El mundo enloquecido que vivimos hace que no dejemos de buscar motivos para enfrentarnos, y no dejan de ser pocos los ruidos lejanos que anuncian tiempos de conflictividad. El caso es que por si no tuviéramos poco por la enconada lucha que mantenemos contra la pandemia del coronavirus, el ser humano muestra su cara belicosa en ese dichoso conflicto que pone por medio a Ucrania, entre la Rusia que da la cara combativa y la Unión Europea y la OTAN que quiere mostrar una faceta defensiva de la humanidad. El caso es que por mucho que nos inviten a ver un terreno de juego peligroso en el que participan buenos y malos, no parece muy convincente tanta información desvirtuada o poco traslúcida y que induce a inclinarse por el sometimiento a palabrerías vagas interesadas.
La cuestión es que nos vemos metidos de lleno en otro fregado. Qué por mucho que se quiera ver en la lejanía, hoy en día todo se muestra tan cercano como el que hemos podido experimentar con un dichoso bichito sacado de la lejanía y que se ha colocado en nuestras puertas con una rapidez inusitada. Porque esto tiene la globalización, donde todos participamos mirándonos a la cara y casi sin fronteras.
Siendo esto así, los incrédulos podrían pensar que de un momento a otro harán acto de presencia los últimos modelos bélicos en un escenario de lucha entre poderosos. Con inocentes que sucumben ante los poderosos que mandan a los gladiadores a la escenificación de las fortalezas que se tienen. Y un barquito español estaría en las cercanías para enviar mensajes sin tan siquiera mostrar fiereza alguna, porque los españoles somos los mayores amantes de la paz y vamos por la vida con remedios disuasorios y sin dar «tiritos» a la mar.

Siendo realistas, no me parece que esté de más hacer unas reflexiones al respecto.
Por lo pronto no parece que el conflicto surja casualmente, propiciado por los que consideramos malos, que a lo mejor lo son, seguro que sí por sus antecedentes y maneras de actuar en situaciones parecidas, contra los buenos que pretenden simplemente preservar el terreno físico de un país imparcial y sumido en el asedio de quienes no quieren dejarle vivir en paz. Más bien parece que en su esencia se encuentren presentes otras cuestiones de cierto calado, como que se quieren poner estandartes bélicos defensivos a 500 kms. de Moscú y eso parece que no están dispuestos a asumir los que ven peligrar su poderío. De raíz esto es ya un tema que debería hacernos recapacitar. Qué clase de mundo es el que nos imponen y cuál es el que realmente queríamos los que vamos a pie.
Por otro lado no parece atisbarse un escenario bélico con entidad, sencillamente porque eso ya no resulta necesario. Sí parece que pudiera producirse alguna escenificación guerrillera, con armamento de enjundia. Pero será, deberíamos creerlo, si acaso, como una mera muestra externa del conflicto existente, porque ni unos ni otros van a enfrascarse en una guerra potencial que saben les llevaría a perder a todos. Hoy los mecanismos que se utilizan son más sofisticados y destructivos que el simple movimiento de tropas utilizado de antaño, y hacer la guerra se puede hacer con mucho más poder destructivo desde los despachos y estancias militares. Pero ni unos ni otros van a querer echar un pulso sobre poderío bélico.
Más bien habría de pensarse que llegado al estallido, sufriremos las consecuencias los ciudadanos, porque entre recortes e impedimentos de mercados, todos pagaremos el pato. Entre ellos, los «tiritos» o «tirazos» serán mera muestra de la verdadera guerra que tendrá otro escenario más sofisticado, el de la cibernética, y ahí es donde el peligro se agudiza porque si en algo son pioneros los rusos es precisamente en este campo. El mundo entero puede echarse a temblar por el alcance de la guerra híbrida que quiera plantearse y que, según los expertos, ha comenzado ya a desplegarse. Una guerra donde no aparecen a las claras los atacantes. Lo turbio auspiciará la conflictividad.

Malos tiempos corren, y ojalá la cordura ―si alguien tiene algo de ella― pueda prevalecer y no tengamos que ser testigos, una vez más, de enfrentamientos no deseados por la humanidad. El tiempo dirá.