Si todo el territorio alemán presenta connotaciones de su pasado más próximo, en una permanente reconstrucción para revivir nuevamente con el esplendor que tuvo y hoy, por fortuna, tiene, cuando se llega a la capital alemana se produce una sensación especial. Asolada durante la Segunda Guerra Mundial y dividida por el Muro durante 28 años, Berlín va saliendo a pasos agigantados de ese agujero en el que quedó convertida. Pisar sus calles, ver lo que vieron esa gente que tanto pasó en este lugar, con el alarde de un nazismo exacerbado, sin olvidar tampoco que otros osados, como Napoleón, también se recrearon por sus interioridades y convirtieron el foro en la imagen de unos pasacalles de soldados, me genera un especial sentimiento que va a estar presente en cada uno de los pasos y visitas que realizo a sus lugares más emblemáticos.
En una primera visión se advierte un casi generalizado proceso de edificación o rehabilitación de edificios y palacios anteriores, y que van poco a poco borrando el oscuro pasado de la ciudad, creando un ambiente especial donde lo clásico se mezcla con lo moderno y lo extravagante con lo cotidiano. Su gente se mueve por la ciudad con el silencio propio de un pueblo que aun siendo serio de carácter, muestra en su interior el afán de abrirse al mundo entero.
Por lo pronto, como no, llegar a Berlín es acercarse lo más prontamente posible a la Puerta de Brandeburgo, esa obra arquitectónica que sirve de símbolo a la ciudad y, por ello mismo, la convierte en la más famosa a nivel mundial. Aunque durante décadas se ha considerado como símbolo de la división de Alemania, también ha sido el elemento central de una metrópolis vertiginosa en cualquier época, rebosante de ideas y proyectos, llena de arte, cultura y creatividad.
Construida entre 1789 y 1791 según un diseño de Carl Gotthard Langhans que se inspiró en la Acrópolis de Atenas para erigir este elegante arco del triunfo. Tras la construcción del Muro de Berlín en 1961, la Puerta de Brandeburgo permaneció en tierra de nadie durante 28 años. Como emblema y símbolo de la reunificación, en la actualidad representa de forma ejemplar el presente y la historia de la ciudad. El edificio se levanta sobre seis columnas dóricas, y sus zonas de paso están abiertas exclusivamente a los peatones. La famosa cuadriga, que representa a la diosa de la Victoria sobre un carro llevado por cuatro caballos, fue colocada en 1794.
La puerta da paso a la Pariser Platz, una plaza de armónicas proporciones que, como en el siglo XIX vuelve a estar rodeada de bancos y las embajadas de EE.UU., Reino Unido y Francia.
Los rastros del muro forman el mejor de los museos en el que se pueden revivir tiempos de angustia por la división, los campos de concentración exponen sus secretos mejor guardados sobre las consecuencias de un fascismo exacerbado y los búnkeres transmiten el terror que un día mantuvo a la ciudad oculta por el miedo.
El lado oeste de la ciudad se caracteriza por la Kurfürstendamm, prototipo de avenida elegante de una ciudad, los grandes almacenes Kaufhaus des Westen (Grandes Almacenes del Oeste), conocidos como KaDeWe (el «Harrods de Berlín»), las tiendas de última moda y fantásticas galerías, además de los preciosos barrios burgueses y, naturalmente, la famosa vida nocturna berlinesa.
Kurfürstendamm comienza junto a la iglesia Memorial Kaiser Wilhelm y se extiende más de tres kilómetros hacia el oeste, hasta llegar a la zona residencial de Halensee.
La Iglesia neorrománica Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche (iglesia en recuerdo del emperador Guillermo), coloquialmente conocida como Gedächtniskirche (iglesia del recuerdo), fue construida bajo el mandato del Káiser Guillermo II en honor a su abuelo, el Káiser Guillermo I. La iglesia no fue un edificio de especial importancia hasta que quedó destrozada por las bombas de los ataques aliados durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1950 se hicieron planes para su demolición, pero los ciudadanos se negaron y se tomó la decisión de crear un monumento conmemorativo con los restos de la iglesia. Su exterior magullado y ennegrecido pretende recordar la insensatez de la guerra. En el interior, una pequeña exposición muestra algunas fotos de la época en la que la iglesia quedó destrozada por los bombardeos. Me llevó tiempo el estar viendo este edificio y lo que significaba, y he de decir que me impresionó bastante. No es para menos cuando se divisa una preciosa y moderna avenida y, de pronto, se rompe con la aparición de este recuerdo con aureola casi fantasmal. Antes, en medio de la avenida, aparece se divisa una escultura, titulada Berlin, que expresa la naturaleza dividida de la ciudad durante la Guerra Fría.
A escasos 100 metros de la Puerta de Brandeburgo se encuentra la sede del Parlamento Alemán (Reichstag) y junto a lo que era el antiguo Muro; aunque, si bien este monumento quedó en el Berlín Oriental, el Reichstag formó parte de la zona Occidental.
El edificio fue acabado de construir en 1894 durante el reinado del kaiser Guillermo I por el arquitecto alemán Paul Wallot y juega un importante papel político en la historia de Alemania durante el siglo XX. Durante los primeros años de su construcción, albergó a las fuerzas políticas alemanas y, tras la Primera Guerra Mundial -en noviembre de 1918- fue ocupado por soldados y obreros, lo que llevó a la declaración de la República de Weimar. Posteriormente, con la llegada de los nazis al poder el Parlamento perdió su importancia en la vida pública. El edificio pasó a la historia cuando ardió en febrero de 1933. Se culpó del incendio a un comunista holandés, pero nunca se supo con exactitud quien estaba detrás del mismo. El edificio quedó destruido tras la Segunda Guerra Mundial y, tras muchas deliberaciones sobre si debía ser derribado o reconstruido, se optó por reformarlo en 1956, aunque sin la cúpula original.
Después de la reunificación, el Reichstag volvió a convertirse en el centro de la política alemana y recuperó su carácter de Parlamento nacional. A esta nueva función política se le unió también una renovación física realizada por el arquitecto británico Norman Foster, que concluyó en 1999, y en la que se le dio la imagen actual con su cúpula de cristal incluida recuerdo de la cúpula del edificio original que desapareció tras la guerra, aunque en un estilo diferente.
El memorial a los judíos asesinados en Europa diseñado por el arquitecto neoyorquino Peter Eisenman, en las inmediaciones de la Puerta de Brandeburgo, recuerda también este pasado. Sobre una superficie de apenas 19.000 m2 fueron colocadas 2.711 estelas de hormigón que formando ondas documenta con su exposición la persecución y el asesinato de los judíos europeos.
Al igual que el memorial Topografía del Terror, ubicado en el antiguo cuartel general de la Policía Secreta del Estado. Un trayecto del muro de Berlín se mantiene erguido para que se conozca cómo estaba diseñado y, en su inmediación, los calabozos de la Gestapo. El sentimiento aflora permanentemente viendo estos lugares que produjeron tanto dolor.
Cuando se cerró la frontera entre ambos sectores en 1961, se permitió únicamente el paso de los sectores aliados al sector soviético a través del punto de control de la calle Friedrichstrasse. Poco tiempo después, el ejército americano instaló en aquel lugar un punto físico de control (Checkpoint Charlie). Algo curioso de ver, al aparecer como de la nada, en mitad de una calle comercial llena de grandes edificios. Es una pequeña caseta blanca con unos cuantos sacos de tierra frente a ella, una fotografía de un soldado americano y otro soviético y el famoso letrero que dice “Usted está abandonando el sector americano”.
La misión de los soldados norteamericanos en este punto fronterizo era controlar e informar sobre la situación en Berlín Este a los militares y turistas occidentales que debían cruzar al otro lado. El paso de turistas occidentales a la zona oriental estaba permitido, si bien su estancia estaba muy vigilada por las autoridades de Alemania del Este con medidas como, por ejemplo, la imposibilidad de encontrarse con más de dos personas de la misma familia durante la visita. Tras la Reunificación, el punto de control perdió su razón de ser y fue desmontado y trasladado al Museo Aliado. Sin embargo, en agosto del año 2000 se levantó una copia del mismo en el lugar en el que estaba situado originalmente.
Hacia el este discurre la esplendorosa avenida de Berlín Unter den Linden en dirección a la plaza Alexanderplatz. Partiendo desde la Puerta de Brandeburgo se pueden contemplar algunos de los edificios que han hecho mundialmente famoso a este paseo desde el siglo XVIII en que comenzó a desarrollarse como la arteria principal de Berlín. Además de las principales embajadas, a lo largo del camino se encuentran construcciones relevantes.
El edificio de la ópera, uno de los más hermosos del bulevar Unter den Linden, posee fama internacional. Fue erigido entre 1741 y 1743 como Ópera Real, según el proyecto de Georg Wenzeslaus von Knobelsdorff. La ópera imperial de Federico II pertenecía al conjunto arquitectónico del Forum Fridericianum y fue la primera ópera independiente de Alemania y la más grande de Europa. El edificio, en estilo del Clasicismo prusiano con influencia de la arquitectura clásica inglesa en la sucesión de un Palladio se apoya en la forma de un templo corintio. Para la disposición interior se ha conservado el estilo rococó, como se puede ver también en los palacios de Charlottenburg y Sanssouci.
Carl Ferdinand Langhans reconstruyó la Ópera después de que en 1843 ardiese casi por completo. En los años siguientes se llevaron a cabo varias remodelaciones que diluyeron las rígidas proporciones del edificio. Destruido hasta los cimientos durante la Guerra, se reconstruyó respetando el original entre 1952 y 1955, y de 1983 a 1986 se llevó a cabo una profunda reforma.
Uno de los rincones más sorprendentes y estremecedores que puede verse en la avenida Unter der Linden es el que se encuentras en el edificio de la Nueva Guardia (Die Neue Wache). Este edificio tiene una característica fachada de estilo neoclásico, y se terminó de construir en 1918. Originariamente fue un cuartel de la guardia prusiana, que puede entenderse por su cercanía al antiguo Palacio Real de Berlín.
Pero lo más curioso está cuando se accede bajo el pórtico de columnas dóricas y te encuentras con una puerta de rejas que te hace ver una estancia completamente vacía, con una escultura en el medio y una apertura en el techo encima de la obra. Se trata de la obra Madre con hijo muerto, de la artista alemana Kathe Kollwitz. Sin embargo, esta estremecedora escultura es más conocida como La Piedad de Kollwitz.
Durante la época de la República Democrática Alemana, esta escultura fue presentada como un homenaje a las víctimas del fascismo, pero en la actualidad se considera un monumento a las victimas de las guerras y las dictaduras. El círculo abierto en el techo supone que cuando llueve o nieva en Berlín, la escultura se moja o cubre por la nieve, lo que acentúa el dramatismo y la expresión de dolor.
También en la grandiosa avenida de Unter Den Linden, en frente de la Bebel Platz, nos encontramos con la Universidad Humboldt de Berlín. El edificio fue construido por el rey Federico II para su hermano más joven, el principe Enrique de Prusia. Es la universidad más antigua de Berlín, y fue fundada en 1810 por Guillermo de Humboldt (Wilhelm von Humboldt) con un modelo universitario similar al de otras universidades europeas.
En la puerta nos podemos encontrar una estatua de Alexander von Humboldt, hermano del fundador. Alejandro fue geógrafo, naturalista y explorador. Está considerado como el Padre de la Geografía Moderna Universal.
En la Unter den Linden, cercano a Bebelplatz (la plaza donde los nazis quemaron alrededor de 20.000 libros, incluyendo obras de Karl Marx entre otros autores), se encuentra el colosal monumento ecuestre de Federico el Grande. Fue realizado por Christian Daniel Rauch, discípulo de Johann Gottfried Schadow, entre los años 1838 y 1850. En el pedestal se representan 74 figuras importantes de la época de Federico el Grande, pensadores, científicos, militares y artistas. El monumento fue encargado por Federico Guillermo III. Los primeros líderes de la República Democrática Alemana trasladaron el monumento a Potsdam en 1950, y en 1990 regresó a su ubicación original.
Muy cerca, desviándonos un poco del trayecto que sigue la Unter den Linden encontramos la Plaza de los Gendarmes (Gendarmenmarkt), conocida como la plaza más bella de Berlín. El edificio central de la plaza es la Sala de Conciertos (Konzerthaus), flanqueada por las Catedrales de Alemania y Francesa. Un conjunto de una especial grandeza y una talla excepcional. Justo aquí, en un delicioso restaurante italiano (Amici) pudimos descansar un rato para deleitarnos con unos sabrosos espaguetis y una magnífica pizza, con la vista maravillosa de este entorno.
El nombre de Gendarmenmarkt significa el mercado de los gendarmes y tiene su origen el año 1688, y es en este sitio en donde se asientan un grupo de franceses (Hugonotes) que huyeron de francia por motivos religiosos. El Káiser Federico Guillermo I de Brandeburgo, les había concedido derechos ciudadanos y la protección de su libertad religiosa por medio de un edicto. Federico Guillermo concedió que en el mismo sitio se construyeran dos catedrales de diferentes religiones, como un signo de tolerancia y respeto. Su verdadera forma la alcanzó esta plaza entre los años 1780 y 1785 bajo el reinado de Federico II, cuando se construyeron las torres con cúpulas gemelas según planes de Carl von Gontard, que siguió como modelo La Piazza del Popolo en Roma.
De este modo nos encontramos con un edificio central, cual es la Sala de los Conciertos, un auditorio construido por Karl Friedrich Schinkel en lugar del Teatro Nacional, erigido entre 1800 y 1802 por Karl Gotthard Langhans y que ardió hasta los cimientos en 1817. La concepción del Konzerthaus (también llamado Schauspielhaus) integraba los restos de la construcción rectangular de Langhans e incluía en el medio una construcción más ancha y alta, coronada con un frontón. Tras su destrucción en la Segunda Guerra Mundial, el edificio solo se aseguró, y no comenzó a restaurarse según el original hasta 1979. Consta de tres salas y ofrece al año más de quinientos conciertos.
Y, en el centro de la plaza se encuentra el monumento a Shiller (poeta, dramaturgo, filósofo e historiador alemán).
En el lado norte está la Catedral Francesa (Französischer Dom) y en el lado sur la Catedral Alemana (Deutscher Dom). La primera es el edifico más antiguo de la plaza, fue construido a principios del siglo XVIII. Hoy en día contiene un restaurante y un museo en su interior. Por su parte la Catedral Alemana, situada al sur de la plaza, fue construida durante el siglo XVIII aunque totalmente destruida durante la Segunda Guerra Mundial. Este edificio fue reconstruido y abierto como museo de historia alemana en 1996.
El siguiente destino está en el río Spree que, casi disimuladamente, cruza Berlín. Es un río modesto que parece que trata de no imponer su presencia a la ciudad, casi como un invitado discreto lejos del protagonismo que en sus ciudades ostentan el Sena o el Támesis. El Spree fue frontera dentro de la ciudad más eminentemente fronteriza de la Tierra durante un buen trozo del Siglo XX. Acompañaba en su trazado al Muro que cayó en 1989, dividiendo dos mundos que ahora ya no existen. Fue frente de batalla durante la toma de Berlín por las fuerzas soviéticas y vía de escape poco afortunada en muchas ocasiones, de aquellos que trataban de escapar.
En la zona norte de la denominada isla Spree se erige la Catedral de Berlín (Berliner Dom), claramente divisable desde lejos por su enorme cúpula. La construcción original se remonta al siglo XV. En el siglo XIX, los miembros de la dinastía Hohenzollern, que residían en el colindante Castillo de Berlín, pensaron que la bastante modesta Catedral Schinkel que existía entonces, ya no se correspondía con las pretensiones de la monarquía. Así que, por iniciativa del rey Federico Guillermo IV, se decidió construir una suntuosa catedral.
En 1894 se sentaron los cimientos de la representativa iglesia y la inauguración tuvo lugar en 1905. Durante la Segunda Guerra Mundial el edificio sufrió grandes daños y hasta 1975 la República Democrática Alemana no comenzó la restauración. Los trabajos no se concluyeron hasta solo cuatro años después de la caída del Muro, en 1993.
Destacan las capillas Taufkirche y Traukirche, y la Predigtkirche con su impresionante cúpula, la escalera imperial, el panteón de los Hohenzollern con casi 100 féretros de cuatro siglos distintos, el museo de la catedral y la cúpula con sus vistas al barrio de Mitte.
Y el entorno se erige en tesoro cultural cuando llegamos a la concebida como Isla de los Museos, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad. Aquí se aúnan cinco museos en edificios construidos durante el siglo XIX: Altes Museum o Museo Viejo, el Neues Museum o Museo Nuevo, Alte Nationalgalerie añadida en 1876, el Bode Museum con la mejor colección de numismática de Europa y el Museo de Pérgamo o Pergamonmuseum. Este último se añadió en 1910 para exponer los restos arqueológicos expoliados por los alemanes en Oriente Medio, entre los que especialmente destaca el Altar de Pérgamo y la Puerta de Ishtar. Este complejo conduce a un fascinante viaje a través del arte y la cultura, desde Mesopotamia, pasando por Egipto, Grecia, Roma, Bizancio y el mundo islámico, hasta la Edad Media, la Edad Moderna y el Romanticismo del siglo XIX.
Hubiera necesitado días enteros para poder completar la visita a este entorno, por lo que me he tenido que conformar con la visita al Museo de Pérgamo, y aún así la cola tuvo que soportarse durante un buen tiempo. Debo decir que ha merecido la pena.
Y si avanzamos un poco más llegamos a la Torre de la Televisión (Fernsehturm), la obra arquitectónica más alta de Alemania hasta nuestros días. Desde ella se puede disfrutar de unas espléndidas vistas sobre la ciudad e incluso más allá de Brandeburgo.
Una última referencia a este recorrido hecho por Berlín he de hacerlo a la Columna de la Victoria, situada en pleno parque Tiergarten. Constituye uno de los símbolos distintivos de la ciudad, construida entre 1864 y 1873 bajo la dirección de Heinrich Strack en la entonces llamada Königsplatz (hoy Plaza de la República) y actualmente está protegida como monumento nacional.
El motivo de su edificación fue la victoria de Prusia en la guerra germano-danesa de 1864. En pocos años se añadieron otras dos victorias, la de la Guerra alemana de 1866 contra Austria, y la Guerra contra Francia de 1870/1871. Para conmemorar esas tres victorias se crearon los tres segmentos originales, y la columna se coronó con una escultura de bronce. Durante el Tercer Reich, la Columna se alargó con un cuarto tambor, con lo alcanzó los 67 metros de altura. En 1938/39 la columna se trasladó sobre la gran estrella en el centro del parque Tiergarten, para la remodelación de la “capital real de Germania”. Tras los daños que sufrió durante la Guerra, la Columna de la Victoria se restauró a mediados de los 80.
El decorado con cuatro relieves de bronce que muestra las tres guerras y la marcha victoriosa de las tropas en Berlín. fueron creación de Moritz Schulz, Karl Keil, Alexander Calandrelli y Albert Wolff.
Si se suben los 285 escalones en caracol de la Columna –cosa que yo no hice- se puede acceder al mirador desde donde –me dicen- se puede apreciar una increíble vista panorámica de la ciudad.
En suma, la visita a Berlín no te deja indiferente. Emoción, patrimonio y cultura definen a una ciudad llena de encanto.