La lámpara viajera

        A veces encontramos elementos ornamentales que creemos fueron realizados desde un primer momento para la estancia que los acoge, y lo que puede ser más sorprendente, con la vista acostumbrada a no prestarle la atención que merecerían si se supiera la historia que arrastran. He aquí lo que pudiera ocurrir con una lámpara monumental, reluciente,  realizada en bronce dorado macizo, que la concibo como viajera por aquello de que nadie podría pensar en el momento de su fabricación que llegaría al lugar y ubicación que hoy tiene. Sobre todo porque el destino originario estaba muy alejado de servir a los fines que se ha aplicado. Por circunstancias que ocurren y que modifican los planteamientos iniciales.

          El inicio de la vida de esta lámpara hay que encontrarlo en la época de Isabel II, en el año 1865, cuando  el Congreso de los Diputados de España decide dotar a su Salón de Plenos de una lámpara acorde con el entorno que tendría, que le diera la luminosidad y solemnidad que requería, y para ello requiere la fabricación en Italia de una enorme lámpara, de estilo barroco, con 6,5 metros de altura y 3,8 de diámetro, dotada de 102 brazos artísticamente labrados y armoniosamente agrupados, que salen del eje central formando una enorme araña. En la parte superior tiene un amplio rosetón con cuatro escudos; en el cuerpo central, tres espléndidas efigies; en la parte inferior unas copas con acantos. Con un peso total de 3.750 kg. se dice por fuentes reconocidas que la inversión tuvo un coste de 18.854 reales de la época.

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         Ocurre que cuando hubo que instalarla en el recinto citado, el excesivo peso que tenía hacía peligrar tanto la techumbre del Salón como para que, finalmente, se renunciara a colocarla. Pudo más el temor que asumir el riesgo de su instalación. Supuso que, como si de un puzzle se tratara, se embalara y guardara en diversas cajas en el almacén del Congreso, quedando de esta forma sumida en un olvido que hoy podemos decir, afortunadamente, que fue temporal.

           Entre que ocuparía lo suyo la lámpara desahuciada, y que presidiera el Congreso el badajocense Adelardo López de Ayala, valedor de encontrar alguna solución a esta joya oculta y a quedar un recuerdo inmortal en su lugar de nacencia, propuso a su querida ciudad de Badajoz, en 1879, y en concreto al Cabildo de la Catedral de la localidad, la aceptación de esta lucerna como donación para su instalación en el recinto catedralicio. Adelardo-López-de-Ayala-Hemos de decir que el badajocense que impulsó la medida era un extremeño que dejó de serlo si tenemos en cuenta que su nacimiento se produjo en Guadalcanal en 1828, momento que pertenecía a la provincia de Badajoz, pero que años después pasó a integrarse en Andalucía. Adelardo López de Ayala era un gran literato, perteneciente a la Real Academia Española, Diputado, Ministro y Presidente del Congreso en 1878.

     Al recibir la noticia de la pretendida donación, el Cabildo de la Catedral badajocense comisionó a dos canónigos, el Maestrescuela Joaquín Rodríguez y el magistral Mariano Gamero, para que se presentaran ante el Presidente del Congreso en aras de agradecer la donación, y aprovechar al mismo tiempo para instar un préstamo que permitiera cubrir los gastos de colocación y solicitar de la dirección de la línea de ferrocarril que se comprometiera al desplazamiento de las cajas con una rebaja en los gastos de conducción. Se consiguió así que los 19 cajones que comprendía el total de piezas de la lámpara, fueran trasladados a la ciudad de Badajoz, primero hasta Ciudad Real y luego hasta su destino definitivo, con una rebaja del 90% de los gastos de traslado. Ya en este destino producido por casualidad, las cajas quedaron depositadas, en un primer momento, en la Capilla de la Soledad.

          En fecha 24 de octubre de 1879 se manifestaba el deseo del Obispo Fernando Ramírez Vázquez de que quedase colocada el día de la Purísima Concepción, y se empiezan los preparativos para armar las piezas y colocar los andamios que permitiera llegar al sitio previsto. También aquí el peso suponía un grave inconveniente para permitir que la techumbre no se viniera abajo y, para ello, se dispuso la colocación de una gran viga de hierro en la cubierta del transepto –la nave transversal que cruza la zona central-, sujetada mediante unos cables de alambre acerado. Una viga que dicen costó 7.000 reales y está cubierta a su vez por un habitáculo que la oculta para que pase desapercibida.

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         Ya en fecha 19 de noviembre, se acordó extender un acta en la que se hiciera constar que:

 “La magnífica lucerna, procedente del Salón de Sesiones y de las Cortes y hoy colocada en la Nave Mayor de esta Sta. Iglesia, ha sido donada por el Gobierno de S.M. a instancias del Excmo. Sr. D. Adelardo López de Ayala, Presidente del Congreso y Diputado por la provincia en diferentes legislaturas y que la inauguración o estreno de la misma habrá de tener lugar en la próxima festividad de la Inmaculada Concepción de Mª Santísima, vigésimo quinto aniversario de la definición dogmática de este Misterio”.

          El documento, que expresaba además los nombres de los Soberanos reinantes, como el del Rvdmo. Prelado que entonces regía la diócesis, y el del Deán Presidente del Cabildo, fue depositado en la copa del centro de la lámpara.

       Sin embargo, la inauguración oficial no se produciría en la fecha inicialmente prevista, sino el día 30 de noviembre de 1879, con motivo del enlace del rey Alfonso XII con la archiduquesa Mª Cristina de Austria. Se cantó un solemne Te-Deum con la asistencia de las autoridades civiles y militares, y se encendió por primera vez. La consagración sí se produciría en la fecha referida por el Obispo.

 

        Ahora bien, reparemos que en esos primeros años la lámpara se iluminaba con velas, algo especialmente laborioso –por la necesidad de subir y bajar la lámpara con poleas o hacerlo subiendo con escaleras- y caro –cada cirio suponía unos veinte reales-, por lo que verla en su plenitud de esplendor únicamente se producía en casos muy excepcionales.

         Adelardo López de Ayala no llegó a verla encendida, al encontrarse entonces muy enfermo hasta el extremo que acabó falleciendo la Nochevieja de 1879.

         Ya en el año 1907, las velas se sustituyeron por bombillas aunque, en todo caso, su mantenimiento es laborioso. Anualmente se revisa para cambiar las bombillas fundidas o limpiar la lámpara, Se dispone para ello de una pequeña grua pluma para que suban los operarios.

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       Al contemplar encendida esta hermosa lámpara, el impacto fue sorprendente entre los fieles de Badajoz, y de ahí surgió ese dicho que acostumbraba a decirse: “Si luz tenemos, a Ayala se lo debemos”.

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     A finales de 1880 el Ayuntamiento de Badajoz recordaba al donante, y en agradecimiento por tan luminoso regalo propició el cambio de la Plaza de Las Descalzas para atribuirle la de López de Ayala. Un lustro más tarde fue igualmente recordada la figura bautizando así al recién inaugurado teatro.

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     De esta forma, la Catedral de Badajoz cuenta con una lámpara majestuosa, considerada como pieza única en la Península Ibérica, que si se repara en su existencia e historia seguro que el visitante quedará no solo sorprendido, sino admirado al contemplarla, en un edificio histórico repleto de objetos artísticos.

       Decir por lo demás que, al tratarse de una lámpara que tenía un fin originario muy diferente al que ahora tiene, aparece decorada con elementos que no son religiosos, sino más bien vinculados a la realeza y la heráldica (cuenta con escudos, efigies o flores de lis).

 

 

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