El Grupo Universitario Multiaventura (GUM), del Servicio de Actividad Física y Deporte (Safyde) de la Universidad de Extremadura, emprende un nuevo trayecto senderista para llevarnos a conocer, en esta ocasión, la belleza que representa el Geoparque de las Villuercas Ibores Jara, en la provincia de Cáceres.
Como es habitual, el «bólido Bolche» (Eduardo Rodríguez) marcaba el ritmo de cabeza y, en las postrimerías Soledad Arroyo e Iván Martínez, empujaban al colectivo por esta nueva hazaña senderista que, por su recorrido y finalización bien puede merecer la consideración de peregrinaje.

En concreto, la ruta partía de la localidad de Cañamero y en dirección noreste, remontando el río Ruecas y superando la Sierra del Águila, para terminar descendiendo hasta Guadalupe, una localidad mundialmente conocida por la presencia en ella de ese Monasterio que representa una de las joyas nacionales de la arquitectura mudéjar y centro espiritual de la comunidad de Extremadura, pues no en vano se venera allí la virgen morenita, patrona de Extremadura y que en 1928 recibiera el título de Reina de las Españas o de la Hispanidad.
Para cubrir el objetivo, el grupo de treinta personas entusiasmadas con esta nueva aventura senderista tuvimos que hacer un primer trayecto en autobús para llegar a Cañamero y, con posterioridad servir de regreso hasta el punto de partida en Badajoz. Supuso que la camaradería y en buen ambiente empezara ya desde temprana hora y cubriera prácticamente el día. Cada vez se consolida más este grupo que adquiere ya relevancia hasta el punto de culminar una ruta y pensar ya en la siguiente. Algo de culpa tienen estas personas que desde el Servicio de la Universidad trabajan con ilusión para hacer posible estas actividades y que merecen todo nuestro reconocimiento.

Conviene precisar como premisa que esta ruta recibe su nombre por ser el camino que la reina católica siguió en 1477 cuando viajó a Guadalupe. Tan prendida quedo del Monasterio que llegó a calificarlo como «mi paraíso». Hay documentadas al menos diecisiete visitas de la reina al Monasterio y en una de ellas se hicieron efectivas las órdenes para que Cristóbal Colón emprendiese el viaje hacia las Américas.
La ruta, a ojos de la organización recibe la consideración de «moderada», con una distancia de algo más de quince kilómetros y que a decir verdad a mí me ha resultado más complicada de lo esperado por algunos de los desniveles que presenta y por la abundante pedrería que se ha tenido que superar. Pero la belleza del paraje no defrauda y puede incluso considerarse como si se tratara de un peregrinaje para llegar a las faldas de esa emblemática población que representa Guadalupe y rendirse a la postrimería de su Virgen.
Saliendo de Cañamero se buscó el cañón del río Ruecas a través de una arboleda que protegía en estos primeros pasos para llegar prontamente a visionar la Cueva de Chiquita, que conserva un valeroso conjunto de pinturas rupestres que han sido declaradas Bien de Interés Cultural. Localizar las figuras humanas, los rayos del sol, los animales y demás signos es todo un entretenimiento. Nuestra parada no permitía más que advertir algunas de estas representaciones.




Volvemos unos metros para para cruzar por el paso que salva el río Ruecas, un bello paraje que hace de presa de la piscina que se cierra en verano para disfrute de bañistas.

Emprendemos desde aquí un tramo de ascenso de 600 metros de altitud, por un pequeño cerro de monte bajo, en suelo empedrado, hasta llegar al embalse del Cancho del Fresno. Esta escalada nos ha permitido tener desde la altura una vista completa de la ubicación de la Cueva de la Chiquita que hemos visitado y dejado atrás. Ya en la cercanía del embalse disponemos de una bella panorámica de las Villuercas, que se mantendrá en este cómodo trayecto que ahora llevamos, con vistas al frente de la Sierra de la Madrastra y la Sierra de Sancho. La gran masa de agua nos servirá de acompañamiento durante unos tres kilómetros, escoltados por abundantes pinares.



Pronto alcanzamos un recodo que da acceso a lo que figura como playa y en el que paramos para avituallamiento. Era cuestión de reponer energías. Esta playa se convirtió en el año 2023 en la décima en obtener la bandera azul en Extremadura y en la primera en hacerlo para la provincia de Cáceres, un distintivo que hace reconocer la excelencia de las aguas, la seguridad de los bañistas y los servicios playeros.

Superado el tramo del embalse, el camino se torna en senda y pica hacia arriba para adentrarse entre bosques de pino hacia el Collado de la Ventosilla, un tramo que es algo más incómodo por su firme irregular y empedrado. Alcanzamos así la denominada Cruz de Andrade, nombre que proviene del caminante que fue asesinado en este punto, en 1844, por asaltadores de caminos.





Más arriba y por una zona de pedreras conocida como el Melonar de los Frailes puede apreciarse desde lo alto impresionantes vistas y, al fondo, se vislumbra el paraje que alberga otro de los puntos que muestra su interés y llegamos a la cota más alta de la ruta a 980 metros de altitud.



Allí, entre pinares, cerezos y robles se mantiene, no sin mostrar sus heridas del tiempo, el denominado Castaño del Abuelo, un árbol centenario del que ya se hablara en las crónicas del siglo XIV. Un lugar propicio para que el grupo haga un descanso para hacerse la oportuna foto del conjunto. Cuenta la leyenda que los Reyes Católicos descansaron bajo su sombra tras la conquista de Granada.


A la derecha del castaño seguimos la senda por la falda del Pico Agudo (que alcanza 1092 metros, llamado Mojón de Valtravieso en el siglo XV), y descendemos por el valle de Guadalupe entre la tupida vegetación compuesta por robles, castaños y madroños. El descenso nos descubre visualmente Guadalupe, con la destacada presencia de su Monasterio, ese objetivo marcado para finalizar la ruta.

Parece cerca pero queda un buen trayecto de bajada que no resulta fácil por la pedrería que tiene. Pero justo antes cruzamos la ermita de Santa Catalina, del siglo XVI, en medio de una explanada que la convierte en un mirador excelente de la comarca de las Villuercas. Al final del descenso se llega hasta el río Guadalupejo entre fresnos y alisos.

Cruzamos la carretera y una nueva subida esperaba por el viejo camino que lleva hasta el centro de Guadalupe, pasando por la fuente del Piojo, que nos permite refrescarnos antes de entrar en la villa por unas empinadas cuestas para atravesar la calle de la Cruz y culminar en la plaza de Santa María de Guadalupe, con el bullicio que siempre representa la cantidad de visitantes que cada día se acercan a este bello y espiritual paraje.

La historia de Guadalupe está ligada con su Monasterio, monumento e icono turístico por excelencia, reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad desde el año 1993. En el año 2022 fue reconocido como Pueblo más Turístico del Mundo (Best Tourism Villages) por la Organización Mundial del Turismo. Nada mejor para dar por culminada la ruta y disfrutar de los productos que ofrece la localidad, visitar el interior de la Basílica del Monasterio y emprender el regreso con la satisfacción de haber completado un nuevo trayecto rutero.




Fotografía portada: Uwee Moreno.