el eco de las rocas; y hacia arriba para encontrar los Picos de Europa, sorprendentes, llenos de fortaleza y con sus variadas vertientes de tonalidades y colorido de la vegetación que en buena parte de sus laderas sobresale para darle mayor belleza. Debido a sus especiales características orográficas y de sustrato, el desfiladero del Cares se ha convertido en refugio para muchas plantas ante los sucesivos cambios climáticos acaecidos a lo largo de la historia geológica de los Picos de Europa. Entre las especies destaca la encina como la de mayor carácter mediterráneo; el efecto desecante del viento, acelerado por la garganta, y la baja retención de agua del sustrato rocoso, proporcionan unas condiciones de aridez para las que la encina está mejor adaptada que otras especies, creciendo colgada en las grietas de la pared.

El final del trayecto de ida, ya en terreno asturiano, es ciertamente engañoso. Faltando unos tres kilómetros se inicia un tramo con escasa vegetación, en ligera subida por un desfiladero estrecho con suelo compuesto de piedras y areniscas hasta llegar a la altura de Los Collados donde el sendero parece enderezarse pero inmediatamente después vienen dos kilómetros de bajada con un desnivel de 300 metros que se hacen extremadamente duros por el suelo de pedrisca irregular que hace demorar el paso para no verse sorprendido por las afiladas puntas y resbaladizas piedras que se sitúan en el suelo. Por esta especial precaución que se ha de tener, este trayecto se hace un tanto largo y que. como es obvio, luego se invierte para hacer la vuelta con lo que puede decirse, sin lugar a dudas, que es la parte más dificultosa y cansina. La distracción viene con esas cabras que acuden para hacer el camino más llevadero.






Hasta aquí el relato de esta hermosa y deseada experiencia, que concluye con cierto cansancio sobre todo por tratarse de un recorrido que ofrece, como ha podido advertirse, algunas variantes de importancia. Hacer ida y vuelta tiene su coste pero ha merecido la pena.

Un sitio precioso!
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La verdad es que sí. Agradecido por tu comentario. Un saludo
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Magnífico reportaje, Luciano, hace tiempo que tenía ganas de hacerla y ahora al leerlo acabo de tomar la decisión, empezaré a prepararlo para la primavera que viene (y, sí, usaré tu reportaje para hacerlo). Gracias.
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Ánimo, merece la pena estar por esos lares. Una preciosidad.
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que pasada y que buena experiencia. Me encantaría vivirlo también como tú.
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Eso es cuestión de ponerse y saborear lo bueno que tiene la naturaleza.
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