La ubicación geográfica de la ciudad de Badajoz (Extremadura, España) hace que se encuentre estrechamente vinculada al río Guadiana, que la atraviesa para belleza del entorno y disfrute de los ciudadanos que de por vida hemos estado unidos a sus aguas de un modo u otro.
No han sido pocos los sobresaltos que han dado sus aguas cuando las lluvias les hacia hacían correr por su trayecto, ensanchándose hasta el extremo de llevarse por delante bastante de sus riberas y obligando al desalojo de los que ocupaban las viviendas más próximas a sus orillas. Ver las aguas con la agresividad de su caudal impone y hace que aun hoy en día, cuando los pantanos, presas, embalses y azudes permiten frenar su volumen y recorrido, todavía aparezcan signos de rebeldía en los momentos en que las preciadas lluvias caen con mayor intensidad.
En el recuerdo de muchos y por la información recibida de tiempos más alejados, puede constatarse momentos y fechas que han quedado grabadas en la historia de esta ciudad. Una descripción de ello y las circunstancias que concurrieron pueden verse en la obra de Alberto González Rodríguez: Badajoz Cara al Guadiana. La Puerta y el Puente de Palmas (1332-2018). No faltan otras publicaciones y entradas en blogs de gente apasionada a la ciudad que permite consultar e informarse de cuanto ha ocurrido.
En especial me referiré a lo sucedido en el año 1876. Fueron los días 6 y 7 de diciembre de 1876 de recuerdo tenebroso y se destaca como la inundación más relevante desde otra que se produjera tiempos atrás en el año 1603 y de la que se tuviera constancia. Según la información que suministrara el semanario de Madrid «La Ilustración Española y Americana», la crecida del río producida en 1876 llegó a una intensidad tal que hundió siete ojos del vetusto Puente de Palmas, e hizo mella en la ciudad con calles, plazas y campos inundados, casas destruidas y arrastrando por la corriente la única vía férrea que enlazaba a Portugal con España. Del nivel que alcanzaron las aguas en esa fecha queda constancia en dos placas conmemorativas, una situada en Puerta Palmas (que marca 15 metros de altura del nivel medio del río), y otra en Puerta Trinidad.

El puente tuvo que ser reconstruido, y se abrieron ocho ojos de buey del mismo lado rehecho para permitir que pase el agua en momentos de fuertes crecidas, y se dispusieron como refuerzo los castilletes de la zona media.
Avanzando en el tiempo, la tragedia no solo material sino también personal y de terror se vincula a esas últimas horas de la tarde-noche del 5 de noviembre de 1997 en que los arroyos de Rivillas y Calamón y, por ende, el Guadiana, sufrían una de las mayores crecidas que se recuerdan en Badajoz. En este fatídico momento murieron 22 personas, dieciocho de ellas atrapadas dentro de sus casas y otras cuatro arrastradas por la corriente. Un monumento erigido al terrorífico momento queda ubicado en el que fuera recorrido de la riada por el Parque de la Legión.

Tan reciente desastre deja muchas imágenes a los badajocenses que no se olvidan y ahora, cuando vemos que el cielo se abre para mandar diluvios y se observa cómo crece el río, no deja de producir un cierto resquemor. Como consecuencia de la borrasca denominada Efrain, los días 13 y 14 de diciembre de 2022 serán recordados por la lluvia, los desastres materiales producidos y los desalojos de personas que tuvieron que abandonar sus casas, las situaciones extremas vividas por algunos pueblos como La Roca de la Sierra o la pedanía de Gévora, las pequeñas explotaciones ganaderas y agrícolas totalmente anegadas; los paseos, sumergidos y algunas carreteras destrozadas y cortadas al tráfico, con especial referencia al corte del trayecto de la carretera nacional que une a Cáceres y Badajoz y que ha supuesto que quede inhábil para transitarla. Y, con ello, los vecinos de Badajoz con la vista puesta en el nivel de las aguas que llegaron a alcanzar los seis metros.











Nuestro querido Guadiana merece respeto. El que siempre le hemos tenido y el que debe tenerse permanentemente porque sus normalmente mansas aguas pueden enfurecer cuando se concilie con las que provengan del cielo. En mi recuerdo están esos momentos que siendo gratas permitía que acudiéramos a ellas como bañistas, no sin producirse algunas desgracias cuando quería engullir a los más atrevidos. Tiempos que dejaron de serlo con esta unión cuando en la década de los 70 del siglo pasado empezara a disminuir paulatinamente. La principal causa que hiciera perderse esta costumbre tan popular y arraigada vino de la mano del descenso de la calidad de agua motivada por la terminación del saneamiento a casi todas las poblaciones sin contar con depuradora de aguas residuales, cuando no como consecuencia del vertido de las conserveras sin exigírseles que contaran con depuradoras y también el arrastre de fertilizantes utilizado para el abono de la zona regable y que era llevado por el agua excedentaria de riesgo hasta el río.

Hoy se disfruta de otras maneras, aun cuando todavía quedan por realizar acciones que mejoren la calidad de sus aguas y su aprovechamiento para actividades de diversa índole, y todo ello con el impedimento que supone la invasión de plantas tropicales que día a día comen espacio a las aguas. Salvando los obstáculos y los problemas, ver correr el agua con un hermoso caudal es todo un espectáculo digno de acariciarlo con los ojos.
No me extraña la mirada de admiración que prestan los tres poetas al río, en ese monumento del escultor extremeño Luis Martínez Giraldo, que luce en la rotonda que precede al puente de la Autonomía, y que dejaron su impronta en los versos que aparecen labrados en la obra: «El Guadiana, con falda siempre llena de cielos» (Jesús Delgado Valhondo); «Mi río tiene nombre de mujer y se llama Guadiana» (Manuel Pacheco); «Sólo tengo un corazón tan grande como el Guadiana» (Luis Álvarez Lencero).

Nada mejor que llevarse en paz con este fenómeno de la naturaleza. Y disfrutarlo en la esencia de lo que representa.
Gracias por su artículo. Me ha gustado siempre todo lo relacionado con las inundaciones del río Guadiana.
Solo añadir, que en Badajoz hay una tercera placa de las inundaciones de 1876 que está situada en el número 65 de la calle Luis de Morales, esquina con calle Porrina de Badajoz.
https://noledigasamimadrequeestoyhaciendofoto.blogspot.com/2022/02/relacionado-con-las-inundaciones-en.html
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El 9-12-2017 en el programa de radio «No es un dia cualquiera» de la cadena publica Radio Nacional de España (RNE), el afamado meteorólogo José Miguel Viñas, a instancias y petición mía, informó sobre la mega inundación de 1876
El enlace para escuchar el audio figura al final de la siguiente publicación de mi blog
https://noledigasamimadrequeestoyhaciendofoto.blogspot.com/2020/12/el-guadiana-se-fue-ha-llegado-el-oceano.html
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