Ante la oportunidad que brinda la festividad de San Juan, he podido disfrutar de la siempre agradable costa gaditana para acudir a Zahara de los Atunes, un pueblecito blanco de antaño marinero y que ahora asume el ajetreo del turismo. Lo grato del lugar y la compañía de familia hace que haya sido unos días de felicidad, circunstancia que me mueve a relatar esta estancia y aquello que me ha llamado la atención.
Zahara de los Atunes es una pequeña localidad que se sitúa al sur de la provincia de Cádiz, entre dos sierras, la del Retín y la de Plata, y entre dos orillas, la del río Cachón y la del Océano Atlántico. Un enclave privilegiado que hace que disponga de kilómetros de hermosas playas de arena clara y fina, y un mar de aguas ricas en especies marinas entre las que destaca el atún rojo, pez que le da nombre, y que cada año atraviesa en la ruta migratoria que hace para desovar y reproducir su especie. Zahara vive de todo ello y muestra con orgullo esa característica especial que se convierte en marca de identidad.
Recorrer la distancia de las hermosas playas que tiene se convierte en una delicia. Pocos lugares pueden brindar tanta belleza como la que aquí se divisa. La Playa del Carmen es la más próxima al núcleo urbano, tiene una longitud de dos kilómetros aproximadamente, y a la que se accede por alguno de las múltiples pasarelas de madera ubicadas a lo largo del pueblo. Dentro del mar, muy cerca de la costa se puede observar los restos de un barco de vapor que encalló en 1893, el Gladiator, que viajaba de Gibraltar hasta Liverpool cargado de azúcar. Por muchos intentos que se hicieron en su día para reflotarlo, fueron infructuosos y ahí quedó para convertirse en una seña de identidad del lugar.
La Playa Cabo Plata se sitúa ya en Atlanterra, una zona de urbanizaciones de Zahara. Tiene 4 kilómetros de longitud, y es continuación de la anterior. Aquí va apareciendo una pequeña inclinación hacia el mar, llegando a una zona de rocas que forman una especie de piscinas naturales, con una preciosa imagen. Encima de un grupo de rocas mayores se divisan los restos de un búnker militar construido en la década de 1940.
La Playa de Aguenmedio, más conocida por Los Alemanes, está situada igualmente en Atlanterra, entre Cabo de Plata y Cabo de Gracia, donde se encuentra el Faro de Camarinal, antigua torre almenara del siglo XVI. Tiene casi dos kilómetros de longitud a las que se puede acceder pero ya, en esta parte no se advierten servicios y, por ello mismo, podría decirse que encuentra su pureza.
Al Faro se accede sin vehículo y desde allí pude apreciar las hermosas vistas del Parque Natural del Estrecho, que comienza en el mismo Cabo y llega hasta cerca de Algeciras.
La Playa del Cañuelo es ya una paradisiaca zona situada entre el Cabo Gracia y el Cabo Camarinal, de 800 metros de longitud y 30 metros de ancho aproximadamente. No hay accesos ni servicios y es una de las pocas playas en la que la presencia humana no ha transformado profundamente el paisaje.
Ya en el núcleo del pueblo puede advertirse una maltrecha Fortaleza, que me cuentan fue el Palacio Chanca de Zahara, denominado de las Pilas, que se construyó en la primera mitad del siglo XV por el Duque de Medina Sidonia, descendientes de Guzmán el Bueno, quien recibe la gracia del rey para gestionar las almadrabas del sur Atlántico y Mediterráneo. Desempeñó tres funciones: castillo defensivo contra la piratería turco-berberisca; palacio residencial de los Duques mientras duraba la temporada de la almadraba; y chanca, factoría donde se troceaban, salaban y preparaban los atunes. De esta manera nos encontramos con el único Palacio que, con estas características, se conserva en todo el mundo, con unas dimensiones de más de 15.000 metros cuadrados.
En el interior del Palacio existía un enorme saladero, que en 1906 fue habilitada para iglesia, aunque su construcción se produjo en el siglo XVI. La blancura del frontal lleva a un interior espléndido, de planta rectangular, que delimita una única nave cubierta con bóveda de cañón trasdosada. Esta descansa en dos arquerías de medio punto, uno para cada apoyo, compuesta de siete arcos cada una. Se emplearon materiales como ladrillos cerámicos o sillares de piedra ostioneras para la base de los pilares de los arcos.
Hay que reconocer que Zahara cuenta con una gran oferta gastronómica y de muy alta calidad. El producto estrella es el atún, y nadie escapa a este manjar. Es capturado, aún hoy, mediante almadraba (en árabe, lugar donde se lucha), entre los meses de mayo a junio. La carne de retinto también es otra opción. Pero el resto de pescado también es ofrecido en la gran gama de restaurantes y chiringuitos. No me resisto a recomendar El Refugio, un chiringuito-restaurante que está en la misma arena de la playa del Carmen, justo detrás de las murallas y en lo alto de las dunas. Se conoce por ser uno de los lugares con mejores vistas y más encanto de la zona y por la enorme higuera centenaria que da sombra; en este entorno se puede saborear la cocina tradicional lugareña.
Tengo que decir que la estancia ha respondido a las expectativas familiares, pasando unos días entrañables. Un lugar que merece destacar y en el que las espectaculares puestas de sol nos permite relajarnos para dar por concluido el día.