Madrid, por el barrio de las Letras

           Si te lo propones, la capital de España constituye el lugar apropiado para envolverte en el sueño de la historia. Ya he propiciado anteriormente paseos por sitios recónditos que me transportan a lo acontecido en tiempos pretéritos y con ello he plasmado la oportuna entrada al blog para narrar lo visto y recoger las imágenes que salen de mi fiel e inseparable compañera.

            Un sitio especial es el que constituye el área concebida como el barrio de las Letras, que aun cuando no goza de entidad administrativa propia sí tiene la entidad suficiente para ser famosa y disponer de un reconocimiento popular. Situada en el distrito Centro, debe este nombre a la actividad literaria desarrollada a lo largo de los siglos XVI y XVII y a la residencia que en esta zona fijaron algunos de los literatos más destacados del Siglo de Oro español, como Miguel de Cervantes, Quevedo, Góngora, o Lope de Vega. Aquí se instalaron los primeros corrales de comedias de Madrid, y hoy constituye un área que propicia la convivencia de zonas bohemias y dedicadas a la literatura, con otras dedicadas a la diversión, a las compras y a la gastronomía (importante lugar para ir de tapas en tabernas legendarias). Todo ello en un entramado de pequeñas calles, peatonales o de acceso restringido a vehículos, con agradables plazas que permiten el descanso rodeado de buen ambiente. Y aunque la mayor parte de los inmuebles que se conservan fueran construidos a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, de la época del Siglo de Oro se han mantenido sitios ciertamente relevantes, como tendré ocasión de narrar.

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          Marcando el territorio puede hablarse de una zona que delimita hacia al oeste por  la calle de la Cruz y la plaza de Jacinto Benavente; al este, por el paseo del Prado; al norte, por la carrera de San Jerónimo; y, al sur, por la calle de Atocha.

        El paseo debe hacerse atento a las muchas señales que se presentan, a modo de placas informativas o inscripciones en el suelo, con preciosas balconadas y fachadas que engalanan el entorno. Todo supone un deleite para la vista.

           El inicio que me propongo lo es por la calle de Jesús, paralela al Paseo del Prado. Y lo primero que diviso es, al llegar a la plaza de Jesús, la basílica de Jesús de Medinaceli (declarada como basílica menor por el papa Pablo VI en 1973), que alberga la imagen de un cristo nazareno del siglo XVII de gran devoción entre los madrileños. Al entrar en el templo sorprende ver al Cristo situado en lo alto, aunque puede visitarse en la cripta en el horario de apertura de la iglesia.

           Sobre la imagen de Jesús decir que tiene una altura de 173 cm y fue esculpida en los talleres sevillanos, atribuida al círculo del escultor Juan de Mesa. Su iconografía es la llamada «de Sentencia», en el momento en que Cristo es sentenciado a ser crucificado. Es de talla completa para vestir, constando simplemente de un paño de pureza. La escultura consta de un gran ajuar compuesto por más de treinta túnicas entre las que destacan una de 1846, regalada por el rey Francisco de Asís y otra de 1883, regalo de la Duquesa de Medinaceli.

         Proseguimos el recorrido por una de sus calles principales, la calle Huertas, llamada así por las numerosas huertas que se situaron allí hasta el siglo XVI. Una calle peatonal donde encontramos bellos sonetos y extractos de las obras de los grandes autores grabados en la piedra del suelo.

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        Un lugar histórico lo constituye la “Casa Alberto”, un restaurante que se encuentra abierto desde el año 1827. En el segundo piso del inmueble vivió Cervantes y, según se dice, escribió algunas de sus famosas obras, especialmente la que fuera segunda parte de El Quijote. También llama la atención el Palacio del Duque de Ugena, que durante años fue la sede de la Cámara de Comercio e Industria de Madrid.

casa alberto

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palacio del duque de ugena

         Otra clásica del barrio es la calle Lope de Vega, aunque no sea precisamente la que viviera el escritor sino en la cercana y paralela calle de Cervantes. La calle Lope de Vega alberga igualmente algunas joyas como la librería “Miguel Miranda” y en la parte alta de la calle, en el número 18, el convento de las Trinitarias, en cuya primitiva iglesia fue enterrado Miguel de Cervantes en 1616.

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Librería Miranda

        Frente al Convento de las Trinitarias, haciendo esquina con la calle Lope de Vega, se encuentra la que fue casa de Quevedo. Así se recuerda en una gran placa en la fachada, donde no se tiene en cuenta que antes fue el hogar que Góngora se compró con mucho esfuerzo cuando se estableció en Madrid.

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     Dos ilustres personajes que hicieron historia. De Quevedo se dice que tenía una gran personalidad, asiduo a los prostíbulos y a los ambientes marginales de época, lo que hacía que fuera muy querido por su cercanía con el pueblo. Góngora, por su parte, era más introvertido y generaba antipatía en la gente de su alrededor.

Quevedo-y-Gongora

       Sobre la enemistad manifiesta de estos dos grandes literatos mucho se ha dicho y mucho puede verse en las obras que quedaron plasmadas. Una inquina que Francisco de Quevedo plasmara en el soneto satírico escrito en el siglo XVII a una nariz (“Érase un hombre a una nariz pegado,/érase una nariz superlativa,/érase una nariz sayón y escriba,/érase un peje espada muy barbado…”). Y que Luis de Góngora no se quedara atrás: “Anacreonte español, no hay quien os tope,/que no diga con mucha cortesía,/que ya que vuestros pies son de lejía,/que vuestras suavidades son de arrope…»

       La casa que nos ocupa fue adquirida por Góngora con gran esfuerzo en la entonces denominada calle del Niño, cuando regresó a la Corte como capellán real en 1617, nombrado por Felipe III. De ella decía él mismo que había alquilado una casa que «en el tamaño es dedal, y en el precio, plata«. Viene a decirse que la afición que mantenía al juego y a las adquisiciones de prebendas y compras para sus familiares terminaron por llevarle a la ruina, una situación que aprovechó Quevedo para adquirir la casa y desahuciarle, en lo que se ha llegado a considerar como la anécdota inmobiliaria más universal de la historia.

       Parece ser que tras este desahucio, Góngora se instaló en el número 16 de la calle Huertas, lugar en el malvive hasta que abandonara Madrid para irse a Córdoba, su ciudad natal, donde morirá el 23 de mayo de 1627.

         Pero prosigamos el recorrido. En la calle de Cervantes se encuentra la última casa en la que vivió el novelista en Madrid, aunque no esté conservada como en la época ni se pueda visitar. Sí se encuentra en ella la placa que dice “Aquí vivió y murió Miguel de Cervantes Saavedra, cuyo ingenio admira el mundo. Falleció en MDCXVI”. Debe decirse que Miguel de Cervantes habitó en distintos lugares que hoy no se conservan, y por ello mismo puede comprenderse que encontremos referencias en distintas ubicaciones; como la gran placa que se encuentra en la calle Lope de Vega; y en el número 19 de la calle Huertas, como apunté anteriormente.

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        En la calle de Cervantes se encuentra la casa construida en el siglo XVI, adquirida en 1610 por Lope de Vega, donde vivió hasta su muerte en 1635. Hoy encontramos en ella la “Casa Museo Lope de Vega”, equipada con obras de arte, mobiliario enseres y ediciones bibliográficas vinculadas al literato y su tiempo. De este lugar decía Lope de VegaMi casilla, mi quietud, mi güertecillo y estudio”, en una carta que dirigió a un amigo.

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         Antes de acercarme a la plaza de Santa Ana me acerco a la calle Atocha para ver la iglesia de San Sebastián, un templo originario en su construcción durante los años 1554 y 1578, restaurado en el siglo XIII, y tras su destrucción por un bombardeo en 1936 fue construido nuevamente en 1943. Dispone de doble entrada, una por la calle San Sebastián, que conserva la antigua portada remodelada, y otra por la calle Atocha.

        Esta iglesia fue el lugar en el que se celebrara el funeral y entierro de Lope de Vega. Las honras fúnebres duraron nueve días y sus restos se encuentran, desde mediados del siglo XVII, en la fosa común del templo, debido a la falta de pago del duque de Sessa, en lo que hoy es un vivero de plantas. Entre otros acontecimientos producidos en esta iglesia se encuentra que fueran bautizados en ella personajes conocidos, como Tirso de Molina o Ramón de la Cruz, y contrajeron matrimonio Larra, Zorrilla, Valle Inclán o Bécquer, y fueron enterrados además del referido Lope de Vega, Espronceda y Jacinto Benavente.

        El recorrido está siendo fructífero e ilustrativo. Pero es necesaria una parada para descansar y un lugar apropiado lo es la plaza de Santa Ana. En ella se encuentra el Teatro Español, quien luce en su fachada, bajo el frontón triangular, varios medallones con la efigie de diferentes dramaturgos españoles, entre ellos, Lope de Vega.

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         Los autores literatos no faltan. Comparten el lugar el monumento erigido a Calderón de la Barca, y otra estatua más moderna y sencilla que recoge la figura de García Lorca.

        El monumento a Calderón fue inaugurado en 1880, un regalo del Estado a la Villa de Madrid, corriendo a cargo del municipio la construcción del pedestal, obra igualmente del escultor Joan Figueras Vila. La figura de Calderón se muestra con ropajes eclesiásticos, dada su condición religiosa.

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       La estatua de Federico García Lorca, el gran poeta y dramaturgo español de la generación del 27, está ubicada frente al Teatro Español. Fue realizada en 1986 por el escultor Julio López. Se presenta de cuerpo entero y tamaño natural, y muestra al poeta con una alondra en su mano a punto de levantar el vuelo.

        Ya en el plano arquitectónico llama la atención el edificio del actual hotel ME Madrid Reina Victoria. Fue construido en 1923, albergue del Gran Hotel Reina Victoria, en honor de la esposa del rey Alfonso XIII, que representaba la nueva serie de hoteles madrileños destinados a acoger a importantes personalidades de la vida social. Un edificio de estilo ecléctico y con toques modernistas, que alcanzara fama igualmente como Hotel de los Toreros, ya que muchos diestros durante la feria de abril tenían la costumbre de vestirse en sus dependencias antes de acudir a su faena a las Ventas (se dice que Manolete ocupaba siempre la habitación 406, y que en este hotel vivieron su apasionado romance Luis Miguel Dominguín y Ava Gardner).

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          En la confluencia con esta plaza se encuentra la denominada calle del Príncipe, objeto de distintas posiciones acerca de quién pudiera ser el referente para nominarla. calle_del_principeLas dudas parecen disiparse desde el momento en que Miguel de Cervantes, al escribir el «Viaje del Parnaso» cuando vivía alquilado en la calle de Huertas, relata que habita junto al Palacio del Príncipe Negro, con el que se conocía al Príncipe de Fez y Marruecos.

 

En esta calle me adentro hasta la fachada del Ateneo de Madrid, un discreto edificio inaugurado en 1884, cuyo frontal presenta tres medallones que ostentan las efigies de Cervantes, Alfonso X y Velázquez.

         Vuelvo atrás para proseguir por la calle del Prado, en cuyo trayecto hay una nueva muestra del barrio. El Teatro de la Comedia aparece allí como una sala de teatro de Madrid, en un edificio que fue inaugurado en 1875 y reconstruido en 1915 tras un devastador incendio.

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        El recorrido me lleva a la Carrera de San Jerónimo, a la altura del Congreso de los Diputados, y con ello salgo finalmente del término de este emblemático barrio que, con lo que atesora, siempre merecerá la pena volver a su interior.

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