Universidades y Santo Tomás de Aquino

          Las universidades celebran cada 28 de enero la festividad de su patrón, Santo Tomás de Aquino, designado como tal por León XIII el 4 de agosto de 1880, y que bien merece recordar su insigne galardón. Y es que, aparte de ser uno de los santos más conocidos y aclamados de la Iglesia, es también, seguramente, el que mayor influencia ha ejercido y sigue manteniendo en el ámbito filosófico y teológico.

            Santo Tomás de Aquino descendía de la familia de los condes de Aquino y de Teano, emparentada con reyes europeos, y vino al mundo en el castillo de Roccasecca, Nápoles (Italia), hacia 1225. Fue el benjamín de doce hermanos. Precoz en su interés por Dios sobre el que se preguntaba siendo muy pequeño “¿Qué es?”, mantuvo esta cuestión muy presente a lo largo de toda su vida. Tomás se afanaba en el estudio y en la oración, con dotes excepcionales para la investigación, lo que propició que muy pronto superara a sus egregios profesores universitarios en Nápoles. El predicador dominico fray Juan de San Giuliano terminó de despertar su vocación a la vida religiosa y, sin plantear esta opción a sus padres, tomó el hábito a sus 19 años.

           Pero la familia se resistía a esta devoción y sus hermanos, aguerridos soldados al servicio del rey, buscaron con ansiedad derrocar su voluntad de entrega a Dios. Santo tomás de aquinoPero, poco a poco, la madre se apiadó y fue abriendo la mano para autorizarle la lectura de estudios eruditos y obras de piedad, además de las Sagradas Escrituras. Cuando le permitieron abandonar el encierro al que le tenían sometido, su progresión intelectual dejó a todos admirados. Fue enviado a Roma, de allí a París, y luego a Colonia, donde tuvo como maestro a San Alberto Magno. En esta ciudad fue ordenado sacerdote.

          Hombre de extraordinaria inteligencia y memoria portentosa, siendo alumno se convirtió en profesor de filosofía y de teología. Primeramente, y por deseo de sus superiores, enseñó en París, y luego daría clases en Orvieto, Roma y Nápoles. Una de sus aplaudidas tesis es el reconocimiento de que no existe oposición entre fe y razón, sino que ambas se necesitan y complementan.

          Para él no existía el tiempo, se quedaba completamente enfrascado en el estudio. Sus escritos y discursos denotan su sabiduría y el grado de su hondura espiritual. 200px-St-thomas-aquinasY es que el estudio era oración para él y la oración estudio. Por ello mismo, dedicaba muchas horas a la oración, postrado de hinojos ante el crucifijo. Así brotaron muchas de sus obras. El “doctor angélico” fue una persona devota que no dejó a nadie indiferente. Sus compañeros decían: “la ciencia de Tomás es muy grande, pero su piedad es más grande todavía. Pasa horas y horas rezando, y en la misa, después de la elevación, parece que estuviera en el paraíso. Y hasta se le llena el rostro de resplandores de vez en cuando mientras celebra la Eucaristía”. Su obra máxima, la Summa Theologiae, de 14 tomos, es un ejemplo de síntesis y de claridad.

     Renunció a ser arzobispo de Nápoles en 1265, como deseaba Clemente IV, que aceptó su decisión. Con frecuencia experimentaba raptos y éxtasis y, en uno de ellos, el 6 de diciembre de 1273, mientras oficiaba la misa las revelaciones que recibió debieron tener tal altura que abandonó la pluma para siempre: “No puedo hacer más. Se me han revelado tales secetos que todo lo que he escrito hasta ahora parece que no vale para nada”.

          Murió el 7 de marzo de 1274 en el monasterio cisterniense de Fossanova, cuando partía hacia el concilio de Lyon. Fue canonizado por Juan XXII el 18 de julio de 1323. San Pio V lo proclamó doctor de la Iglesia el 11 de abril de 1567.

 Gaudeamus igitur

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