Esto de los avances de la ciencia como consecuencia de la investigación te lleva a veces a la desesperación. Lo que en un tiempo era bueno, ahora es malo, y viceversa. Saber qué comer es motivo de una seria deliberación, y no porque te apetezcan unas cosas más que otra, cosa lógica, sino por deducir qué es bueno para mantenerte en forma, que sea saludable, o simplemente para ingerir algo que no te lleve al precipicio. Recientemente veía un programa en televisión donde claramente, y sin cortapisa, se declaraba que todo producto que comemos está infectado de algo. Sí, digo bien, por mucho que se empeñen algunos en defender productos como íntegramente naturales. El daño al organismo es únicamente consecuencia de la cantidad que tomemos pues las defensas corpóreas llegan hasta un punto, de modo que sobrepasando el escalón, la cosa empieza a acumularse y… no sigo. El arroz, producto básico por excelencia, es tremendo. Mejor no hago ahora comentario alguno para no estropear las deliciosas paellas.
Pero si esto es así, y estamos acostumbrados a oír cada día lo que ahora es bueno o malo, la investigación también va a la mente, a cómo discurre nuestro cerebro. Leo ahora, en lo que puede ser la sorpresa que recibo en el día, que ”disfrutar el momento es científicamente imposible». Ahí queda eso. Cuando soy el primero que no me canso de decir que el presente hay que saborearlo y estrujarlo, dejando el pasado como experiencia que nos ayude a actuar de mejor forma sin tropezar en los mismos escalones, y el futuro como momento donde cuajen todas nuestras ilusiones del hoy, llegan ahora los estudios de la Universidad de Pittsburg, publicado en la revista “Neuron”, que establece que nuestro cerebro sólo puede pensar en el pasado y en el futuro, porque es incapaz de hacerlo sobre el presente. O sea, que tecleando esto parece que estoy con la mente atrás o adelante, pero no en el sitio que creo estar.
Veamos qué fundamento se utiliza para este drástico vuelco. Se dice que el descubrimiento supone un gran avance para el estudio del Alzheimer y la esquizofrenia. No lo dudo pero espero que no nos volvamos locos en el empeño. Se analiza para ello, las señales cerebrales asociadas con la metacognición, es decir, la habilidad humana de monitorizar y controlar la cognición, de “pensar sobre el pensamiento”.
Parece un juego de palabras que no nos conduce a nada, ¿verdad? Pues sigamos con la investigación para ver si podemos finalmente comprenderlo. Se parte por identificar el área del cerebro que utiliza las decisiones pasadas y sus resultados para guiar las acciones futuras. Pero en el proceso de estas actuaciones está el quid de la cuestión. Es decir, que el cerebro para actuar ahora debe mantener un seguimiento de las decisiones que hemos tomado en el pasado y cómo funcionaron, y por eso mismo debe pensar continuamente. Estamos todo el rato tomando decisiones, pensando sobre otras cosas a medida que nos movemos por la vida. Es por eso que no podemos centrarnos en el presente, pues es imposible que dejemos de hacer planes, tal y como explica el científico Marc Sommer. Abunda en la apreciación de que nuestra vida interior y las experiencias mentales que generamos son mucho más ricas que el momento actual concreto.
Pero entonces ¿qué ocurre en lo que yo ahora mismo creo que es presente? Tan solo un ejemplo me lleva claramente a entenderlo, cuando se hace distinguir lo que es “vivir el presente” y “vivir centrados en el momento actual”. Si nos ponemos a beber agua, debemos centrarnos en esto y nada más; si caminamos, centrándonos en ello exclusivamente. Pero esto no es vivir el presente, que es mucho más rico y amplio que el acto puntual que realicemos. El pasado está vivo dentro de cada uno en todo instante y el futuro también. Al final, todo forma parte del presente. Se amplía la conciencia lo máximo posible para abarcar el momento actual y, al mismo tiempo, todo tu pasado y tu futuro.
La razón es evolutiva y aunque no podamos detectarlo, el cerebro ahorra energía y tiempo, de modo que cuando vamos a actuar ahora, sin darnos cuenta, se repasa mentalmente la experiencia acumulada, decidimos y de forma simultánea, sin darnos cuenta del proceso, la mente ya piensa en lo realizado, procesando lo seguido para usarlos como experiencia para el futuro. Cinco segundos en los que, sin darnos cuenta, dejamos de vivir estrictamente en el presente. Cinco segundos que se repetirán cada vez que afrontemos una nueva decisión.
«Cogito ergo sum» («pienso, luego existo»). René Descartes.