Si el territorio español es variopinto y merece conocerlo en toda su extensión para disfrutar de los encantos y grandezas que cobija, cuando te adentras en el Principado de Asturias descubres que eso de ser un paraíso natural se queda corto por la combinación que tiene de cultura, naturaleza y gastronomía, en el variopinto territorio de montaña y litoral que mira al Cantábrico, con gente encantadora que, cuando te conocen, se abren para darte la satisfacción de encontrarte como en casa, y con amigos de corazón que ganas para toda la vida. No me extraña que esta tierra conquiste a cuantos lleguen y, hasta el famoso director de cine Woody Allen se viera envuelto de su encanto diciendo que sería el lugar donde le gustaría jubilarse.
He acudido varias veces a este refugio norteño para coger fuerzas, pasar buenos momentos con amigos y, de paso, disfrutar paseando con todo lo que se me presenta en el camino. Ahora llego nuevamente y, con mi cámara en mano, me propongo relataros la estancia.
Entre el mar y la montaña Oviedo se convierte en la ciudad donde me alojo y desde la que hago fugaces salidas para visitar los alrededores. La capital del Principado brinda la oportunidad de experimentar grandes sensaciones pues sus dimensiones permiten que se recorra fácilmente para conocer cada uno de los muchos rincones en los que advertir sensaciones diferentes. Una ciudad monástica, regia y jacobea, faro de la cristiandad en la Baja Edad Media, y que hoy en día brilla con luz propia. En ella se basó Leopoldo Alas «Clarín» para escribir su obra maestra: La Regenta, mujer apasionada y sensual que atrae la atención, te envuelve y conquista acudiendo a esa grandiosa escultura que se encuentra junto a la Catedral ovetense.
Por el casco antiguo peatonal puede pasearse con auténtico placer, y en mi caso lo hago desde la Universidad hasta la parte más interior, en un recorrido que sorprende gratamente.
El edificio histórico de la Universidad de Oviedo se encuentra en la calle San Francisco, una institución que fue fundada a fines del siglo XVI por el arzobispo católico Fernando Valdés Salas, Inquisidor general de las Españas. En este edificio, que fue diseñado en el año 1574 por el arquitecto Rodrigo Gil Hortañón, se iniciaron las actividades universitarias en el año 1608 con la facultad menor de Artes y las tres mayores de Cánones, Leyes y teología, cumpliendo de esta manera la voluntad de Valdés, expresada en su testamento. Fue ya con posterioridad, en 1860, cuando se modificó la fisonomía exterior del edificio y se incorporaba una torre observatorio que pretendía ser utilizada para el desarrollo de trabajos e investigaciones de tipo meteorológico. En el siglo XX se hizo una importante ampliación del recinto, creando el que actualmente se conoce como patio de Isabel II. Pero resulta relevante indicar que durante la Revolución de octubre de 1934 se destruyó casi totalmente el edificio, siendo reconstruido nuevamente y redistribuidos los espacios de manera más funcional.
La edificación, que posee una planta cuadrangular casi perfecta, incluye un patio central desde el que se distribuyen las distintas estancias. Un claustro con soportales por el que pasearon en otros tiempos los grandes de nuestra historia, como el Padre Feijoo o Clarín. Y en el centro se instaló, en el año 1908 una estatua que corresponde al fundador Valdés Salas, coincidiendo con el tercer centenario de la Universidad.
Actualmente, el edificio es ocupado por la Biblioteca central de la Universidad, por una colección pictórica permanente, y por diversos actos culturales, como exposiciones y conciertos. Sin lugar a dudas, no puede faltar la visita a este emblemático lugar.
Contigua a la Universidad está la plaza de Porlier, donde en su momento se levantó el castillo o fortaleza construida por Alfonso III el Magno para la defensa de la ciudad. En 1820, al inicio del Trienio Liberal, se la bautizó como Plaza Porlier en honor del militar liberal Juan Díaz Porlier («el Marquesín»), cuñado de José María Queipo de Llano y Ruiz Saravia, que de batallar heroicamente a los franceses en la invasión napoleónica acabó colgando de la horca absolutista en 1815 por su tentativa de restaurar la Constitución de 1812 en la ciudad de A Coruña. Al llegar a la misma es curiosa una escultura de bronce (de las muchas que están repartidas por la ciudad), que representa a un señor de mediana edad en actitud de descanso, ataviado con un abrigo y sombrero, y cargado de maletas. Un claro monumento al viajero, como así es generalmente conocida, y con el que podemos identificarnos todos aquellos que visitamos la ciudad. La obra es del escultor Eduardo Úrculo, denominada «El regreso de Williams B. Arrensberg«, un escritor norteamericano amigo del primero, que fue instalada en la plaza en el año 1993.
En este espacio de la plaza encontramos el Palacio de Camposagrado (levantado por el Marqués de Campo Sagrado José Manuel Bernaldo de Quirós), del siglo XVIII, otra de las joyas de Oviedo que fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1943; fue hasta hace poco la sede de la Audiencia Provincial y actualmente alberga el Tribunal Superior de Justicia. Se trata de un palacio de estilo barroco, que posee dos fachadas visiblemente diferenciadas: la que da acceso al palacio, en la referida plaza de Porlier, y la otra que se encuentra justo enfrente al Palacio de Valdecarzana, que luego referiremos.
En la esquina donde desembocan la calle San Francisco y la calle Ramón y Cajal se alzan los edificios de Telefónica, de la mano clasicista del arquitecto Jesús Álvarez de Meana, y el Palacio del Conde Toreno o Palacio de Mallezza, casa natal del político liberal y aristócrata José María Queipo de Llano y Ruiz de Saravia, séptimo conde de Toreno, actualmente sede del Real Instituto de Estudios Asturianos. Este edificio es del siglo XVII, de un estilo muy típico de Asturias; restaurado en 1957, se colocó posteriormente en su fachada una placa de conmemoración que recuerda que allí nació José María Queipo de Llano. Cierra la plaza el Teatro de la Filarmónica, abierto en 1944 en los años de la autarquía con el criterio clasicista de Ramón González Villamil, sede hoy de la Sociedad Filarmónica de Oviedo (creada en 1907).
La plaza de Porlier da paso a la Plaza de la Catedral, con la que se comunica a través de la calle Eusebio González Abascal, que cierra no de sus laterales. La Catedral, con su impresionante torre, es el centro del casco antiguo de Oviedo. Pero la hermosura de la plaza no es solo por este carismático monumento, bello por sí mismo, sino también por el conjunto de nobles edificios que delimitan el entorno. Entre ellos destaca la capilla de la Balesquida, que tiene su origen en el siglo XIII. A su izquierda, la Casa de los Llanes, edificio barroco del siglo XVIII, y a su lado el Palacio de la Rúa o del Marqués de Santa Cruz, del siglo XV, que es la edificación civil más antigua de la ciudad, gracias a que sobrevivió al incendio que en 1522 asoló Oviedo.
El lateral izquierdo de la plaza lo forman tres edificios. Destaca el Palacio de Valdecarzana y Heredia, de los siglos XVII y XVIII, un edificio barroco de tres plantas que acoge dependencias del Tribunal Superior de Justicia de Asturias.
De la Catedral de San Salvador de Oviedo podríamos decir que cuenta con trece siglos de historia si tenemos en cuenta que el primer templo que se erigió en el solar actual data del siglo VIII, en tiempos del rey asturiano Fruela I. Esta primera iglesia fue parcialmente destruida por un ejército musulmán cordobés en su ataque a Oviedo en el año 794, para pocas décadas después mandarse a edificar en el mismo lugar -por el monarca asturiano Alfonso II– un gran complejo religioso-palatino constituido por un nuevo templo catedralicio (San Salvador), la iglesia de Santa María, la de San Tirso y la Cámara Santa, junto a algunas residencias palaciegas. Con las sucesivas ampliaciones de la catedral fueron absorbidas. De San Tirso queda el muro del ábside central, con su polémico ventanal de tres vanos con columnas, rodeado por alfiz. Lo de la polémica viene porque el alfiz se ha considerado invento musulmán y en esas fechas tan tempranas no había podido llegar a Asturias por lo que estos restos de San Tirso, según se dice, no serían de comienzos del siglo IX sino del X o respondería a una restauración añadida en este siglo.
Durante el siglo XIV comienza la construcción de la Catedral gótica, demoliéndose la anterior basílica románica y prerrománica. Una obra que recibe un impulso definitivo siendo obispo Gutierre de Toledo (1377-1389). La construcción se finaliza a mediados del siglo XVI, con el remate de la torre, ya en un gótico tardío. En definitiva, puede decirse que la construcción de la actual catedral dura unos cuatrocientos años, con especial intensidad durante el siglo XV, una época en que domina el estilo conocido como gótico florido o flamígero.
Es una de las escasas catedrales góticas que cuenta con una sola torre, que en este caso tiene una altura de 70 m. Parece ser que el presupuesto se agotó antes de que se pudiera construir la segunda torre.
El edificio se distribuye en tres naves, la central mayor y las laterales con capillas entre los contrafuertes, precedidas por un pórtico. El destacado crucero imprime forma de cruz latina a la planta, coronada por una cabecera poligonal en la que se inserta la girola (nave que rodea el ábside). La articulación vertical del muro, mediante arcos apuntados para separar las naves, un triforio ciego y un claristorio con vidrieras decorativas. Todo el templo (naves y capillas) está cubierto con bóvedas de crucería, entre las que destacan las ochavadas de la nave mayor.
La expansión que tiene esta plaza he podido constatar que es más reciente. Y en esa amplitud circula La Regenta, obra escultórica hecha en bronce, de Mauro Álvarez Fernández, datada en 1997. Se trata de una estatua a tamaño ligeramente superior al natural, que recrea a una dama de finales del siglo XIX (representando a Ana Ozores), situada directamente sobre el pavimento, con una placa a los pies. Como señalaba al comienzo, es un homenaje al personaje y a la obra en general del gran literato Leopoldo Alas «Clarín».
Continuamos el paseo hasta la plaza de la Constitución, que tiene forma cuadrangular, y en la que se encuentra el Ayuntamiento y la iglesia de San Isidoro el Real, que es una antigua iglesia levantada entre 1578 y 1740, del colegio de los jesuitas, y que se extendía a su izquierda en el lugar ocupado hoy por la plaza del mercado.
Muy cerca de esta iglesia está la plaza del Fontán, con edificios, recientemente rehabilitados, que forman una plaza porticada y que constituye una de las zonas más entrañables de la ciudad.
Otra plaza famosa en este espacio es la de Daoíz y Velarde que acoge otra obra en bronce, de Amado González Hevia “Fávila”, datada en 1996, que en este caso homenajea a las mujeres que tradicionalmente vendían lo mejor de su huerta en el mercado que todavía tiene lugar los jueves y sábados.

Destaca una preciosa estatua a tamaño natural que se encuentra justo en medio de la plaza. Es una obra de Manuel Linares, denominada «La Lechera«, y representa a una burra bebiendo agua en un calderito y una lechera a su lado, con varios cántaros de leche. Esta figura de bronce, que impresiona por su nivel de detalle y por la viveza que denota, es una especie de homenaje a las lecheras de antaño.
Allí están también otras esculturas en bronce: “Pescadera” (obra de Sebastián Miranda, y está datada su inauguración en 2005) y “El vendedor de pescado” (donada por el escultor José Antonio Garcia Prieto “Llonguera”). Puede advertirse que esto de las esculturas en Oviedo es una constante, luciendo en sus rincones y mostrando la sensibilidad que tiene la ciudad al arte. Más de cien estatuas salpican las calles de Oviedo y todas ellas guardan una historia, un secreto y un increíble atractivo para los visitantes.
Cerca de este espacio está la calle Mon, que muestra una magnífica perspectiva de la Catedral y su torre. A través de la calle Máximo y Fromestano se conecta Mon con la plaza del Paraguas, llamada así por la forma del tendejón levantado en su centro, construido para cobijar a las vendedoras del mercado de la leche que se situaba en ese lugar durante la primera mitad del siglo pasado.
Igualmente, desde la calle Mon y en suave pendiente en dirección a la Catedral se llega a la calle de Santa Ana, donde se encuentra el Palacio de Velarde, que es hoy el Museo de Bellas Artes de Asturias.
Tras visitar el casco antiguo, podemos hacer un descanso para reponer fuerzas y qué mejor zona que acercarnos a la calle Gascona, en el mismo corazón de Oviedo, y que constituye una de las de mayor tradición de la capital del Principado, posada de gascones llegados a Asturias desde la Francia y que eligieron estas calles para vivir y comerciar. Hoy es centro de la gastronomía asturiana: la fabada, la sidra y otros manjares de la tierra, servido con un personal entrañable, te devolverá las energías gastadas en el recorrido que hemos hecho y, al mismo tiempo, nos hará ver que esta Asturias tiene mucho de encanto.
De aquí a la zona comercial moderna, situada en las calles Uría, Pelayo y adyacentes. No reparo en detalles comerciales que nos descubriría que en la capital asturiana se encuentra igualmente todo ese conjunto de firmas que abundan por doquier y, por tanto, con saber que aquí también existen basta. Me referiré a algunos aspectos propios de la singularidad que me aporte el paseo por esta zona.
El punto de partida está en la plaza de la Escandalera, que se encuentra rodeada de edificios históricos como el mítico Teatro Campoamor o la sede de la Caja de Ahorros de Asturias, así como el Campo de San Francisco, un verdadero pulmón en la ciudad.
En el centro de la plaza se encuentra una gran fuente ornamental, y la escultura llamada «la Maternidad«, realizada por Botero. Otra de las esculturas de la plaza son «los Asturcones«, tres caballos de bronce realizados por Manolo Valdés.
Esta plaza se construyó en el siglo XIX, y desde entonces ha tenido diferentes nombres, pero curiosamente se ha quedado con el nombre de «Escandalera» en conmemoración a las protestas urbanísticas que acaecieron en ella con motivo de la alineación de la primera casa construida en la esquina de las calles San Francisco y Fruela.
El Campo de San Francisco es un gran parque público y el principal pulmón verde de la capital de Asturias. Su trazado es de principios del siglo XIX pues Oviedo, entonces en plena expansión, transformó los terrenos que constituían el antiguo huerto-jardín del Convento de San Francisco en su parque urbano. Su extensión es de unos 90.000 m2, con un trazado de amplios paseos entre los que se intercalan caminos sinuosos. La vegetación se caracteriza por altos árboles, entre los que destacan castaños, plátanos, robles y negrillos.
El parque cuenta con diversos monumentos. Sobresalen, entre los muchos que tiene, el dedicado al escritor Clarín y las ruinas de la portada románica de la antigua iglesia de San Isidoro; de las esculturas en bronce me voy a referir a la erigida a la torera, obra de Mauro Álvarez Fernández e instalada en esta ubicación en el año 2002, que representa a una fotógrafa profesional que durante años ofreció sus servicios a los asiduos al parque, con su cámara y su caballo de cartón, útil para mantener la atención de los modelos más pequeños.
Y, desde el año 2014, este Campo cuenta con una visitante excepcional, a la que se acerca -nos acercamos- ciertamente sorprendidos todos los paseantes del lugar. Se trata de la escultura de Mafalda, obra de Pablo Irrgang, que constituye una pieza gemela de la que desde hace años hay en el barrio porteño de San Telmo. La pequeña creación de Quino está instalada frente al estanque de los patos, y representa a Mafalda pensativa y sentada en un banco, fabricada en resina epoxi reforzada con fibra de vidrio, un material perfecto para soportar las inclemencias del tiempo. Esta coloreada y mide 80 centímetros.
El Teatro Campoamor es el teatro de ópera de Oviedo, fundado en el año 1892, y es el escenario de la entrega de los premios Princesa de Asturias. El teatro, de estilo neoclásico, se ha convertido en el símbolo cultural de Oviedo y de los ovetenses, cuenta con un amplio número de espectáculos a lo largo del año. No obstante la fisonomía actual, debe decirse que a lo largo de la historia ha sufrido diversas modificaciones. Así, en 1916 se amplio el aforo del teatro y se reestructura el interior. Pero en la revolución de 1934 y la posterior guerra civil, el teatro queda reducido a escombros, y tan solo queda en pie parte de la fachada principal. Terminada la guerra se inicia la reconstrucción y vuelve a abrir sus puertas en septiembre de 1948.
Dándonos la bienvenida al Teatro está una nueva escultura: “Esperanza Caminando” (Julio López Hernández, 1998). Se trata de una estudiante que camina distraída leyendo un libro mientras sujeta una carpeta. Al no percatarse de nuestra presencia lo que sí podemos hacer es compartir la lectura.
Al lado del Teatro está otra de las estatuas más famosas por su extravagancia, coloquialmente llamada como “El culo”, aunque oficialmente reciba por nombre el de “Culis monumentalibus”, de Eduardo Úrculo, pintor y escultor afincado en Asturias.
Por las entrañas de esta zona nos encontramos con la Iglesia de San Juan del Real, una de las iglesias más llamativas y bonitas de Oviedo. Se trata de una basílica Menor y que después de la Catedral de Oviedo es uno de los edificios religiosos más importantes de la capital de Asturias. Se encuentra en la plaza Fernández Rubio y fue construida a principios del siglo XX concretamente entre los años 1912 y 1915 en un magnífico estilo neorrománico. Fue diseñado por Luis Bellido y construido en donde se encontraba una iglesia románica que fue derruida para levantar esta maravilla del patrimonio de Oviedo.
Esta iglesia presenta una planta en forma de cruz latina, con capillas laterales y una gran cúpula. En su exterior está recubierta con piezas de cerámica rojiza, ofreciendo una amplia variedad policromática. La fachada cuenta con dos torres cuadradas, que hacen la función de campanarios, y y una portada de estilo neorrománico con un gran ventanal. El interior, por su parte, destaca por sus hermosas vidrieras, columnas y frescos de la cúpula. Como curiosidad indicar que esta iglesia acogió la boda el día 23 de octubre de 1923 entre Francisco Franco y Carmen Polo. La única hija de dicho matrimonio, también fue bautizada en la misma iglesia.
Esperándonos está “D. Luis Riera Posada (Alcalde de Oviedo)” sentado en un banco en la puerta de la Iglesia, obra del escultor asturiano Manolo Linares. Una obra más en bronce que decora la ciudad ovetense.
Otra curiosidad de este templo me la despeja un ciudadano que se me acerca cuando estoy fotografiando la iglesia. Me pide que me fije en la parte alta de la iglesia por si pudiera detectar algo. No consigo ver nada hasta que me hace hincapié en un determinado lugar en el que, efectivamente, aparece un obús incrustado que -según me dice- no explosionó en el momento que pretendía destruir el templo en plena guerra civil. El amable ciudadano me avisaba de que no era muy conocida esta curiosidad y, efectivamente, no he podido encontrar referencia a ello en los múltiples relatos que existen sobre el patrimonio de la ciudad de Oviedo.
Retomamos la vuelta por la calle Uría, una de las principales arterias de la ciudad que llega hasta la Estación del Norte. Con ser comercial, si realmente me llama poderosamente la atención es por sus edificaciones que, sin duda, entonan perfectamente con una ciudad como Oviedo. Me referiré a una edificación en concreto, las casas del Cuitu, de estilo modernista y decorado con motivos mitológicos en toda su fachada; se construyó entre 1913 y 1917, siendo su diseño de Ulpiano Muñoz.
Ubicada en la calle Milicias Nacionales, casi esquina con Uría, se encuentra la famosa escultura a Woody Allen, realizada en bronce por Vicente Menéndez Santarúa, datada en 2003. La obra trata de ser un homenaje de la ciudad de Oviedo al famoso actor, guionista y director de cine estadounidense, en seña de agradecimiento por los elogios de éste a la capital del Principado de Asturias. Las palabras que en su momento pronunció lo dicen todo: “Oviedo es una ciudad deliciosa, exótica, limpia, agradable, tranquila y peatonalizada, es como si no perteneciera a este mundo, como si no existiera… Oviedo es como un cuento de hadas”.
Y como curiosidad general en toda la ciudad están sus luminarias, farolas isabelinas que le dan cierta solemnidad y elegancia, reflejo del espíritu que impregna una urbe limpia y bella, pues no obstante en la ciudad española que recibe el premio a la más limpia de las españolas.
De la ciudad voy a resaltar algo más, en este caso como lugar para la estancia temporal. Me refiero al Hotel de la Reconquista, que ocupa un singular edificio del siglo XVIII, calificado como Monumento Nacional, que fue antiguo hospicio y hospital del Principado de Asturias. Su magnífica localización, en la zona residencial y comercial más noble de la ciudad de Oviedo, constituye una primera característica que distingue y diferencia a este hotel. Fue inaugurado en el año 1973 tras una completa rehabilitación que mantuvo la traza y los elementos arquitectónicos más relevantes de la construcción anterior.
Es momento de descansar para un nuevo relato que comprenda el recorrido realizado por la provincia.
Encantada he quedado con el buen paseo que nos has regalado. Conozco algún que otro Pueblo Asturiano, que antaño visité en compañía de mis padres y hermanos, precisamente y aunque ganas no me faltan, jejeje eso si, en Verano, no conozco Oviedo. Tampoco conozco a nadie que después de visitar Gijón no haya contado otra cosa que verdaderas maravillas de dicha Ciudad.
Muchas gracias por compartir e ilustrarnos.
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Gracias por tu comentario y ánimo, nunca es tarde, Oviedo es una ciudad hospitalaria y preciosa. Un saludo.
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