Mucha polémica ha suscitado la sesión constitutiva del Congreso, con la toma de posesión de los nuevos diputados tras las elecciones generales celebradas recientemente. Polémica por la escenificación programada de antemano de personas que llegaban a la Cámara, y se situaban en ella con el bullicio propio de un colegio que emprende un nuevo curso escolar. Cada uno con su papel aprendido, buscando el postureo para que quedara bien claro que esto ha cambiado y que nadie piense que es una broma, aunque el teatro hecho parezca decir lo contrario. Faltaban los aviones de papel circulando por el hemiciclo y quien levantara la mano para decir que algún compañero de faena le estaba incordiando. Bonito espectáculo, con banda sonora fuera para que las lágrimas de cocodrilo dejaran ver que aquí estamos, por fin.
Pero con esta muestra escénica, auténtica performance, se pretendía lo que ahora aparece en todos los medios de comunicación. Un protagonismo que distrae y hace que quede en segundo plano lo verdaderamente relevante, cual es qué quieren hacer todas estas personas por nosotros los españoles y por levantar una España que parece quebrarse cada vez más.
Particularmente digo que, aunque no comparta ciertas actuaciones y formas de ser demagógicas, no me importa como quieran tratar su imagen cada uno de los españolitos. Si quieren que vayan con su perro, su gato, su bicicleta, sus flores, su camiseta, peinados, despeinados, e incluso que se pongan al lado para que la foto sea más hermosa. Pero esto ya está inventado y no debe sorprendernos. Una cosa es que no estemos acostumbrados y otra que nos haga llevar las manos a la cabeza. Recuerdo el año 1987 cuando la parlamentaria italiana Cicciolina, actriz porno afamada, acudía al hemiciclo con su imagen esplendorosa y con pecho descubierto, haciendo ver su lucha contra una Italia que calificaba de “mojigata y clerical”; en su última etapa intervino en la fundación del Partido del Amor. Pues bien, ni Italia se hundió, ni el devenir del tiempo hizo otra cosa que lo que estaba cantado de antemano. Si no había más que humo y falta de proyectos efectivos para trabajar, la gente acaba cansada de apoyar los fuegos artificiales. Por eso mismo digo que a mí no me van a distraer estos actores que tienen un papel aprendido. Si quieren que me ría, lo hago, como un niño más del colegio que observa la travesura de otros. Pero hasta ahí llego.
Pasar de todo esto no es fácil, pero hay que hacerlo. Es la forma de decirles, a quienes vienen a pasárselo bien y a distraernos, que el colegio es serio y se está para aprender y volcar luego esos conocimientos en una sociedad que los espera con entusiasmo. Decisiones claras y precisas ya, sin ninguneo a los ciudadanos. No podemos esperar y para distraernos aprovechemos los próximos carnavales que seguro serán vistosos y sonoros; sobre todo por la improvisación de letras que habrán tenido que hacer más de una murga para no quedarse atrás con esta bonita estampa del Congreso de los Diputados. Pero fuera de esta diversión, a trabajar ya. El recreo tiene limitado el tiempo.