Venecia, la ciudad de los canales

         En estas fechas he visto cumplido un deseo, que no era otra cosa que visitar a esa bella ciudad, romántica por naturaleza, cuál es Venecia. Un laberinto de callejuelas entre canales, en la que es tan fácil perderse como volver a encontrar el camino, guiados por los muchos carteles que el Ayuntamiento ha puesto en los puntos principales de la ciudad.

         En una visita de corta duración, un día de esta Semana Santa temprana del año 2016, desde las 11:30 h que llegó en tren hasta las 19:30 h en que tengo la salida, van a ser ocho horas de bastante movimiento para exprimir y cumplir las intenciones que tengo para aprovechar la estancia.

          Siendo pragmático, ha sido bajar del tren y coger en la misma estación el ticket para moverme lo más rápidamente posible por el vaporetto, ese navío que recorre una y otra vez los puntos principales de la ciudad para que ciudadanos y visitantes podamos movernos de una pequeña isla a otra, con el gran surco que supone el Gran Canal. Subiendo al barco deseado, voy presenciando la ciudad y ya advierto sus bellas casas y palacios, hasta que llego a la parada situada en las inmediaciones de la Piazza de San Marco, desde antaño centro neurálgico de la ciudad, y que constituye uno de los símbolos de la belleza de Venecia. Advierto que aquí hay mucho que ver y cada edificación que se encuentra en ella tiene su historia y relevancia. Veamos.

           El primer espacio a resaltar, y que me encuentro de entrada, es la que se concibe como La Piazzeta, integrada por el Palacio Ducal, la Biblioteca y uno de los lados de la Basílica. Por delante hay dos columnas que limitan este espacio con el mar, y que fueron transportadas desde Levante en el siglo XII; una de ellas sostiene el León de San Marcos y la otra la estatua de San Teodoro, símbolos de la ciudad. En el curso de los siglos la Piazzetta fue siempre el lugar en que se desarrolló la vida de los venecianos con ocasión de las ceremonias públicas, como la partida y la llegada de las flotas, los cortejos ducales, las fiestas del carnaval o las ejecuciones capitales, que tenían lugar en un cadalso erigido entre las columnas de San Marcos y San Teodoro. Por su parte, el edificio de la Biblioteca dio a la Piazzetta un aspecto monumental.

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          El Palacio Ducal fue en su momento residencia privada del Dux, sede del gobierno y tribunal de la Serenísima República de Venecia. Una construcción iniciada en el siglo IX, según los cánones del estilo bizantino; pero la primera edificación fue destruida a lo largo de los siglos por varios incendios, de modo que fue en el siglo XIV cuando el palacio fue reconstruido desde sus cimientos, con sucesivas alteraciones en siglos posteriores.

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           El exterior del palacio, en estilo gótico, con la parte más ligera -pórtico y galería- en la parte inferior y la más pesada, de muros compactos, en la superior provoca una sensación de irrealidad, como si los principios de la arquitectura hubieran sido trastocados. Las columnas del pórtico están coronadas por treinta y ocho capitales finamente trabajados; son también notables los grupos escultóricos de los relieves de esquina, que lustran: la Embriaguez de Noé (esquina del Ponte della Paglia), Adán y Eva (ángulo de la Piazzeta) y el Juicio de Salomón (esquina la Porta della Carta). Estas esculturas fueron realizadas por Matteo Raverti, Bartolomeo Bon, los Lamberti y Nanni di Bártolo, respectivamente.

          La entrada principal al palacio, adyacente a la Basílica, es la Porta della Carta, una construcción en mármol, decorada con nichos, estatuas y pináculos, realizada por Bartolomeo Bon y constituye un estupendo ejemplo de gótico florido.

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         En el interior puede apreciarse su patio y las ricas estancias palaciegas. Destaca la escalera de los Gigantes añadida por Sansovino, la Scala d’Oro y las pinturas del Consejo Mayor, donde el lienzo de Tintoretto de El Paraíso tiene dimensiones descomunales.

          La Biblioteca es una construcción realizada por Jácopo Sansovino en el siglo XVI. Obra renacentista, muestra un armonioso equilibrio entre todos sus elementos, arcos, arquitrabes y coronamientos. El espacio limitado por los arcos, en el pórtico, está confirmado por el movimiento horizontal de los arquitrabes, muy sobresalientes. El atrio y el salón interiores están decorados con lienzos de varios pintores (Ticiano, Tintoretto y el Veronés, entre otros).

          La Basílica de San Marcos representó siempre para los vénetos un punto de referencia político y religioso. El edificio actual es del siglo XI, constando de una planta central, con los tres lados de la cruz circundados por un nártex interrumpido en el lado derecho. La fachada, majestuosa, está compuesta por elementos arquitectónicos de distintos estilos bizantinos, románicos, góticos, atravesadas por un largo balcón. En el centro, sobre el gran balcón del portal de entrada, se alinean cuatro caballos (se trata de copias pues los originales están en el museo), que fueron traídos del hipódromo de Bizancio a Venecia en 1204. Los muros de la Basílica están recubiertos de mármoles, sobre los que se dispone un gran número de columnas. Lo tímpanos están decorados con mosaicos que ilustran el traslado del cuerpo de San Marcos desde Alejandría a Venecia. De todos los mosaicos el más antiguo es el del primer portal a la izquierda y fue realizado en el siglo XIII.

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          En el interior de la Basílica, que pudimos ver muy someramente, se puede advertir que el elemento más fascinante y característico es su decoración en mosaico, que recubre toda la parte superior de la iglesia, del nártex, de las capillas y de la sacristía. La Pala (o retablo) d´Oro, colocada en el Presbiterio, en la parte posterior del altar mayor, donde es visible también el sarcófago de San Marcos, es otra obra de arte que sintetiza la rareza y sugestión de eta Basílica dorada. La Pala es una pieza de orfebrería del siglo XIV, obra de Gianpáolo Bonisegna, de gran valor artístico y de alto significado religioso. Es de forma rectangular y en ella están engastados 80 esmaltes, la mayor parte de los cuales son piezas de refinada técnica bizantina, que van del siglo X al XIII y otros, pocos, de arte veneciano del siglo XIII al XIV.

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Pala d'Oro en el Museo de la Bas_lica de San Pedro en Venecia

 

           El Campanario es una construcción en ladrillo en la que resaltan los contornos de las pequeñas ventanas, el recinto de las campanas abierto y la alta cúspide coronada por la estatua dorada de un ángel. Tiene una altura de 98,60 metros. El campanario se derrumbó en 1902, siendo reconstruido en 1912 como una copia exacta del precedente. Célebres son también las campanas, cuyos nombres recuerdan la función que sus toques tuvieron en la vida de la población. Se llaman la Marangona, la Trottiera, la Nona, los Pregadi y la Renghiera o Maleficio.

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           A los pies del campanario se encuentra La Loggetra que, como otras parecidas, es una construcción muy apropiada para los encuentros y para la conversación; en algunas ocasiones sirvió como cuartelillo de la guardia. Fue construida por Jácopo Sansovino y resultó una refinada obra de arte enriquecía por sus esculturas. Antonio Gai realizó, en el siglo XVIII, la reja de bronce.

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          La Torre del Reloj fue construida para cerrar la perspectiva de la plaza por el lado del Bacino y para unir el ala de las Procuratie Vecchie con el espacio adyacente a la iglesia de San Marcos. Es un elemento decorativo perfectamente integrado en la arquitectura circunstante. La torre está coronada por las estatuas en bronce de los «Moros», que dan las horas. En el diseño de la Torre se advierten muchos elementos decorativos y funcionales: el zodiaco, el cuadrante del reloj, el León alado, símbolo de la ciudad. Según me dicen, en la semana de la Ascensión y el día de la Epifanía, las estatuas de los Reyes Magos, que están ocultas en el interior, salen a la vista de los espectadores movidas por un mecanismo y, tras haber hecho pleitesía a la estatua de la Virgen, con una inclinación, vuelven a entrar.

            Salir de este entorno céntrico e involucrarse en las pequeñas calles de la ciudad lleva a saborear su propia cultura, con innumerables comercios y establecimientos para servir comidas, elementos unos y otros que denotan la afluencia turística que recibe la ciudad.

          Y, como no, empiezan a verse en los canales las góndolas, con su forma asimétrica, el movimiento de los gondoleros para impeler y dirigir la embarcación en el agua, y que es un símbolo de la ciudad. Desde su origen al servicio de los nobles, se utiliza para grandes ceremonias, pues su forma es la más apropiada para deslizarse en las bajas aguas de la laguna. Se dice que si la arquitectura, la escultura y la pintura expresan de modo muy peculiar, con su color, la realidad de Venecia, la góndola representa su fantasía.

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          Una pena que el día frío que hacía hoy impedía que los gondoleros salieran con la afluencia que puedan hacerlo en días más soleados. Pero los había con clientes atrevidos que se enfrentaban a las inclemencias con gallardía. Y que conste que el paseo no es ningún regalo: 80 euros en recorrido diurno y 100 euros en recorrido nocturno.

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          Visita obligada es la que debe hacerse a uno de sus puentes, el de Rialto, que además de ser el más antiguo de los cuatro que cruzan el Gran Canal, constituye el emblema del centro comercial de Venecia. El actual puente de piedra está formado por un único arco, diseñado por Antonio da Ponte, y construido entre 1588 y 1591, basado en el diseño del anterior puente de madera: dos rampas inclinadas se cruzan en un pórtico central. A cada lado de las rampas hay una fila de cubículos rematados en arcos de medio punto, que sirven como comercios. Se apoya en 600 pilotes de madera. La pena es que, en este momento, se encuentra en plena rehabilitación y no permite divisar completamente su aspecto externo.

         Otros puentes tienen también su fama. Es el caso del Puente de los Suspiros y las Prisiones; se trata de un pasaje sobre el canal que une el palacio Ducal con las prisiones, y que se hizo famoso en el período románico, pero en tiempos de la República su nombre evocaba tan sólo el recuerdo del sufrimiento.

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           Para comer no faltan sitios apropiados para ello, y para todos los bolsillos. Sin duda no constituye problema para el visitante. Unos spaguettis a la sepia fueron mi manjar. Luego, un café en el sitio más emblemático del centro, la cafetería Florian, con un local adecuado a la historia que tiene desde 1720, y con la música clásica a sus puertas, permite relajarse adecuadamente.

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            El tiempo se ha echado encima y no queda tiempo más que para coger nuevamente el vaporetto que conduzca a la estación de ferrocarril para dejar atrás una ciudad que, como esperaba, me ha fascinado y que merecería ver con más tiempo, sobre todo por la gran cantidad de iglesias y palacios que tiene y que, a buen seguro, encerrarán cada uno de ellos grandes tesoros e historias.

4 comentarios en “Venecia, la ciudad de los canales

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