Aun con pocos habitantes (aproximadamente 10.000), Fátima tiene desde 1997 la categoría de ciudad en ese bello país que es Portugal. Todo obedece a la expansión económica que tiene desde que fuera inaugurado el santuario que atrae a millones de peregrinos. Un turismo religioso que ha revitalizado la zona pero que también atrae la curiosidad de muchas personas que desean saber y conocer el lugar de lo que se dice ocurriera en estos parajes.
Y es que en un lugar conocido como la Cova de Iria, el 13 de mayo de 1917, esto es, cumpliendo ahora un siglo, se cuenta que tres niños pastores (Lucía de Jesús, de diez años, y sus primos, Francisco Marto, de nueve, y su hermana Jacinta Marto, de siete), que vivían en la aldea de Aljustrel, recibieron la visita de la Virgen del Rosario, que se les apareció junto a la azinheira grande, la encina más grande del lugar. El milagroso suceso se repitió puntualmente todos los días 13 durante los cinco meses siguientes. Y en ellas hubo misteriosos mensajes, entre los que tienen mucho que ver acontecimientos sucedidos con posterioridad y que fueron anunciados con advertencias dadas por la Virgen.
El nombre de Fátima que tiene este lugar, es de claro origen árabe. Según la leyenda, durante la Reconquista cristiana, el caballero templario Gonçalo Hermingues, conocido como Traga-Mouros, se enamoró de Fátima, una mora cautiva durante una emboscada. Correspondiendo a este amor, la joven se convirtió al cristianismo, adoptando el nombre de Oureana.
En el siglo XVI, la localidad fue elevada al rango de parroquia de la colegiata de Ourém, integrándose entonces en la Diócesis de Leiria. Tras las apariciones de la Virgen, a principios del siglo XX, se ha transformado en uno de los centros del culto mariano más importantes de Portugal, reconocido mundialmente por la iglesia católica. Y a este lugar acudo por segunda vez, con mi patente devoción particular y sobrecogido por la mucha fe que veo en esos fervientes peregrinos que tanto pueden decir de sus vivencias y rogatorias que han implorado para sobreponerse a los muchas dificultades que presenta la vida.
El primer santuario que se levantó en Fátima, tras las apariciones fue una capilla, llamada de Nossa Senhora, donde se instaló una imagen de la Virgen esculpida por José Ferreira Thedim, según las indicaciones de la niña Lucia. Una bomba destruyó este primitivo oratorio en 1922 y, ese mismo año, se construyó la capilla actual, en el lugar en el que se produjeron las milagrosas apariciones.
Seis años más tarde, en 1929 se comenzaron las obras de la Basílica del Rosario, dirigidas por un arquitecto holandés de creencias protestantes, G. van Kriecken. Desde entonces, Fátima se ha transformado en un lugar consagrado al culto de María, en la que existen nueve seminarios y más de setenta edificios pertenecientes a diversas órdenes e institutos religiosos.
La Basílica del Rosario, de estilo barroco, es de proporciones colosales, con una planta que mide 69×30 metros y tiene una torre central que se eleva hasta los 65 metros de altura, culminada por una corona de bronce de siete toneladas. En su fachada destaca la escultura del Inmaculado Corazón de María, colocada dentro de un nicho.
La explanada que la precede fue concebida en 1949 por otro arquitecto, Cottinelli Telmo, mientras que las columnatas constituyen la obra de un tercer maestro, Antonio Lino, y fue construida en el año 1951. Las columnatas, que une la Basílica de Nuestra Señora del Rosario con los edificios adyacentes, está constituida por un total de doscientas columnas, en las que pueden verse imágenes de varios santos portugueses y catorce altares intercalados.
En el interior de la Basílica se han instalado los sepulcros de los pastores presentes durante las apariciones. Primeramente fueron los hermanos Francisco y Jacinta, muertos durante la infancia a causa de una epidemia de neumonía y que están beatificados por el Vaticano desde el año 2000. Lucía, fallecida en el año 2005, recibió sepultura en el cementerio del Carmelo de Santa Teresa, en Coimbra, donde pasó enclaustrada sus últimos 46 años después de haber tomado el hábito religioso carmelita con el nombre de Hermana María Lucía de Jesús y del Inmaculado Corazón O.C.D.; según su voluntad, al año (el 19 de febrero de 2006) sus restos fueron trasladados a la iglesia del Santuario de Fátima, para descansar allí junto a los de sus primos. En el caso de Lucía aún tiene abierto el proceso de beatificación, y que pudiera concluir con la visita que tiene prevista el Papa para conmemorar el centenario de las apariciones.
La explanada situada frente a la basílica, de enormes dimensiones (540×160 m), cuenta con un camino especial por el que avanzan de rodillas los penitentes hasta la capilla das Apariçoes, centro espiritual permanente. La senda especial rodea la capilla y termina a sus espaldas, donde se ha instalado un altar en el que los peregrinos pueden colocar sus velas, que se amontonan por cientos de ellas.
Aun cuando en la fecha clave de 13 de mayo es impresionante la aglomeración que se produce, no pasa un solo día sin que lleguen hasta el santuario cientos de devotos a bordo de autobuses, en vehículos o incluso a pie.
Frente a la capilla de las Apariciones se ha instalado una columna que indica el lugar exacto en el que se aparecía la Virgen. Yergue en el centro de la plaza, exactamente en el mismo lugar en el que brotó un manantial en la época de las apariciones.
Otra obra existente es la que acoge la Iglesia de la Santísima Trinidad, inaugurada en 2007, situada justo frente a la basílica. Su estilo es mucho más moderno y fue obra del arquitecto Alexandros Tombazis.
Otros monumentos de cierto interés son los levantados en honor de José Alves Correia da Silva, obispo de Leiria, y de los papas Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo II, que precisamente sufrió un atentado en la Plaza de San Pedro justamente un 13 de mayo. Con la visita prevista para conmemorar el centenario, el Papa Francisco será el cuarto que visita Fátima, después de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Y la Cruz Alta de Fátima, de casi treinta metros de altura.
Muy cerca de Fátima, la aldea de Aljustrel nos permite conocer las casas donde vivieron los pastorcillos.
En el patio de la Casa de Lucia, un monumento señala el lugar de la segunda aparición del Ángel de la Paz y el final de la Vía Sacra, que se inicia en el Santuario. A lo largo de la vía existen 14 capillitas ofrecidas por los católicos húngaros refugiados en Occidente. Destaca el tramo de esta vía a su paso por Valinhos, a 400 metros del pueblo, donde una serie de monumentos señalan el lugar de la cuarta aparición en 1917 y la Gruta del Ángel, donde en 1916 los partorcillos vieron al Ángel de la Paz por primera y tercera vez.