La segunda parte que dedico a esa hermosa y única capital que es París va a ser para recorrer ese río Sena que le atraviesa y que me permite conocerla desde otra perspectiva diferente. En el embarcadero situado a los pies de la Torre Eiffel salgo en uno de esos cruceros acondicionados para este viaje turístico por la compañía Bateaux Parisiens, en dirección a la Ile de la cité (isla de la ciudad), punto que servirá de retorno en el recorrido fluvial pero que a mí me permitirá proseguir con mi relato del pasajero recorrido que he realizado por la vertiente Este de la ciudad.
En una hora de duración se disfruta de unos paisajes únicos. Aunque el recorrido es menor, hay que destacar que a lo largo de los 13 kilómetros del río que transcurren por la ciudad existen 37 puentes y pasarelas de todo tipo, desde los más antiguos construidos en piedra hasta los más sobrios y recientes realizados en metal.
Dejamos atrás, aproximadamente a unos novecientos metros, el pont de Grenelle, que une las dos orillas del rio Sena. Sirve de unión a los distritos XV y XVI por la rue Linois, en el primero, y por la rue de Boulainvilliers, en el segundo. La anchura del rio en esta parte permite que exista la alargada Isla de los Cisnes, en la que se encuentra la famosa Estatua de la Libertad, que fue regalada a Francia por la comunicad americana para celebrar el centenario de la Revolución Francesa. Fue inaugurada en 1885 aunque, eso sí, en sentido inverso al que tiene actualmente, contemplativa del centro de París; luego respetaron el deseo del escultor Barholdi y la Libertad francesa saluda ahora a su hermana americana. Se trata de una estatua de bronce que mide el arto de su hermana de Nueva York.
En el inicio del trayecto por el río encontramos bonitas vistas, como la que nos brindan algunos barcos amarrados a las orillas del río.
Tras cruzar la Pasarela Debilly nos encontramos con el puente de l´Alma, construido por Napoleón III, quien le dio el nombre de su primera victoria militar. Un puente que sin ser el más bello de la ciudad ni tan siquiera el de mayor dimensión, tiene su interés por aquello de que aquí los parisinos comprobaban el crecimiento del caudal del río, realizando las mediciones mediante la estatua de un zuavo (soldado de la infantería) que se encuentra tallada en uno de los pilares del puente (en sus orígenes el puente contaba con cuatro estatuas de soldados colocadas en cada uno de sus extremos). Así, se nos dice que en la inundación de 1910 el cauce del Sena llegó hasta los hombros del zuavo.
Hoy en día tiene también otro atractivo más maquiavélico. La gente se acerca a este puente para visitar el túnel en el que la princesa Diana perdió la vida. Y en la parte superior del túnel se puede ver la Llama de la Libertad, un monumento con el que América agradeció a Francia la restauración de la Estatua de la Libertad, pero que muchos utilizan para colocar sus ofrendas a la princesa fallecida.
El siguiente puente que alcanzamos es el des Invalides, que curiosamente no conduce al edificio del mismo nombre. Está constituido por cuatro arcos que sortean el río con tres apoyos. Todos los pilares están decorados con trofeos militares y escudos de armas imperiales.
Continúa el recorrido acudiendo al puente que más me entusiasma por su belleza y diseño: el pont d´Alexandre III, que fue inaugurado para la Exposición Mundial de 1900, e inscrito en la lista de monumentos históricos. Se encuentra situado entre la explanada de Los inválidos y el Grand Palais y el Petit Palais. Lleva el nombre del zar ruso en honor a la alianza entre ambos países. Cuatro grandes columnas de 17 metros de altura rematadas por estatuas de Pegasos en bronce dorado que se encuentran en las extremidades del puente, que simbolizan el éxito de las artes, las ciencias, el comercio y la industria; y 32 columnas de alumbrado de hierro forjado a modo de candelabros que iluminan el puente. Las de los extremos se encuentran rodeadas por ángeles. Todo un prodigio del buen gusto. No puede extrañar ver a parejas de novios que realizan su reportaje de boda en este emblemático lugar.
Seguimos para llegar al puente de la Concorde, construido en parte con las piedras obtenidas de la demolición de la Bastilla, luego de los sucesos que desencadenaron la Revolución de 1789. Ofrece unas vistas excepcionales de la Plaza de la Concorde y la Asamblea Nacional o Palacio Borbón.
Tras la passarrelle Leopold-Sédar-Senghor llegamos al puente Royal e, inmediatamente después, el pont de Carrousel. El Royal es el tercer puente más antiguo de la capital francesa, construido entre octubre de 1685 y junio de 1689, y junto a estos otros ha sido catalogado de Monumento Histórico de Francia.
Este puente de piedra fue construido de octubre de 1685 a junio de 1689 y, durante mucho tiempo, el Pont Royal fue el único puente sobre el Sena en la ciudad de París conjuntamente con el Pont Neuf y el Pont Marie. Su financiación fue soportada por los caudales del Rey Louis XIV, teniendo en cuenta que el palacio del Louvre era, por aquellos entonces, Palacio Real, que al estar cerca de este puente y por ser el rey quien sufragara los gastos, tomó el sobrenombre de Pont Royal.
Tiene cinco arcos y mide 110 metros de largo y 16 metros de ancho. Una escala hidrográfica indica el nivel de las grandes inundaciones del Sena y es visible bajo el último pilar de cada orilla. Actualmente permite el tráfico peatonal y rodado.
Como Puente Real que era no se libró de ciertos politiqueos de baja estopa cuando llegó la Revolución Francesa. Los jacobinos le cambiaron el nombre y pasó a llamarse Pont National. Con la llegada del Imperio Napoleónico de nuevo cambió de nombre y se le llamó Pont des Tuilleries. Tras la caida de Napoleón y la vuelta del Rey Louis XVIII, éste devolvió su antiguo nombre al puente. Desde entonces, el puente ha sobrevivido a innumerables catástrofes naturales y sólo ha necesitado una restauración, en 1850, cuando se eliminó la importante joroba que tenía en el centro.
La versión antigua del puente de Carrousel fue construida en el año 1831 bajo el nombre de Pont des Saints-Peres (Puente de los Santos Padres), nombre que se usó muy poco porque ya, en su inauguración, el propio rey Louis Philippe I lo apodó como Pont du Carrousel.
La versión moderna, construida en 1930 ya llevó el nombre con el que se le conoce actualmente, Pont du Carrousel, que lo tomó precisamente del arco del Triunfo del Carrousel que está situada apenas a unas decenas de metros del puente. Otros lo conocen como el Pont du Louvre, por dar a una de las fachadas del edificio del famoso museo.
En cada esquina del puente hay una escultura de Luis Petitot que representa a la Abundancia, la Industria, el Sena y la Ciudad de París.
El próximo puente es el des Arts, también llamado pasarela de las Artes, es una obra de ingeniería, construido en madera y hierro que une el Instituto de Francia y el museo del Louvre. Construido entre 1801 y 1804, fue el primer puente de hierro de la capital. Es peatonal, lo que permite un paseo perfecto, ofreciendo unas perspectivas magníficas del Sena y de los monumentos que lo bordean.
De aquí al pont Neuf, el más antiguo de París, además del más largo por sus 232 metros de longitud. Concluido entre 1587 (Catalina de Médicis puso la primera piedra) y 1607 fue el primer puente de piedra que se edificó en París, constituyendo toda una novedad para la época. Antes de su construcción sólo había dos pequeños pasos de madera en muy malas condiciones para cruzar desde Ile de la Cité a ambas orillas.
Atraviesa Ile de la Cité en su extremo oeste, lo cual determina dos tramos de 7 y 5 arcos, adornados por 384 mascarones, máscaras grotescas esculpidas en sus cornisas.
Al girar la Ile de la Cité, nos encontramos con otros puentes a destacar. Es el caso del puente au Change, que conecta el Palacio de Justicia y la Conciergerie con la margen derecha del río. Tiene 103 metros de largo y 30 de ancho, lo que le convirtió durante mucho tiempo en el puente más ancho de la capital. Se sostiene gracias a tres arcos similares de 31 metros cada uno. En la unión de los arcos y sobre los pilares se observan unos medallones con una N mayúscula en su interior que hacen referencia a Napoleón III.
Pero llegados a la Ile de la Cité, hay que referirse necesariamente a este entorno de la capital parisina. La Isla de la Ciudad es la cuna de París, la isla más grande del Sena donde 200 años a.C. se instaló la tribu celta de los parisii y fundó su ciudad. Tras convertirse en una ciudad fortificada, la isla tuvo que soportar los ataques continuos de las tropas normandas. Durante la Edad Media la ciudad ya poseía un importante núcleo de población, y se convirtió en el centro político, cultural y espiritual de Francia.
Además de los edificios históricos (como ocurre con la Catedral Nôtre Dame, la Conciergeríe, o la Sainte Chapelle), la Île de la Cité ofrece agradables calles y plazas para pasear en las que se pueden encontrar hermosos lugares como el mercado de las flores de la Place Louis Lépine. Pasear por todo este entorno te lleva a congratularte con este mundo parisino, advirtiendo la presencia improvisada de esos músicos que alegran al visitante o la multitud de vendedores que se concentran alrededor del río para brindarnos libros, pinturas, souvenirs, en ese particular establecimiento que constituyen los cajones adosados a los muros que siguen el trayecto fluvial.
La Plaza de la Catedral de Nôtre-Dame, tiene en el centro una placa de bronce que señala el centro geográfico administrativo de París (el kilómetro cero), desde donde se miden todas las distancias kilométricas del país. Bajo la plaza se puede visitar a lo largo de 117 metros la cripta arqueológica, las ruinas de numerosas casas de los siglos XVI y XVII, y la iglesia merovingia de Saint Etienne.
Nôtre Dame dicen que es el monumento más bello de la ciudad. En el siglo VI se erigió una basílica cristiana que tuvo que ser destruida por una de las muchas invasiones normandas en el siglo IX, si bien pronto fue reconstruida, ampliada y embellecida. Fue Luis IX y el canónigo Maurice de Sully quienes decidieron que ya era momento que la ciudad poseyera una catedral digna para celebrar actos religiosos y acoger a los muchos fieles con que contaba la ciudad por entonces. Y prontamente se convertiría en el escenario de un número considerable de acontecimientos que cambiarán el curso de la historia.
Durante los casi dos siglos que dura su construcción todas las técnicas y estilos de la arquitectura gótica se utilizan en su diseño. El trabajo a lo largo de los años de múltiples obreros de todos los oficios lleva a que Nôtre-Dame cabalgue entre dos épocas de la arquitectura religiosa (la última gran catedral con tribuna y la primera con arbotantes, y la fachada es de transición). Con la Revolución se confiscan los ornamentos litúrgicos porque el Estado necesita el oro, incluso se funden todas las campanas, a excepción de la campana mayor, pues el ejército necesita bronce para sus cañones.
De este modo la catedral está en continuo cambio hasta que en 1802, Napoleón, al rendirle culto se da cuenta del lamentable estado en el que se encuentra después de tanto cambio, y para su coronación deciden “vestirla” con tapices y banderas que disimularan sus desnudos muros.

Viendo el panorama Victor Hugo, indignado, incita mediante su gran obra «Nôtre-Dame de París» a escritores, artistas y políticos, a pedir a Luis Felipe una restauración completa del edificio, la cual se encomendará a Viollet-le-Duc.
La planta de Nôtre Dame es de las más sencillas: una larga nave central y un coro cruzados por un gran transepto, y flanqueados a todo lo largo por dos naves laterales. Resulta ser que esta catedral no es ni la más amplia ni la más alta que nos haya legado el arte gótico pero es sin duda alguna, una de las más armoniosas donde caben más de 9.000 personas.
La fachada central se compone de tres plantas superpuestas que se completan con dos torres cuadrangulares. La primera planta consta de una triple portada, coronada por la Galería de los Reyes en el centro.
La Portada del Juicio (en el centro) está dominada por una estatua más bien modesta de Cristo enseñando a sus apóstoles.
La Portada de la Virgen (a la derecha), presenta a la Virgen madre majestuosa con la serpiente a sus pies. Los tres profetas y los tres reyes llevándola a los cielos, la muerte y la coronación.
La Portada de Santa Ana (a la izquierda) está formada en gran parte por piezas escultóricas del siglo XII.
Encima de las portadas se extiende la Galería de los Reyes de Judá y de Israel antepasados de Cristo según San Mateo. Las 28 estatuas que miden 3,5 metros de alto, fueron destruidas en 1793 durante la Revolución, pues los revolucionarios las confundieron con las de los reyes de Francia. Reconstruidas por Viollet-le-Duc, en 1977 se encontraron una veintena de las cabezas originales. Una galería calada une las dos torres cuadrangulares. Se la conoce como la Galerie des Chimiéres, a la que se puede subir a través de unas estrechas escaleras, y tener al lado las gárgolas más famosas de todas. Las vistas de la ciudad son espectaculares Desde una de las torres se puede visitar el campanario con la enorme campana de 16 toneladas que se llama Emmanuel, que solo suena en ocasiones muy especiales.
En las capillas de las naves laterales pueden apreciarse grandes telas de temas religioso, llamadas «mays», que el gremio de orfebres ofrecía todos los primeros de mayo a la catedral desde 1630 a 1707.
En la parte trasera de la catedral se abre una plaza ajardinada, la Square Jean XXIII, que hasta el siglo XIX estaba cubierta de casas. En esta parte podemos ver la Portada de San Esteban, el tímpano ilustra la vida y lapidación del santo.
En el extremo de la isla se encuentra el puente de Sully, que está edificado en dos tramos que unen la isla con el Pabellón del Arsenal, en la margen derecha del Sena, y con Instituto del Mundo Árabe, en la margen izquierda. El tramo sur está compuesto por tres arcos de hierro, mientras que los arcos del tramo norte son de piedra. En el costado del muelle se encuentra la inscripción “1910” que indica el nivel histórico alcanzado por las aguas del Sena en la inundación de enero de ese año. El puente de Sully ofrece una de las vistas más pintorescas de los muelles de la isla Saint-Louis y sobre la cabecera de la catedral Notre-Dame.
Atravesando este puente y caminando por el Boulevard Henri IV llegamos a una nueva plaza, la de la Bastilla, a la que nos referimos al principio.
Tras la demolición, este emplazamiento se convirtió en un símbolo de libertad y se propuso en 1792 la construcción de una columna en honor a ella. Finalmente esta columna no se construyó y en lugar de ello en 1794 se instaló una guillotina en la que fueron ejecutadas 73 personas. Tampoco prosperó el proyecto que tuvo Napoleón en 1808 de construir una fuente en forma de elefante de bronce, que quedó en una mera maqueta a tamaño real en yeso del elefante, destruida en 1846.
En 1833 se volvió al proyecto inicial de construir una columna por mandato de Luis Felipe I de Francia, esta vez para conmemorar las víctimas de la Revolución de 1830. Se trata del monumento que en la actualidad se encuentra en el centro de la plaza. Este monumento llamado «La columna de Julio» (La colonne de Juillet) mide 52 metros de altura y está coronada por una estatua dorada de un genio con una antorcha en la mano derecha y una cadena rota en la izquierda, símbolo de la libertad.
Actualmente no queda nada de la Bastilla, salvo pequeños restos. Junto al monumento se alza el edificio de la Ópera de la Bastilla inaugurado el 14 de julio de 1989 coincidiendo con el bicentenario de la Revolución Francesa. La idea de la construcción fue del ex Presidente francés François Mitterrand que pretendía dar una visión más moderna y democrática de la lírica y la música clásica, en contraste de lo que representa la aristocrática Ópera Garnier.
El diseño vanguardista de la Ópera de la Bastilla es creación del arquitecto Carlos Ott, cuyo proyecto fue el elegido entre otros 750 diseños. Cuenta con una fachada acristalada muy moderna y llamativa. En su interior hay 5 escenarios móviles y un aforo para 2.700 personas.
En el recorrido circular que hemos hecho a la ciudad, transitamos por los Boulevard Beaumarchais, des Filles Du, y Du Temple, para llegar a una nueva e interesante plaza, la Place de la République. En ella se encuentra una estatua de 1884, instalada por la recién proclamada república en 1879.
La escultura es de Marianne, representativa de la madre patria francesa. Es de bronce, de unos diez metros de altura, sobre una base de piedra de quince metros de altura. En su base hay figuras que representan la libertad, la igualdad y la fraternidad, que son los valores de la república francesa y sus ciudadanos.
Si caminamos desde la Plaza de la República por el Bulevar Saint-Martin llegamos a la Porte Saint-Martin. Un arco de triunfo de 17 metros de altura construido en piedra caliza y mármol en la parte superior, que fue construido en 1674 por orden de Luis XIV para conmemorar sus victorias.
Siguiendo en la misma dirección, a la altura de la rue Saint-Denis nos encontramos con la Porte Saint-Denis. Otro arco de triunfo que mide unos 24 metros de alto y unos 5 metros de ancho. También lo mandó construir Luis XIV en 1672 sobre un bastión que había mandado construir Carlos V. Con él se conmemora la victoria sobre el Rin y sobre el Franco Condado. Está inspirado en el Arco de Tito en Roma.
Siguiendo la misma dirección nos adentramos en el Boulevad Montmartre, llegamos a los Passages Couverts, construidas, en su mayor parte, en el siglo XIX en medio de los edificios de la ciudad. Estas galerías acristaladas constituyen una curiosidad arquitectónica típica de París. Muchas de ellas están ocupadas por tiendas, salones de té, restaurantes… Son unas veinte en total, de las cuales la más antigua es el passage des Panoramas, construido en 1799. De las más emblemáticas es la galería Vivienne, cercana al Palais Royal.
Muy cerca se encuentra otra galería, la galerie Véro Dodal, que alinea sus tiendas chic, entre las que destaca la tienda-estudio de Christian Louboutin. El passage du Grand-Cerf, , con su estructura aérea de 12 metros de altura toda de metal, especialmente hierro forjado, es una de las galerías más espectaculares de París.
De aquí al barrio de Montmartre, que está situado en una colina de 130 metros de altura. Fue una localidad independiente hasta 1860 cuando pasó a convertirse en un distrito de París y hoy en día es famoso por la aglomeración de artistas y pintores que exponen y venden sus obras en la calle. Hay que decir que a finales del siglo XIX Montmartre adquirió mala fama por los cabarets y burdeles que se abrieron en el área, pero numerosos artistas como Monet, Dalí, Picasso, Van Gogh, Renoir, Degas y muchos otros, se trasladaron aquí atraídos por el ambiente moderno y convirtieron el lugar en el sitio que representa en la actualidad.
En la parte baja, donde se encuentran las plazas Blanche y Pigalle (con sus luces de neón anunciando shows y sex shops), hay una atmosfera diferente, un poco decadente, de fiesta y espectáculo, y es aquí donde se encuentra el famoso Moulin Rouge.
Pasear por Montmartre y sus calles empedradas y llenas de cuestas, es como viajar en el tiempo, sobre todo en la place du Tertre donde se pueden ver artistas callejeros que pintan escenas de la plaza y realizan retratos o caricaturas de los turistas. Es un lugar muy concurrido con numerosas terrazas, tiendas de recuerdos, restaurantes tradicionales y, como no, un gran ambiente.
En la parte más alta de este precioso barrio parisino se encuentra la basílica del Sacré-Coeur (Sagrado Corazón), monumento emblemático de la ciudad. Construida en travertino, con estilo romano-bizantino. La idea original de construir una iglesia católica romana dedicada al Sagrado Corazón fue desarrollada en Francia al final de la guerra Franco-Prusiana en 1870. La Basílica comenzó a construirse en 1875, siendo diseñada por el arquitecto Paul Abadie y fue continuada por otros arquitectos cuando muriera en 1884 pero no fue sino hasta 1914 cuando la construcción fue completada aunque la consagración no tuvo lugar hasta el final de la Primera Guerra Mundial.
Tiene forma de Cruz Griega y se destacan estos sectores: la nave central (de 80 metros de altura), el ábside (una torre cuadrada que hace de campanario y de albergue de una campana –la Savouarde– de 3 metros de diámetro ofrecida por la diócesis de Chambéry, que pesa 19 toneladas) y la cripta, con la misma disposición que la iglesia. El pórtico de la iglesia compuesto de tres arcos se encuentra coronado por dos estatuas ecuestres de bronce que representan los Santos nacionales de Francia, Juana de Arco y el rey San Luis IX, obra diseñada por Hipólito Lefebvre, destacándose además su portal principal con grandes puertas de bronce y diseños de follaje.
Aunque existen otras alternativas, merece la pena subirla a pie -197 escalones- e ir admirando el entorno. Además, no faltan esos músicos que, como me ocurría en la subida, deleitaban mis oídos escuchando al arpa canciones de Richard Clayderman, el famoso pianista francés.
Podemos ver cómo París tiene mucho para ofrecer, y ahora, cuando ya alcanzo el final de la visita, me queda por visitar las zonas comerciales más famosas. En el boulevard Haussmann encontramos las Galeries Lafayette, de visita obligada pues aunque no tengas pretensiones de adquirir nada, el simple hecho de visitar sus edificios te dejan sin aliento. En uno de ellos encuentras una magnífica sala central que permite ver las distintas plantas que comprende y una cúpula de ensueño. Subir a la terraza para divisar la capital parisina desde las alturas es otra razón para no perder la visita.
Y a continuación, Primtemps, un gran almacén que está menos abarrotado de gente que las galerías anteriores aun cuando cuenta también con marcas de altura en cuatro plantas. También dispone de una terraza de visita gratuita para deleitarse de las vistas panorámicas que ofrece.
Encontrarse en esta capital conociendo su historia y cultura lleva, creo que imprescindiblemente, a conocer sus alrededores más cercanos. A sólo 19 kilómetros al sudoeste de París se encuentra la ciudad de Versalles, mundialmente conocida por el palacio que alberga. Versalles es el último símbolo de la grandeza francesa, y el telón de fondo de la muerte de la monarquía en 1789.
Tras el magnífico Palacio de Versalles hallaremos la historia de toda una ciudad íntimamente ligada a la propia historia de Luis XIV y de Francia. El rey Luis XIII solía cazar en los bosques de los alrededores de Versalles. Le gustaba tanto la zona que en 1624 construyó allí una cabaña para cazadores, una construcción que fue el comienzo de lo que hoy en día se conoce como Palacio de Versalles. Con el transcurso de los años, el rey fue ampliando el palacio. Luego Luis XIV trasladó su corte al emplazamiento del pabellón de caza de su padre, creando así una residencia real, sede del gobierno y residencia de la nobleza de Francia. No se terminó de construir hasta después de la muerte del monarca en 1715, y sus cien hectáreas de jardín se dejaron en manos del diseñador y paisajista André Le Nôtre.
Dentro del Palacio podremos acceder a la galería de los espejos. Los arcos de la habitación están decorados con espejos donde se reflejan las ventanas con vistas a los jardines. En este lugar fue firmado el Tratado de Versalles que pondrían punto final a la Primera Guerra Mundial. También están las habitaciones del Rey y la Reina, la cámara de la Reina, que fue conservada tal como ella la dejó al abandonar Versalles en el año 1789.
La visita también nos permite conocer la Capilla donde se hacían diariamente las misas, la Ópera y por último un paseo por los hermosos jardines del Palacio (con una extensión aproximada de 800 hectáreas de terreno), perfectamente conservados y arreglados con árboles, plantas, esculturas, estanques y fuentes.
Con este post me has hecho darme cuenta de que conocía muy poco sobre París. No tenía ni idea ni de los muchos puentes que hay, ni de su historia, ni de que allí perdió la vida la princesa Diana, ni de que había una estatua de la libertad… ni de nada! Menos mal que ahora ya lo sé jajaja
Por cierto, he migrado mi blog y he perdido todos mis seguidores de WordPress. Me haría mucha ilusión si quisieses volver a seguirme. He colocado el botón para hacerlo en la barra lateral de mi nueva web. Muchas gracias!:)
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Gracias Judith. Seguiré tu nueva dirección. Un cordial saludo.
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