Los medios de comunicación nos dan permanente información de sucesos acaecidos en las carreteras y en los que aparece el ciclista como protagonista de un fatal desenlace. El más reciente, el ciclista amateur francés Romain Guyot que ha fallecido el pasado jueves a los 23 años, después de ser atropellado por un camión mientras se entrenaba en La Roche-sur-Yon, municipio situado en la zona occidental de Francia.
Los que amamos el bello deporte de utilizar la bicicleta somos plenamente conscientes del peligro que entraña el hecho de ir sobre dos ruedas, y la pericia que hemos de tener para sortear los eventuales problemas que se nos presenten, algunos tan incombustibles como los propiciados con alevosía y nocturnidad por quienes no quieren compartir el campo. Pero cuando se circula por carretera y nos involucramos con vehículos a motor, el peligro crece, y somos conocedores de bastantes desenlaces fatales motivados por imprudencias de quienes menosprecian al ciclista o, simplemente, no reparan de su existencia.
El asunto bien merece analizarse para extraer consecuencias. Y así ha hecho un grupo de investigadores en Ingeniería de Carreteras, de la Universidad Politécnica de Valencia, que ha estudiado más de 2.900 adelantamientos de vehículos a motor a bicicletas en carretera, con los resultados que ahora daré, en un proyecto que se enmarca en el Estudio experimental de la funcionalidad y seguridad en las carreteras convencionales, subvencionado por el Ministerio de Economía y Competitividad, y que tiene por objeto final proponer criterios para escoger una anchura de arcén y de carril que garantice adelantamientos seguros en función de la velocidad de los vehículos, el volumen de tráfico y la mayor o menor presencia de camiones.
Las conclusiones, publicadas en la revista Safety Science, constatan cómo en un 36 por 100 de los casos analizados los conductores no respetan los límites de seguridad y adelantan guardando una distancia lateral menor a 1,5 metros (se mide entre el borde izquierdo del manillar y el derecho del retrovisor). Asimismo, este estudio concluye también que otro de los factores de riesgo es la presencia de camiones en la carretera, que por su mayor anchura y volumen, pueden generar un efecto aerodinámico más importante, y así lo advirtieron los ciclistas participantes en el estudio. Del mismo modo, y cosa obvia, en las calzadas más estrechas y sin arcén se encontraron más maniobras de adelantamiento percibidas como peligrosas.
La interrogante que nos surge es cómo ha podido hacerse este estudio, o lo que es lo mismo, cuáles han sido los medios técnicos utilizados para que pudieran extraerse datos fiables científicamente. Pues bien, para ello, los investigadores equiparon una bicicleta de carretera y una de montaña con cámaras de video, GPS y distanciómetros laser, con los que un ciclista profesional circuló por siete tramos de carretera convencional en los alrededores de Valencia. Gracias a los dispositivos instalados, fue posible observar el comportamiento de los conductores desde que se aproximaban a la bicicleta hasta que finalmente la adelantaban.
Las maniobras observadas quedaron registradas por los dispositivos de grabación, con lo que fue posible medir la distancia lateral durante el adelantamiento y la velocidad del vehículo a motor, sin que los conductores se dieran cuenta de ello.
En definitiva, lo que advertimos los ciclistas cuando circulamos en carretera, de ver cómo nos adelantan vehículos de motor que pasan casi rozándonos y a alta velocidad, o el sobresalto llega a extremos inusitados al ver que se nos presenta de frente un vehículo que adelanta sin tener en cuenta que vamos nosotros en dirección contraria, es ya una realidad igualmente constatada en investigaciones realizadas con medios fiables. Ahora queda que este estudio sirva para propiciar medidas que, ante todo y sobre todo, protejan al ciclista, evitando desgracias como la comentada al comienzo de este post. Otra cosa es la sanción que merezcan los imprudentes, y que merece un tratamiento singular.