El equinoccio de otoño ha llegado el pasado 23 de septiembre a las 3:00 h. (hora peninsular en España), marcando oficialmente el comienzo del otoño en el hemisferio norte y el inicio de la primavera en el hemisferio sur.
De la entrada del otoño como estación habría que destacar algunos aspectos, principalmente el basado en la luz y la incipiente lluvia que favorezca el cambio en la naturaleza, con la caída de hojas y el bullicio de la berrea y la aparición de setas y boletus que propicia el paseo por los entornos. Para algunos es preludio de la tristeza y la melancolía, como sentimiento que llega al poeta, y una prueba de ello aparece en la «Chanson d’automne» («Canción de otoño») del poeta francés Paul Verlaine. También esa «Canción de otoño» de José Luis Perales dejaba entrever el sentimiento: «Estos días grises del otoño/Me ponen triste». Sabina no dejaba el recuento “Y nos dieron las diez…» para referir la temporalidad del otoño como aquel período que «duró lo que tarda en llegar el invierno».

Un período asociado a la madurez, a la quietud y a la reflexión. Aunque para infinidad de escritores y artistas adquiere relevancia; pintores de renombre se ven deslumbrados por las gamas de colores cálidos que impregnan los paisajes otoñales. El poeta argentino Leopoldo Lugones cantaba al amor eterno usando el otoño como metáfora: «No temas al otoño, si ha venido/Aunque caiga la flor, queda la rama/La rama queda para hacer el nido». El inglés John Donne, que fue uno de los grandes poetas metafísicos de su época aseguraba que «No existe belleza primaveral, ni el verano tiene tanta gracia, como el que he visto en un rostro otoñal». Stanley Horwitz, en período más reciente describe el otoño con su peculiar relevancia estacional: «El invierno es un aguafuerte, la primavera una acuarela, un óleo el verano y el otoño un mosaico de todos ellos». En fin, el novelista Albert Camus llegó a comparar el otoño con una segunda primavera, cuando, con sus propias palabras venía a decir: «cada hoja es una flor».

Así pues, en esto de las estaciones anuales hay gusto para todos. Con lo de bueno que pueda tener cada una de ellas, a buen seguro que en función del lugar de residencia que pueda tenerse y lo que toque por afrontar por la crueldad o bondad con que se presente, hará inclinarse por las que mejor convenga. No hay por tanto una regla estricta que haga prevalecer universalmente a una de ellas.
Lo cierto es que con esto del cambio climático se agudiza el padecimiento en buena parte del territorio español, y especialmente en mi querida tierra extremeña, sobre todo en la zona sur de la comunidad, en la que el calor se presenta como asadero humano, haciendo que las calles casi queden vacías para acudir al refugio de las interioridades de viviendas. Lo gravoso viene ahora cuando la factura de la luz hace que el aire acondicionado constituya un lujo difícil de soportar por la mayoría de los ciudadanos. En las casas han vuelto los ventiladores, como mal menor, y los abanicos que favorecen el ejercicio físico manual que ayude a soportar esas interminables horas de calor sofocante.
Entrar en la estación de otoño se convierte definitivamente en una puerta de escape para convertir estos momentos —como bien se ha dicho—, en la segunda primavera, que contrasta con la primera y originaria no solo por el cambio de flores por colores ocres de la desnudez en que se ven inmersos los árboles, sino también por la extensión del período de tiempo por aquello de que en estos lares el frío tarda en llegar, lo que hace que sean momentos más que oportunos para pasear, acudir al senderismo, las barbacoas camperas y, en definitiva, olvidar este pasado próximo de calor asfixiante. Bienvenida esta estación para quienes, como yo, sentimos el placer de poder vivir sin el sofoco que impide la movilidad.

El invierno vendrá, como sombría estación pero que igualmente facilitará otro tipo de actividades para los amantes de la naturaleza. Seguro que en ciertos lugares será un verdadero quebradero de cabeza por impedir hacer una vida digamos que normal. El frio resta vigor y por ello puede ser un lastre para ciertos entornos. No puedo decir lo mismo por estas tierras donde el invierno como climatología extrema no comprende todo el período que abarca y en gran parte viene comido por el prolongado estado climático otoñal.
Son, pues, muchos los motivos que me llevan a admirar esta estación, con la necesidad de acudir a parajes en los que la admirada naturaleza regala hermosura y brillantez. Esos valles en parajes cacereños se convierten en luz para la vista. Es imposible abstraerse de tanta belleza.
En lo cotidiano, los más presurosos cambian de vestuario incluso antes de lo que corresponde, y ya en un primer día las ropas otoñales abundan en el paisaje urbano, entremezclándose con los más cautelosos que todavía conservan lo veraniego. Tan pronto ves a personas cubiertas de ropaje cuasi invernal como la frescura mantiene al descubierto la lozanía de los cuerpos. Prefiero mantener la cautela en esto de vestirse, y no me apresuro a adquirir y estrenar modelos otoñales recién adquiridos en establecimientos prestos a facilitar lo último en moda.
Pero hete aquí que el período otoñal también conlleva que esos mismos negocios comerciales empiecen prontamente a lucir los artículos navideños. Ya mismo tendremos luces multicolores y productos alimenticios que empezarán a incitar al personal para su adquisición, sin olvidar esa lotería nacional que desde ahora mismo está presente en todos los sitios y que, mediante recibo o participaciones, irán acumulándose en los monederos por aquello de que en nuestra mente aparece la inquietud de que a ver si va a tocar en alguno de los sitios que se frecuentan y nos quedamos sin premio. Bueno, de ilusiones también se vive y las tradiciones deben seguirse.
En este año, en particular, entrar en el período otoñal lleva el temor de que se puedan cumplir los presagios de los expertos y gobernantes que desde este verano vienen anunciando que estará calentito, y no precisamente por la temperatura que tenga sino más bien por las desventuras económicas y conflictividades externas que nos llevará a encarecer la vida más de lo que pudiera presumirse. Ya se están agotando y se masifican las peticiones de calentadores individuales, más proclives a controlar el gasto que se pueda tener en energía. A ello hay que unir que entraremos en la fecha fin de aplicación de la normativa aprobada en su momento (agosto de 2020) siguiendo directrices europeas establecidas hace diez años, por la que se obliga a cambiar todos los sistemas de calefacción central de los edificios de España para que se pueda medir el gasto individual por vivienda. El 1 de mayo de 2023 marca la fecha fin para la calefacción central. Muchas comunidades de vecinos anuncian ya que no pondrán en funcionamiento ese sistema de calefacción que queda obsoleto. Por otro lado, lo de la cesta de la compra puede presumirse que será un verdadero quebradero.
Afrontamos, pues, un período de belleza inusitada para la vista y de vivencia en plena naturaleza, que se verá contrarrestada con las dificultades que pueda presentar la vida cotidiana. Con la cautela que deba tenerse, no dejemos de involucrarnos con ese medio que representa el terreno que pisamos y el aire que respiramos. Vivir el otoño con la intensidad de una estación que por mucho que acoja la tristeza de poetas y la melancolía de otros, deja entrever un tesoro tan intenso como el ocre que pulula en la naturaleza.