La incertidumbre del mañana

         Ajenos a los sucesos catastróficos que puedan convulsionar al mundo, resulta curioso que, de ordinario, nos pasemos la vida programando el futuro, queriendo hacer cosas que se supeditan al mañana, y así dejamos transcurrir el presente, el ahora, sin dar verdadera relevancia a lo que estamos realmente viviendo. Parece que el mañana estará ahí siempre, esperándonos con los brazos abiertos para que los sueños o lo que queramos efectivamente realizar se hagan por mor de la secuencia temporal que pase. Un devenir del tiempo al que nos enfrentamos y, cuando queramos darnos cuenta, lo único que podemos descubrir es que nuestra piel ya no está tan estirada, los pasos no se dan con la intensidad debida y el pelo, cuando no se ha caído, sí ha dejado de brillar con el colorido y la fortaleza que tenía “no hace mucho”.

       Del por qué actuamos así no es de fácil comprensión. Será que confiar tanto en el mañana obedezca a que el presente no nos inspira confianza. O, lo que es peor, por el miedo a hacer ahora lo que confiamos poder hacer mañana. Por la valentía que presumimos vamos a tener en otro momento y que ahora no parece disponerse, al vernos atenazados por esos múltiples inconvenientes que creemos tener, aunque en una gran mayoría no existan más que en nuestras borrosas mentes. Una cierta pereza que con frecuencia es propia de la cobardía.

         Ocurre que el mañana puede ser tarde para comprobar si esa aventura temporal que nos proponemos llega a buen puerto. Porque el mañana está lleno de incertidumbres. Tantas como que nada será igual que hoy o como suponemos que será, y si los actores de la vida se mantienen o se verán alterados. Como para que los sueños puedan desvanecerse en el terreno de lo difuso. Y si no que nos lo vengan a decir ahora en este presente, lleno de dolor que tuvo un pasado que dejamos ir.

         No es melancolía lo que inspira cuanto digo. Es simplemente  una realidad a la que me someto cuando veo lo efímero que resulta vivir y los sucesivos acontecimientos que se producen. Son tantos los ejemplos que nos da lo cotidiano como para que este pensamiento crea que no es mío exclusivamente. Sin poder obviar lo que ahora sucede de gran magnitud catastrófica y que atenaza a cualquiera, en el terreno de lo individual y por citar un suceso reciente, quién podría decirle a Kobe Bryant que, viendo su hoy florecer y repleto de compromisos y esperanzas, le llegara el inmediato mañana que le hacía desaparecer. Fulminantemente, su intensa vida no ha superado los 41 años. Como tantas y tantas personas que ven frustrado su futuro por acontecimientos inesperados. Al igual que la floreciente planta que, por un casual, es arrancada de cuajo para dejar de fortalecer sus raíces. Como el día que deja paso a la noche. Y así vamos caminando, con las minas puestas en partes de un suelo que no sabemos en qué momento podrá impedirnos proseguir.

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          Dicho esto bien parece que la reflexión debería ir para insistir en que se viva el presente, para saborear todo lo que ahora mismo tenemos a nuestro alcance. Como nos recomiendan los muchos consejeros que aparecen por doquier, con sabios designios que a veces los dan quienes precisamente tienen las experiencias más amargas. Vivir ahora sin dejar para el mañana más que la esperanza de poderlo ver y esperar lo que pueda depararnos. Como un regalo. Cubriendo nuestras espaldas para que, de llegar, tengamos lo imprescindible para vivirlo. Con todo, no está de más tener plena conciencia de que el mañana puede que no venga. Algún día será así.

         En la temporalidad de la vida merece apreciar las bellas palabras que dijera el poeta:

Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora. Y ahora, ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos. Porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde. Ahora.

Antonio Machado

             Parece fácil por ello que aprovechar el presente, y hacer ahora lo que se pueda sin dejarlo para otro momento, debería ser el decidido propósito que tengamos. Pero hay algo en esta vida que impide que sea tan elocuente. A veces el hoy presenta trabas difíciles de superar. El equilibrio que debe mantenerse nos impide trazar un camino recto, como nos gustaría que fuera. No vivimos aislados y solos en el mundo; nos debemos a una sociedad que no nos pone las cosas fáciles. La misma vida hace que estemos en una permanente exposición a lo inesperado, con giros que superan cualquier imaginación mental. Surgen así, de forma abrupta, acontecimientos que paralizan nuestro caminar.

           Quizá por todo ello pensar en el mañana sea como ese sueño que se deposita en nuestro interior y que nadie puede quitarnos. Libres de pensamiento, de capacidad para decidir, pero no tanto de realizar.

        Veo por tanto un mañana repleto de sueños, de vida imaginaria, al que nos enfrentaremos con la misma realidad del hoy, con la incertidumbre que permita reconocerlo como suponemos. Mientras tanto, mejor será que saboreemos lo que es gratis, lo que pone la naturaleza a nuestro alcance, y la presencia de las personas que llenen nuestras vidas y nos puedan brindar la luz que necesitamos. Este es, en definitiva, el éxito de nuestra existencia. Parece poco pero ahora, en este presente que vivimos, quizá es lo que más estemos echando de menos.

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