Los que vivimos en la ciudad de Badajoz tenemos la vista acostumbrada a los azulejos decorativos que, de una forma u otra, están dispersos por la urbe formando parte del decorado urbano. Tanto es que, por esa habitualidad, pasan desapercibidas las muestras de ceramistas que, con el paso de los tiempos, integran una cultura y un valor que debe mimarse por lo que pueda representar para la historia.
Con el paso de los años, pasear más a menudo tiene de bueno que empiezas a reparar en cosas que antes, por aquello de la juventud y esas otras cosas que pudieran interesar a esas edades, dejabas pasar como algo usual para la vista, sin tan siquiera preguntarte quién pudiera haber estado detrás de esas hermosas muestras. Algo de ello quiero resaltar ahora en mi relato.
La muestra más extendida es, sin duda, la que recoge los rótulos de las calles de la ciudad. El nombre y la reseña de quién pueda tratarse está fielmente recogida en los distintos azulejos que componen cada callejero. Detrás de ello está una empresa extremeña: «Cerámica Artística de Barcarrota». El colorido acerca al lector. Buena decisión la que adoptara el consistorio badajocense en su momento por aquello de que hace original lo que no puede verse más que en estos lares. Eso sí, los azulejos sufren deterioros totales o parciales, unos fortuitos y otros por la siempre presta vagancia y delincuencia de los que gusta destrozar lo bello. El mantenimiento exige permanente atención.

Junto a ello, en el casco antiguo se colocaron otros pequeños azulejos (un total de 52), con los nombres originales de las calles, por aquello de recordar que algunos vienen de la Edad Media y se mantuvieron hasta el siglo XIX o incluso —los menos― hasta el siglo XX. No está de más la recuperación que se hace de cultura e historia, un elemento más que hace atractivo el paseo para ciudadanos locales y visitantes, para que no queden en olvido ciertos elementos del pasado.
El paseo de San Francisco, zona habitual de esparcimiento para cuantos quieran encontrar un parque atractivo y participar en los muchos eventos que allí se celebran, especialmente importante por la siempre grata presencia de la Banda Municipal que no solo deleita al público con su música, sino que sirve igualmente para el recuerdo de cuantos músicos han ido pasando por sus filas, entre los que no puedo omitir nunca a mi propio padre. Un lugar que de antaño, allá por el año 1927, colocó ocho bancos ilustrados, hermosos de presencia, de coloridos paneles o mosaicos, realizados en azulejos vidriados de corte y aire regionalista, que recogían con elementos de cerámica Sevilla motivos alusivos al descubrimiento de América, plasmadas a partir de las magníficas pinturas originales del artista Antonio Blanco León. El tiempo hizo sucumbir estas bellezas originales y, una vez llevada a cabo la remodelación total del entorno, ha sido una feliz idea que desde 1999 se hayan hecho revivir los ocho bancos de ladrillo con obras del artista badajocense Estanislao García Olivares, y del pintor José Antonio García, que se completan con unos textos en sendos azulejos de Alberto González Rodríguez, cronista oficial de Badajoz.

Los motivos hacen referencia a la historia de algunos extremeños que llegaron a las Américas y aparecen titulados como la «Entrada de Cortés en México», «La batalla de Otumba», «Francisco de Orellana en el rio de las Amazonas», «Muerte de Pizarro», «Toma de posesión por Vasco Núñez de Balboa, de tierra firme», «Los conquistadores oran en acción de gracias ante la Virgen de Guadalupe», «Francisco Pizarro en la isla de Gallo marca la divisoria en el suelo», y la heroína cacereña «Doña Mencía de los Nidos».
Cercano a ello está la Avenida Juan Carlos I, y en ella podemos divisar un mural formado por cuatro estampas de cerámica que ocupan los arcos de la fachada lateral de la iglesia San Juan Bautista. Una obra realizada por el artista extremeño Juan Manuel Gamero Gil, en colaboración con la ceramista Lola Chamiza. El mural, formado por cuatro estampas de cerámica en tonos azules sobre fondo blanco, representan una breve historia de la ciudad, desde la Puerta de Palmas, la plaza de España con la Catedral, la plaza Alta junto a la Alcazaba y el Seminario de San Atón. En definitiva, hay que atribuir al artista la parte plástica de la obra y a la ceramista la parte técnica, que hacen de este paso un verdadero disfrute.

Llegamos a la calle Menacho, en las inmediaciones de la Iglesia de las Descalzas, y allí se observan dos postales en cerámica que recientemente han tenido que someterse a examen. Lo digo porque la restauración de la fachada de la iglesia originaba ciertas disputas. Unas referidas a la figura de la Virgen que se encontraba ubicada entre un enrejado de antaño producido por quienes en su momento, inspirados por el patrimonio y cultura andaluz, llevaron a colocar un tejadillo y unas rejas que ahora han querido enmendarse, y otros, incluidos la propia opinión de las monjas clarisas, que no veían mal eliminarlas para que el exterior no contuviera vestigios de antaño no deseados o que no fueron autorizados en su momento por ellas mismas.
Sea como fuere el caso es que nos encontramos con una cerámica que tiene su historia y, en armonía con lo que en su momento defendiera Francisco Hipólito, arquitecto encargado de la restauración de la fachada, merece su conservación. Y para general conocimiento se trata de dos obras del ceramista Pedro Navia, que naciera en Almendralejo (1897) y fue formado e instalado profesionalmente en Sevilla, localidad donde falleció en 1960. Como profesional se le recordará siempre por su magnífico trabajo en la Plaza de España de la capital andaluza y los retablos cerámicos para varias cofradías. Pero en Extremadura, su tierra natal, quedan patentes sus obras para regocijo de sus paisanos. A ellas ha tenido a bien referirse Antonio de la Cruz Solís, en el relato que incorpora al Tomo XVII de (año 2022) de los Apuntes para la historia de la ciudad de Badajoz, editado por la Real Sociedad Económica Extremeña de Amigos del País y que me permite extraer los aspectos más destacables que hago respecto de estas obras.
El estudio nos resalta que la capital badajocense tiene muestras relevantes de los trabajos de Pedro Navia. En la fachada de la iglesia de las Descalzas están dos ejemplares relevantes:

La Virgen de la Amargura, representada coronada y exenta sobre un fondo amarillo y enmarcada por columnas rematadas con capiteles dóricos muy decorados con flores, cordones, motivos vegetales de colores intensos, que sostienen una franja de motivos coloreados vegetales. En la base aparecen los carteles, por un lado en la parte inferior izquierda, bajo la columna, la fecha: «AÑO MCMVL» (sic), y en la base derecha se lee: «Ofrenda del ceramista Pedro Navia». La imagen central está dedicada a la advocación de la Virgen «Ntra. Sra. María Santísima de la Amargura». En total, se completa el conjunto con ochenta y ocho azulejos.
Y el retablo cerámico dedicado al Cristo de la Espina. Un retablo de azulejos recortados, que implicaba una gran dificultad tanto en su factura como en su colocación. La imagen del Cristo nazareno, en un plano entero, destaca sobre el fondo, de tradición más renacentistas, en el que se ve un castillo que no sabe advertirse si se trata de la Alcazaba de Badajoz, con los cielos nubosos que tanto gustaban a Navia. A nivel de la pared se encuentran los azulejos recortados, decorados con motivos sinuosos en tonos ocres que contienen dos cartelas en color azul. En la superior, puede leerse: «Ntro. Padre Jesús de la Espina», y sobre ella se ubica un escudo que da cobijo a una escalera y una espita cruzadas. En la inferior: «Ruega Señor por nosotros». Importa resaltar que el retrato cerámico fue donado por el cofrade Manuel Santos.
Muy cerca, en la calle José De Gabriel Estenoz, aparece otra muestra que, sin aparecer rúbrica, parece atribuirse a los talleres de Pedro Navia. Fue el conocido industrial de la localidad, Manuel Barrena, el que decidiera lucir la fachada de su local, «Almacenes de papelería y alpargatas», con azulejos. Y lo hizo con una extensión a todo lo que supone el frontal de su establecimiento, con un zócalo que tiene un metro, a partir del cual se alzan unos paneles de dibujos adamascados con dragones y motivos florales en tonos generales dorados y azules. La parte superior, y sobre un fondo de color hueso, se instala una impresión con letras en negro, en la que se publicita el nombre del negocio. El número 4 que le correspondía en el callejero aparece enmarcado en un círculo, que flanquea a izquierda y derecha de la cartela.

En las cercanías se encuentra la calle Adelardo Covarsí, dedicada al badajocense que fuera famoso pintor e historiador del arte que goza de un reconocimiento universal, que tuvo vivienda en este lugar como así nos lo recuerda el cuadro de azulejos que aparece colocado en la fachada y que reproduce una de sus obras: «El cazador de avutardas», en obra que data de 1939 y fuera realizada por el ceramista Pedro Navia, en unas dimensiones aproximadas de 195×185 cms., con un total de 169 azulejos (13*13) de terracota policromada y vidriada. Todo ello enmarcado por un cerco en relieve y tornasol.

El paseo de Castelar es otro lugar donde la vegetación abunda y el caminar en su bien cuidado recorrido nos lleva a descubrir obras de relevancia. En lo que ahora me ocupa, en un rincón de este bello paraje se encuentra un monumento, instalado en 1952, con el busto de Adelardo Covarsí, obra del escultor José Silva, que se completa con una base de ladrillo que contiene un panel de cerámica reproduciendo uno de los cuadros del pintor: «El zagal de las monjías», muy conseguido en cuanto al respeto que se hace al colorido original del cuadro. En su base se hace protagonizar a cerámicas Navia como la autora de la copia.

Siguiendo las huellas del ceramista nos acercamos a la ermita que acoge a Ntra. Sra. de Bótoa, en la carretera de Badajoz a Valencia de Alcántara, en cuyo lugar se divisan otras muestras de Pedro Navia. Así, en la misma entrada a la ermita se sitúan en cada lateral dos preciosas obras del ceramista. A la izquierda, y bajo un arco de medio punto, un total de 50 azulejos enteros nos presenta a la patrona de los campos, vestida de pastora con vestido blanco y capa azul celeste con broche dorado y tocada con un sombrero de paja adornado con flores. Sus manos juntas están en posición de oración. Una imagen que se encuentra diseñada sobre la copa de una encina y tras ella un hermoso encinar con el cielo nuboso. Se remata el retablo con una ornamentación vegetal de tonos verdes y dorados sobre un fondo azul, que giran en roleos. En la parte superior aparecen dos angelotes alados que contemplan a la virgen, y entre ellos un sello con la siguiente leyenda: «Ave María». Más abajo, una cartela recoge: «Ntra. Sra. de Bótoa * Ruega por nosotros», para a continuación referir la ofrenda que hace de este mural cerámico el ilustrísimo señor Conde de la Oliva de Plasencia, que fuera entonces Felipe de Vargas-Zúñiga y de la Calzada.

Al otro lado de la entrada lo ocupa un retablo semejante al anterior, tanto en diseño como tamaño, dedicado en este caso a San Isidro. El santo se encuentra de pie, con una herramienta clavada en el suelo de donde sale agua. En el fondo, labrando el campo, un buey guiado por un ángel. En el medallón que se encuentra entre los ángeles acoge ahora el escudo de la provincia y en la cartela inferior el siguiente texto: «San Isidro * Patrón de labradores y ganaderos * Protejed (sic) nuestros campos». Un retablo que fue donado por los sres. marqueses de Pinares (Fernando Villalón-Daoiz, primo de Felipe de Vargas-Zúñiga, por lo que es presumible deducir que hubo acuerdo entre ambos para adornar estos laterales con caracteres homogéneos).
No acaba en estas muestras la intervención del ceramista, y así, junto a la casa del ermitaño, se encuentra instalada la imagen de la virgen titular de la ermita. Una escultura policromada y coronada, con el manto azul celeste y con la cabeza ligeramente inclinada a la izquierda. Una imagen que se incorpora a un pequeño altar entre dos columnas de capiteles corintios, con los fustes azules muy decorados que sostienen un tejadillo con tejas vidriadas en azul y blanco y que se basa en un pedestal multicolor. La cartela inferior recoge el siguiente texto: «Ntra. Sra. de Bótoa * Ave María».
Bajo este altar de reducidas dimensiones se encuentra, en la entrada de la casa del ermitaño, un banco de terminación semicircular está formado por motivos florales y roleos en tonos azules, verdes y ocres. Destaca en el centro un escudo muy visible, de fondo amarillo, referido a la fábrica de esta muestra («Fca. De cerámica P. NAVIA CAMPO. Ruiseñor , 14. Sevilla», alternando las letras con los colores azul y rojo. Esta publicidad tan evidente ha hecho pensar a muchos que el conjunto de Virgen y banco fueran una donación del propio artista.
Volviendo al casco urbano de Badajoz hay igualmente otras muestras de diversos ceramistas que obedecen a motivos religiosos o históricos, cuando no atrayendo la cultura portuguesa a la ciudad.
Entre las primeras se encuentra la Casa Hermandad de la Virgen de la Soledad, en la confluencia de las calles de Duque de San Germán y Santa Ana. En su fachada aparecen tres murales de azulejos rubricados por Luis Mangas, personaje popular y restaurador de imágenes de las iglesias del barrio antiguo de Badajoz. Se reproduce en estos murales las tres imágenes emblemáticas de la Ermita: Ntra. Sra. de la Soledad, el Cristo de la Humillación «Ecce Homo», y el Cristo de la Humildad y Paciencia «Amarrao».

Muy cerca de allí, en la calle Francisco Pizarro y en la fachada de un establecimiento que sirve comidas, este mismo artista deja su impronta en un mural que recoge una vista panorámica de Badajoz en 1668. Un total de 165 azulejos de bella factura y colorido.


En cuanto al sello de la famosa cerámica portuguesa, se encuentra toda una fachada de vivienda en la calle Joaquín Costa. Allí se encuentra la edificación que fuera levantada por el industrial pizarrero Rosendo Belenguer, con la azulejería de procedencia portuguesa y rejería de un claro estilo regionalista y señorial.

En fin, en la margen izquierda del paseo fluvial de Badajoz, también conocido como paseo Alfonso IX de León, un mural de cerámica ensalza la figura de este monarca y, en concreto, ilustra el momento en el que recibió las llaves de la ciudad el 19 de marzo de 1230, reproduciendo el original que se encuentra en la Plaza de España de Sevilla. La cerámica de Barcarrota es aquí, nuevamente, la empresa artífice de este mural que ya ha atravesado varios momentos de vandalismos. En su contenido se recoge también el siguiente texto: «Durante la Edad Media, los reinos cristianos del norte expandieron sus fronteras hacia el sur de la península, sobre los territorios controlados desde el siglo VIII por pueblos islámicos. Es la conocida Reconquista. León, en pugna con sus reinos vecinos se hace con las principales ciudades de lo que hoy es Extremadura y su monarca se convierte en el primer rey cristiano de Badajoz».

El decorado urbano badajocense puede presumir, como puede advertirse, de un apreciado valor ceramista, con consagrados profesionales y empresas que en estas inmediaciones han ido dejando su huella para gozo de cuantos puedan acercarse a sus obras.