Moustache, un héroe canino

         En la reciente lectura que hago del ensayo de Jacinto J. Marabel, con el título de una locución latina que el mismo autor define como poco comercial, Damnatio Memoriae («condena de la memoria»), se muestra la exhaustiva indagación e investigación que ha hecho sobre lo acontecido en el sitio de Badajoz durante la Guerra de la Independencia, en el año 1812. En concreto, la visión que se hace lo es sobre esos desconocidos participantes a quienes la historia ha erradicado de su mención para ensalzar a otros más ávidos de recibir honores. Porque, en palabras del autor «si somos lo que dejamos, la condena de la memoria es el más abominable castigo con el que puede sentenciarse a un ser humano«.

Damnatio Memoriae

            Una obra de obligada lectura para cuantos mostramos interés en conocer algo más que lo referido por historiadores que, a veces con posturas patriotas muy interesadas, recogen parcialmente o de forma muy subjetiva lo acontecido.

        Pero mi propósito ahora es referirme a un perro que aparece en el contexto de lo expuesto por el autor y que, en principio, me parecía una historia un tanto fantasiosa pero que, tras contrastar con diversas fuentes (así consta que sea nombrado, con algunas variantes, en al menos once publicaciones de la época, ingresas, francesas y alemanas), muestran todas ellas la realidad de un animal que tiene su historia de permanente aliado con las tropas napoleónicas y que, finalmente, murió en el fragor de la batalla cuando fuera alcanzado por una bala de cañón el 11 de marzo de 1811, día en que los franceses toman posesión de la ciudad de Badajoz. Me ha conmovido esta historia y no quiero dejar de contarla.

        La historia de Moustache (bigote o mostacho) , un barbet o perro de aguas francés, con largas orejas y pelo lanoso, largo y rizado, no tiene desperdicio por la notable inteligencia que mostraba y la dedicación ejemplar que realizó a la Grande Armée francesa.

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       Su nacimiento se había producido en la granja de Falaise (Normandía), en septiembre de 1799, curiosamente cuando la estrella de Napoleón comenzaba a brillar. A los seis meses fue dado a un comerciante de comestibles de Caen, y un buen día, deambulando por las calles de la ciudad, viendo que una compañía de granaderos de élite desfilaba al son del tambor, se vio atraído, tal vez por la música, de modo que destapó lo que llevaba dentro y fue a emanciparse de su dueño para seguir la estela de los granaderos hasta los cuarteles, que finalmente lo adoptaron y bautizaron con el nombre que le caracterizó. Tan a gusto se encontraba que mantenía su posición junto al centinela de entrada al cuartel, apegado a los soldados que hacían turno, para hacerse notar con sus ladridos cuando alguien pretendía adentrarse en el recinto. Comenzaba así su vida militar.

          Cuando el regimiento se dirigió a Italia como parte del contingente que tomó parte en la campaña italiana luchando por Francia contra Austria durante las guerras revolucionarias francesas, Moustache mantuvo la cercanía a las tropas, cruzando el Gran San Bernardo a través de los Alpes con el ejército del primer cónsul Napoleón Bonaparte en la primavera de 1800. Ningún obstáculo se ponía en su camino a pesar de no haber sido adiestrado para tan colosales esfuerzos.

moustache

         El 13 de junio de 1800, la víspera de la batalla de Marengo, la brigada se encontraba estacionada en el corazón del Piamonte, en el valle de Balbo, no lejos de la ciudad fortificada de Alejandría. Cuando dormía el regimiento, por un bosque cercano se aproximaba sigilosamente un destacamento de austriacos dispuestos a aniquilarlos. Moustache, con su certero olfato detestó el peligro y sus ladridos a lo largo del campamento hizo despertar a todos los soldados y aun cuando no pudo evitarse una gran refriega, sí se consiguió repeler la agresión. Quedó herido levemente nuestro querido Moustache, alcanzado por una bayoneta en una de sus patas. El cirujano del regimiento lo operó y, tras su recuperación, fue homenajeado por el coronel que le impuso un reluciente collar y le premió con un aseo diario, un cuenco de comida adicional y un peinado una vez a la semana.

          Al día siguiente, en la batalla de Marengo, aun cojeando, Moustache se colocó a la cabeza de la media brigada, vigilando muy de cerca al portador de la bandera. En un momento determinado, el oficial y el perro quedaron aislados, y un poderoso mastín, azuzado por los austriacos, trató de atacar al abanderado, pero nuestro héroe se lanzó con valentía cuando por una bala cayó muerto su oponente canino. Pero también padecía Moustache el cruce de balas y recibió una de ellas que le atravesó una oreja y le rozó el hombro. Con todo, se recuperaba y seguía en la brecha.

       Moustache abandonó los granaderos poco después de la victoria francesa en Marengo, al parecer porque uno de ellos trató de encadenarlo a una garita, y huyó para unirse a una compañía de coraceros montados, con la que participaba siempre en avanzadilla y en misiones de hostigamiento.

           En la batalla librada en Austerlitz, el 2 de diciembre de 1805, tiene lugar una nueva aventura militar. En el cuerpo a cuerpo entre las tropas francesas y rusas, el soldado portador de la bandera se encontró aislado y rodeado por el enemigo, y aunque se resiste como puede no puede otra cosa que gritar con voz desesperada «a la bandera», sin que nadie pueda oírle. Nadie excepto Moustache que corre a su lado aunque no puede hacer nada porque sucumba el soldado y muera agarrando la bandera contra él. El valiente animal salta sobre el cadáver, ladrando furiosamente, y enfrentándose a los rusos que querían capturar «el águila».

Moustache-poodle

        Está a punto de ser atravesado por las bayonetas cuando un tiroteo hizo huir al enemigo. Un momento que Moustache aprovecha para coger con la boca el asta de la bandera y la llevó arrastrando hacia las líneas francesas, y cuando aún no había llegado es herido de bala en una de sus patas, lo cual no impide que con las pocas fuerzas que le quedaran mantuviera en su boca el glorioso trofeo que le valió que el mariscal Lannes le impusiera en persona un collar con una medalla de plata que tenía grabado en un lado:

        «Moustache, chien françasis. Quíl soit toujours respecté comme un brave» (Moustache, perro francés. Que sea siempre respetado como un valiente).

         Y en el otro lado:

        «Á la bataille d´Austerlitz, il eut la patte cassée en sauvant le drapeau de son régiment» (En la batalla de Austerlitz, sufrió la fractura de una pata por salvar la bandera de su regimiento».

        Tan célebre era que fue presentado al emperador, saltando a la orden y ejecutando algunas gracias como la de hacer el saludo militar levantando una pata hasta la oreja.

Moustache_et_napoleon

        Siguieron después sus pericias militares, participando con su regimiento en las campañas de Prusia (Jena, 14 de octubre de 1806) y Polonia (Friedland, 14 de junio de 1807), para recalar en julio de 1807 en Silesia, con el 5º Cuerpo del Ejército de Ocupación, del mariscal Mortier.

        Parte de Silesia hacia España el 8 de septiembre de 1808. Durante una batalla en la cordillera de Sierra Morena, en el sur de España, nuestro amigo se dice que llevaba de vuelta al campamento los caballos de los soldados muertos en el campo de batalla.

         Posteriormente participó en la batalla de Badajoz, donde fue alcanzado por una bala de cañón y murió el 11 de marzo de 1812, a la edad de doce años. Ese día, se dice que vieron llorar a viejos veteranos ante su leal y valiente compañero.

        Fue enterrado con honores militares en la orilla del río Guadiana, con su collar y medalla. En el lugar donde había caído. En su modesta tumba se colocó una gran piedra plana sobre la que estaba escrito el siguiente epitafio:

         «Ici repose le brave Moustache» (Aquí yace el bravo Moustache).

       Badajoz fue recuperada en 1812 y, tras terminar la guerra, en 1814, por orden de la Inquisición española, la tumba fue profanada, rompieron la piedra y desenterraron los restos del pobre perro para quemarlo.

        Pero nadie podía evitar que Moustache entrara en la leyenda. El 11 de marzo de 2006 fue honrada su memoria con un homenaje y una placa en el famoso cementerio de mascotas de París. En su inscripción reza:

«Au Chien Moustache/Heros de la Grande Armée/Tué en Espagne le 11.3.1811» (Al perro Moustache. Héroe de la Grande Armée. Muerto en España el 11.3.1811)

lapide moustache

        Del discurso que dió Christian Cadoppi, en el cementerio, destacamos el siguiente fragmento traducido:

«...Mesurad un momento el sentido que toman las palabras «honor», «valor», «dedicación», «lealtad» y «sacrificio» porque se conjugaron para este valiente animal. El heroísmo no es una virtud reservada a los hombres. Digno de un profundo respeto, símbolo de la devoción y la vigilancia, Moustache, el perro de leyenda, es y seguirá siendo un ejemplo. Que la memoria de los hombres pueda conservar durante mucho tiempo su huella«.

Así sea.

 

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