Visitar Granada es descubrir, cada vez que acudes a ella, su enorme encanto. Miguel Ríos cantaba con entusiasmo que volver a Granada era volver a su hogar, pero los que no somos nativos de esta ciudad sentimos igualmente esa inquietud por recorrer sus calles e imbuirnos en su pasado. Y por mucho que lo hayamos hecho ya con anterioridad, siempre queda en nuestro interior el deseo de volver a repetir la experiencia. Mucho encanto tiene que tener un lugar para que esa sensación se mantenga de forma permanente.
Y es que Granada es, por definición, una ciudad abierta, hospitalaria y acogedora. Palacios y fortalezas árabes, iglesias, una de las mayores catedrales europeas, baños, edificios imperiales, monasterios, casas medievales…toda una lista interminable de monumentos y edificios históricos que son fiel reflejo de su rica historia, del paso de diferentes pueblos y culturas.
Después de muchos años vuelvo a Granada, que sin ser mi hogar me brinda la misma sensación que si lo fuera. Dos días de intensa actividad que quiero relatar, para compartir mi espíritu viajero y mis inquietudes por conocer las entrañas de un pueblo histórico.
El buque insignia de esta grandiosa ciudad es, sin duda, el Patrimonio de la Humanidad que constituye el conjunto monumental de la Alhambra y el Generalife, el más emblemático de Granada. Ciudad, fortaleza y palacio de los reyes de la dinastía Nazarí, sus salas y jardines son la máxima expresión del arte musulmán en Europa. La subyugante belleza de sus estancias hace que resulte indispensable reservar con antelación la entrada, y así lo hice para no perder la posibilidad de adentrarme en sus estancias, en un día que amanecía lluvioso pero que conforme pasaba el tiempo pude ver un cielo que dejaba de suspirar para facilitar el recorrido y disfrutar de esta belleza.
La Alhambra es hoy, fiel a su historia, la meta que muchos tenemos; quizá el mejor tesoro que guarda la ciudad de Granada. Disfrutar de su belleza recorriendo las estancias palatinas, profundizando en los aromas surgidos de sus patios y jardines, deleitarse en los juegos de luz y color que ofrecen sus ornamentales salones y recrear la mirada con sus impresionantes vistas hacia el Albaicín y la Vega constituyen todo un privilegio para los sentidos. La combinación de arte, ciencia y naturaleza, junto a una perfecta interacción con el entorno geográfico, son las clases de esa capacidad de ensoñación que tanto viajeros han llevado al papel, y en mi caso no podía ser menos, aunque lo sea con carácter meramente descriptivo de la visita que realizo.
El conjunto de la Alhambra es algo más que un palacio, es toda una ciudadela amurallada dentro de la ciudad de Granada. Cuenta con aposentos reales, fortalezas, jardines, pabellones, cuarteles, etc… todo ello rodeado por una impresionante muralla defensiva.
Me dirijo, en un primer momento, a visitar los Palacios Nazaríes, para cuyo acceso se encuentra limitado el número de visitantes que pueden hacerlo a cada intervalo de tiempo. Una medida aconsejable para tener la posibilidad de ver esta maravilla sin aglomeraciones excesivas y con la serenidad que merece.
Los Palacios Nazaríes son un grupo de pequeños palacetes con una serie de estructuras que les rodean que nacieron de una necesidad puramente transitoria y ornamental. Desde el siglo XVI, a estos alcázares nazaritas se les ha designado como Casa Real Vieja para distinguirlos de los edificios cristianos. Lo empieza a construir el fundador de la dinastía, Alhamar, en el s XIII, aunque las edificaciones que han pervivido hasta nuestros días datan, principalmente, del s XIV. Tres palacios forman este recinto: El Mexuar, El Palacio de Comares, o de Yusuf I y el Palacio de los Leones, o de Mohammed V.
La belleza estética del entorno, entremezclando agua que corre entre los mármoles de las fuentes, dando riqueza y frescor al jardín, con una arquitectura impresionante, constituyen todo un mundo de símbolos y estímulos que hacen deleitar cada paso que pueda dar.
Pero si de por sí todo lo que va divisándose genera un estado de bienestar interno, cuando se avanza por el recinto hasta llegar al Generalife, puedo advertir que los reyes nazaríes tienen clara la necesidad de distinguir entre la residencia oficial de la Corte y la propiamente de recreo, alejados del mundanal torbellino para refugiarse entre fuentes, huertos y cientos de flores diferentes. Las sucesivas intervenciones sobre estos jardines han trastocado mucho su imagen original, pero sigue ofreciendo la visión de un sofisticado remanso de paz basado sobre todo en el control del sistema hidráulico. El agua llegaba allí a través de la Acequia Real, que la tomaba del Darro a una cota alta y la distribuía por todo el recinto alhambreño mediante un sistema de aljibes y albercas.
El rey de medio mundo Carlos V también sucumbió a los encantos y a la fuerza simbólica de la Alhambra y quiso dejar su impronta en ella, un mensaje político a sus adversarios. Primero se construyeron nuevas estancias junto a los palacios nazaríes, pero más adelante (s. XVI) ordenó levantar su gran fortaleza palatina para un traslado de la Corte que nunca se llegó a producir. En Granada quedó uno de los mejores ejemplos arquitectónicos del Renacimiento español que destaca del entorno en el que se encuentra por su gran escala y volumen. El trazado de esta obra se atribuye al arquitecto Pedro Machuca, aunque su construcción fue continuada por muchos otros hasta casi nuestros días, pues se considera un palacio inacabado.
Me dirijo dentro de este inmenso espacio y envolvente arquitectónico a la Alcazaba, que es, junto con Torres Bermejas, la parte más antigua de la Alhambra. Se piensa que antes de su construcción y la llegada de los musulmanes a Granada existieron diversas edificaciones en la misma zona. La primera noticia que se tiene de la existencia de la Alcazaba granadina data del siglo IX, en el que se supone que fue construida por Sawwar ben Hamdun durante la lucha entre árabes y muladíes. En esta zona está la famosa Torre de la Vela, torre vigía desde donde se contempla una vista inigualable de la ciudad, la Vega y la Sierra Nevada. Las casas de los soldados han desaparecido, y las mazmorras están cerradas, pero se puede caminar por algunas torres, adarves y caminos de ronda. Restos de los baños, silo, cisternas, etc.
Concluyo la visita con un agradable paseo por los jardines que salen de La Alhambra y adentrarme en el centro de la ciudad.
Para comer y descansar un poco, la calle Navas nos brinda varias posibilidades, entre las que optamos por el Nuevo Restaurante, con una buena relación calidad-precio.
La tarde es dedicada a visitar el centro, primero el conocido como Corral del Carbón. La vieja alhóndiga yidida de 1336, después convertida en hospedaje de carboneros, corral de comedias e incluso vivienda particular, es uno de los edificios más interesantes de la ciudad al ser muy pocos los inmuebles públicos de la Granada árabe que permanecen en pie con su configuración original. Debió de ser un centro importante de comercio, concentrado en esa parte de la medina. Fue depósito de mercancías a la vez que hospedaje de los propios comerciantes. Su estructura interna, con galerías rodeando al patio central cuadrado, sirvió para la representación de comedias. Hoy es aún escenario de espectáculos, teatro, flamenco, jazz…
Y, cómo perderse la joya que representa la Catedral de Granada. Más de 180 años de trabajo y media docena de arquitectos que se sucedieron al frente de esta emblemática obra explican la configuración final de este edificio, cuyos cimientos se construyeron para un diseño gótico de Enrique Egas y fue continuado al modo renacentista, según el proyecto de Diego de Siloé. La Catedral fue creada a los pocos meses de la conquista de la ciudad. El primer emplazamiento escogido fue en la misma Alhambra, en la antigua Mezquita Real. Después de su traslado al Realejo la propia Reina Isabel decidió su ubicación definitiva y actual, que sería junto a la Mezquita Mayor de la medina árabe, un edificio que al principio fue la propia sede catedralicia pero que luego resultó pequeño y ruinoso, por lo que se decidió levantar un inmueble aledaño de nueva planta de carácter monumental. Recorrer sus interioridades es motivo de especial satisfacción y de admiración por su grandeza y belleza.
Paseando por las calles granadinas y descubriendo sus muchas virtudes, advertimos monumentos singulares como el que acoge a la Reina Isabel la Católica y Cristóbal Colón. Ubicada en la Plaza de Isabel La Católica, en plena calle Reyes Católicos y comienzo de la Gran Vía de Colón, encontramos esta magnífica escultura, del insigne artista don Mariano Belliure y Gil. Realizada en 1892, se trata de una obra concebida como «monumento conmemorativo» por el IV Centenario del Descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colón. Representa las Capitulaciones de Santa Fe, momento en el que la Reina Isabel concede el permiso a Colón para realizar su viaje a las Indias.
El conjunto monumental aparece rodeado de una magnífica fuente con jardines, que iluminada por la noche, junto con los edificios colindantes, hacen de este lugar un espacio maravilloso.
Pero como soy sumamente goloso, en Granada no puedo dejar atrás el saborear esos magníficos piononos de Santa Fé. Un lujo para mí. Por ello mismo, me permito un momento de relax para saborear esta delicia. Casa Isla es, sin duda, el lugar apropiado para adquirir el pionono original.

El barrio tiene como punto de referencia una plaza: San Nicolás. Es uno de los espacios más antiguos de la ciudad y, a la vez, uno de los más visitados en la actualidad. Su pretil, con vistas espectaculares a la Alhambra, Sierra Nevada y la ciudad baja, es asiento continuo de turistas, enamorados y soñadores. Me siento todo ello.
La bajada por esos recónditos lugares me lleva a conocer otra bella plaza, en la que se encuentra la Iglesia de San Miguel Bajo, construida en el solar que ocupaba una antigua mezquita, de la que se conserva un aljibe probablemente del siglo XIII. Destaca la presencia en el lado sur de la plaza que alberga la Iglesia del llamado Cristo de las Lañas, una imagen religiosa que fue arrastrada y destruida por los soldados republicanos durante la Guerra Civil. Sus restos fueron guardados por los vecinos, reconstruyendo la imagen sagrada con lañas, de ahí su nombre.
Ya en el centro, no quiero perderme las edificaciones universitarias. Primero visito el Rectorado, ubicado en el antiguo Hospital Real de Granada; construido bajo el reinado de lo Reyes Católicos, ante las carencias sanitarias de la ciudad al momento de su conquista, para asistencia sanitaria a enfermos y como asilo a los pobres. El edificio es una mezcla de estilos sabiamente mezclados: el mudéjar, el gótico y el renacentista.
Su planta está diseñada en forma de cruz griega siguiendo el modelo del Hospital Mayor de Milán. La portada es de mármol de Sierra Elvira, de García de Pradas, en la que pueden observarse cuatro columnas corintias, y sobre esta la imagen de la virgen y a ambos lados las figuras orantes de Isabel y Fernando, obra de Alonso de Mena. Igualmente está presente el escudo de los Reyes Católicos y de Carlos V.
En el interior, en donde la crucería divide el edificio en cuatro partes iguales, dan lugar a cuatro patios. En el piso inferior las crujías o naves son bóvedas de crucería gótica, mientras que arriba se cierran con armaduras mudéjares.
Luego, como no, busco con especial ilusión la Facultad de Derecho, algo innato en mí. Se encuentra situada en el Campus Centro, teniendo su sede central en la Plaza de la Universidad, lugar céntrico de la ciudad. Anteriormente el actual edificio de dicha facultad alojó un colegio mayor jesuita y posteriormente fue el edificio principal de servicios de la Universidad de Granada, hasta que el traslado de estos a otro lugar permitió que el edificio se utilizara para sus fines actuales. En la actualidad este edificio está en proceso de rehabilitación pues, según me cuentan, han aparecido algunas deficiencias estructurales en la techumbre que obliga a esta reparación.
Tras una mañana ajetreada es momento de esa cerveza que tanto bien hace al caminante, y una comida que hacemos en un bonito lugar en la calle Ángel Ganivet, 6, llamado «La Platea«, un restaurante de diseño moderno que presta especial atención al detalle.
La tarde ya la tomamos con más tranquilidad, viendo esa amalgama de edificios históricos y monumentales que conforman la trama urbana y que dibuja una historia milenaria y hasta un rio que fluye camuflado por el subsuelo. Sí advertimos que el centro de Granada está lleno de rico patrimonio y joyas arquitectónicas, que también absorbe todo el trasiego de la intensa actividad comercial y de sus sedes oficiales, además de concentrar la principal oferta de ocio, con teatros, museos, cafés, bares, restaurantes…Una ciudad para recrearse viéndola y, por supuesto, para volver.