El poder de la sonrisa

No hay nada más lúgubre que ver a esas personas alicaídas cuya cara es fiel reflejo de la penuria que alberga su interior. Esas penosas figuras estiradas hasta el extremo de no ver fisura en su rostro que denote haber hecho gala de una sonrisa y que en verdad le resulta extraña. Muermos diría yo con profusión para referirme a los sombríos de la felicidad, a los que sin razón aparente prefieren la oscuridad y el estereotipo de la pena agónica como forma de vivir. Un modelo que es contagioso porque quien al árbol mustio se arrima, poca sombra puede pretender recibir. Acabará igualmente siendo presa de la languidez.

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