Fuerteventura, la playa indefinida

        Desde Lanzarote se divisa en los días claros otra de las islas que conforman el archipiélago canario español, Fuerteventura. Parecía por ello una idea extraordinaria aventurarse en pasar uno de los días en esa otra joya de la naturaleza, que me resultaba conocida por diversos medios menos por la realidad de pisar su suelo y disfrutar de su esencia natural. Así que, puestos en marcha llegamos al puerto de Playa Blanca, punto de salida del ferry que navega desde Lanzarote hasta el puerto de Corralejo en Fuerteventura. Una navegación que dura aproximadamente unos 30 minutos, teniendo en cuenta que la distancia que separa a estos dos puestos es de 7 millas náuticas, unos 13 kilómetros.

      El trayecto es de lo más cómodo, pudiendo introducirte en el interior o en cubierta del barco con absoluta libertad de movimiento, lo que permite que se disfrute de ese preciado paisaje que se va divisando.

          Llegamos así a Corralejo, situada al norte de la isla. Un pueblo de carácter marinero y una de las zonas más atractivas por el paisaje que ofrecen las grandiosas dunas que forman parte del Parque Natural de Corralejo. Aunque el trayecto que pretendíamos hacer por esta zona se veía limitado al encontrarse ahora cortado al tráfico el acceso por el rodaje que se está haciendo de una película, y por ello nos limitamos a conocer el paraje lo más cercano que podíamos.

Localización Isla de Lobos.Fuerteventura

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          Desde la costa se divisa la Isla de Lobos, un pequeño islote volcánico de apenas 470 hectáreas, de gran riqueza ecológica, que se encuentra a 15 minutos en barco. Su nombre se debe a que en algún momento de la historia llegaron a habitarla focas monje, conocidas también como lobos marineros, que poco a poco se encargaron de exterminar los celosos marineros que veían un rival peligroso para su captura pesquera. La isla está declarada como espacio protegido y con la denominación oficial de Parque Natural.

         Aquí pasan el día los isleños y los cada día más abundantes turistas, para descubrir los pequeños rincones que ofrece este paraíso natural, cuando no practicando el buceo para asombrarse con los que ricos fondos marinos que dicen tiene, pues no en vano también han sido declarados reserva submarina.

       En mi caso me he limitado a divisar el bello paisaje que ofrece el islote desde la lejanía. Por no disponer de más tiempo para conocer todo lo que quisiera, prefiero centrarme en el norte de la isla de Fuerteventura, de la que debo iniciar mi comentario señalando que se trata de la isla canaria más cercana a la costa africana y la segunda en extensión después de Tenerife. También me encuentro ante la isla canaria más antigua, que se formó a partir de una erupción volcánica hace más de veinte millones de años.

         A pesar de que la mayor parte del territorio de Fuerteventura se conforma de piedra y roca, la existencia de playas largas y puras de arena blanca y aguas claras conforman una de las zonas playeras más impresionantes de Europa. Esta es, sin duda la característica más especial de esta isla, como he podido comprobar para admirarme al máximo con su extraordinaria belleza.

grandes playas corralejo

           El conjunto de las grandes playas de Corralejo, al norte de la isla, en el municipio de La Oliva, colma la pretensión que tenía de conocer estas extensiones de playas únicas. La mayoría de arena blanca, rodeadas de un entorno bello: por un lado el Parque Natural de las Dunas de Corralejo y, enfrente, el islote de Lobos.

           La primera de estas playas que te encuentras al adentrarte en el Parque Natural es la playa del Moro, pequeña y un tanto protegida del viento, a diferencia de las que conforman las grandes playas de Corralejo, aquellas que se extienden a ambos lados de los hoteles de la cadena Riu, con una extensión costera de 8 kilómetros de esa finísima arena blanca que le caracteriza.

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        El color del agua es en esta zona de un verde esmeralda intenso, y por mucho que pueda esmerarme por la imagen que da la cámara fotográfica, no puede reproducir en su total belleza el espectáculo que ofrece el visionado directo.

        La práctica de deportes acuáticos es intensa en esta zona. Un espectáculo grandioso para los que no estamos acostumbrados a ver tanta actividad junta. Me sorprendía, sobre todo, las acrobáticas actuaciones de los practicantes del denominado kitesurfing o flysurf, un deporte donde se combina el surf con el parapente. Todo un espectáculo ver como la tabla permite al deportista resistir al aire y deslizarse sobre el agua, además de efectuar rotaciones y giros a velocidades asombrosas, no exentas por ello del gran riesgo que supone.

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       El día hay que aprovecharlo y se acerca la hora del almuerzo. En vehículo transitamos por ese gran municipio de La Oliva, y en la ciudad del mismo nombre hacemos un alto para conocer una iglesia que nos llamaba la atención. Decir que La Oliva fue capital de Fuerteventura hasta que en 1956 fuera trasladada a Puerto Rosario, por lo que en esencia conserva todavía una arquitectura propia de edificios oficiales. Justo en el centro de la ciudad se encuentra esta iglesia principal –de Ntra. Sra. de la Candelaria- que nos llama la atención por su fachada y torre característica, con una puerta de madera tallada de forma ciertamente elegante.

         Proseguimos el recorrido por este grandioso municipio para llegar a El Cotillo, un pequeño pueblo pesquero situado en la costa oeste de Fuerteventura. De gran valor para los visitantes por su sabor marinero, sus extensas playas vírgenes por un lado y las lagunas con aguas cristalinas y arena blanca por otro. Un sabor a mar que puede constatarse en una amplia variedad de restaurantes rodeando a su puerto pesquero, protegido por una gran roca natural. De las opciones existentes acudimos al que nos fue recomendado, el restaurante La Vaca Azul, con increíbles vistas y en cuyo lugar tuvimos ocasión de saborear los deliciosos productos de la zona.

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        En su cercanía se encuentra un monumento que llama la atención. Denominado “Mirando al Mar”, representa a una mujer oteando el horizonte, que evita la luz colocando su mano derecha a modo de visera, mientras que su mano izquierda se apoya en las caderas. Como reza en la inscripción que tiene, se trata de un homenaje a los hombres y mujeres de la mar que, con su esfuerzo, contribuyen al desarrollo y tradición pesquera.

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        Tras este delicioso momento de degustar la gastronomía lugareña, volvemos a visitar una nueva playa, la denominada La Concha, una de las que comprende El Cotillo.

          La curiosidad aparece de inmediato. La playa de La Concha tiene un bajo oleaje gracias a su arrecife natural que tiene en forma de herradura. Y para reducir el impacto del viento aparecen levantados unos corralitos para refugio de los que la visitan. Se trata de unos pequeños muros circulares de piedra volcánica que se moldean a gusto de los lugareños que, una vez probado puedes comprobar como mitiga el impacto del viento para establecer un agradable lugar de refugio y para aprovechar, como hice, un rato de descanso.

          Tras esta agradable estancia se acerca ya el momento de salir para coger el último barco que nos devuelva a Lanzarote. Sin duda, aunque moviéndonos exclusivamente por una parte del norte, puedo decir que ya he conseguido conocer uno de los rincones mágicos que brinda la naturaleza. Me puedo imaginar cómo de grandioso puede ser en toda su extensión. Algún día, quizás, pueda completarlo.

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