El paseo que relato va hacia la zona alta de Badajoz, donde en su día empezara a desarrollarse la ciudad al quedar pequeña la Alcazaba y la población necesitaba su expansión por la zona adyacente.
Desde la Plaza de la Soledad, ya comentada en otro post, tomo una empinada calle conocida de antaño como Mesones, por aquello de que este trayecto se viera repleto de ellos, y que hoy se bautiza como de San Pedro de Alcántara. Trayecto empinado, como digo, que también me trae recuerdos de la infancia, al ser muchas las veces que subía por ahí para acudir a la Plaza Alta.
Ayer y hoy de una calle relevante en la expansión de Badajoz
A poco de comenzar el ascenso me desvío para adentrarme en la calle Manuel Cancho Moreno, estrecha en esa «L» que conforma su trayecto, y que se encuentra lo suficientemente remozada para transportarnos con la mente a otro lugar, o más bien a otro tiempo, por su indudable recuerdo musulmán. Una fuente justo en la intersección, rodeado de vistosas macetas, para a continuación llegar al denominado Rincón Nazarí, uno de esos lugares que enamoran, que invitan a tomar un cóctel u otra bebida mientras se siente el sonido del agua y se deja la mente llevar por las sensaciones de ese cuidado patio interior, aromas y la música, entre cojines de vistoso colorido.
Al término de la calle, y a su derecha, reparamos en un nuevo espacio abierto, la Plaza de Santa María, de estilo moderno, construida sobre lo que fuera Judería del siglo XIII. Sobre una superficie de mil metros cuadrados aproximadamente, en el subsuelo se ha acondicionado un aparcamiento para más de doscientos vehículos, y las edificaciones de alrededor vienen de la rehabilitación de los existentes de antaño.
Así, por un lado, se muestra el Museo de la ciudad, Luis de Morales, ubicado en la casa del mismo nombre tras la reforma producida en el inmueble y la construcción de un edificio anexo. Este museo fue inaugurado en la primavera de 2003, cuenta con una superficie de 1.600 metros cuadrados, la mitad de los cuales corresponden a la antigua casa del pintor Luis de Morales; las diferentes salas expositivas se articulan en dos plantas haciendo un amplio y profundo recorrido por la historia de la ciudad desde sus orígenes hasta el presente. El Museo cuenta con paneles audio-visuales, videos montados sobre las fiestas de la ciudad, una foto aérea gigante pisable de la ciudad, y recientemente incorpora en un patio un monumento que estaba anteriormente en la Ronda del Pilar; se trata de una escultura realizada en piedra por Juan de Ávalos, que representa a un soldado desnudo ayudado por otro, y que es conocido en la ciudad como el Monumento al Héroe Caido.
En la plaza nos encontramos con otro edificio singular, rehabilitado. El antiguo convento de Santa Catalina fue fundado en 1515, aunque fue abandonado en 1623 por las monjas para trasladarse al convento que estaba en la actual iglesia de San Andrés; unos años después, en 1633, se instalaron los Jesuitas recién llegados a Badajoz, que lo arreglaron y ampliaron, haciéndose de casas fronterizas para abrir ante la fachada de la iglesia una plazoleta, la actual Plaza de Santa María. Adquirieron también la edificación al otro lado de la actual calle Soto Mancera, con la que mantenía un punto de unión, el arco que aún subsiste, para facilitar el paso de los religiosos entre su residencia y el colegio. Igualmente se mantiene el hermoso claustro.
Tras esta agradable perspectiva volvemos por la calle Soto Mancera hasta enlazar nuevamente con la de San Pedro de Alcántara, justo donde se encuentra la puerta originaria de la casa de Luis de Morales. Tras un último tramo de la calle alcanzamos la cima, en la denominada Plaza de San José.
En la misma esquina nos encontramos con la histórica «Bodega de San José«, primer local que apostó por la zona y en la que actualmente se puede disfrutar de una cuidada carta de productos extremeños.
En su extensión, la Plaza de San José mantiene algunos de los soportales de casas de estilo mudéjar, que nos da una idea de cómo debía ser la plaza en la época, teniendo en cuenta que su origen fue cuando la Alcazaba, presente en todo el lateral una vez que ha sido desembarazada de las construcciones sin valor que hasta hace bien poco se adosaban a ella ocultándola por completo, se quedó pequeña para la población que buscaba su expansión. Previamente, este lugar albergaba arrabales surgidos junto a la floreciente medina del interior de la Alcazaba. En su origen, esta Plaza formaba un conjunto con la Plaza Alta, hasta que se construyera el denominado Arco del Peso que las dividiera. De aquí, las angostas y tortuosas calles que parte de esta plaza debieron acoger en su día la judería de la ciudad.
El nombre de la plaza viene del nombramiento de San José como patrón protector tras la reconquista, y por este motivo existió una ermita que ocupaba el solar del actual Convento de las Adoratrices. Se trata de un edificio neogótico, cuya singularidad se acrecienta por ser prácticamente un testigo único de este estilo arquitectónico en la comunidad extremeña. El templo posee un complicado emplazamiento ocupando una estrecha franja de espacio entre la citada plaza de San José, la Alcazaba Árabe y las calles San Atón y Suárez de Figueroa, lo que unido a la pendiente del terreno y su grandiosa fisonomía le confiere una singularidad relevante.
El edificio comenzó a construirse en 1917 sobre los restos de la primitiva Ermita de San José, derribándose entonces varias casas que tenía adosadas y restaurándose la pequeña iglesia como capilla del convento. La primitiva ermita fue erigida en el siglo XIII bajo esta advocación al haber sido conquistada la ciudad a los musulmanes por el rey Alfonso IX de León el día de San José de 1230.
De especial importancia durante el siglo XVI fue la cofradía fundada por los carpinteros y entalladores de la ciudad en este lugar, con figuras tan destacadas como los maestros Hans de Bruselas y Jerónimo de Valencia –autores de la sillería del coro de la Catedral- que dotaron al templo de un gran patrimonio artístico. A principios del XIX, durante la Guerra de la Independencia, la ermita fue bombardeada y saqueada, lo que sumió al edificio en un estado de progresivo deterioro que culminaría con la sustitución del templo por el actual convento. El proyecto lo firmó el ingeniero Francisco Franco Pineda, conocido como «Curro Franco» quien por estos años realizó numerosas obras en la ciudad junto a su colaborador habitual, el maestro de obras Adel Pinna.
Frente a la entrada del Convento se encuentra una cruz de hierro sobre una columna de mármol, que fue colocada en este lugar en el año 1632, expresiva de que se ganaba el Jubileo con la visita a este templo.
La plazuela estuvo configurada en otro tiempo por pequeñas viviendas medievales con arquerías, de las que perduran dos interesantes muestras de la arquitectura del siglo XV, llamadas Casas Mudéjares, que albergan en la actualidad el Centro de Información turística y Acogida de Visitantes. Estas casas en su origen fueron ocupadas por comerciantes, de ahí la posterior construcción del porche, cabe destacar en su fachada los arcos de estilo mudéjar y las columnas donde se soportan, provenientes de época visigoda (siglo VII) y probablemente reaprovechadas del interior de la Alcazaba. También encontramos dos cruces cristianas que responden a cuando las casas pasaron a ser propiedad del clero durante los siglos XVII al XVIII.
En su interior encontramos restos de lo que fue un lagar, también un gran arco en ladrillo rojo que separa dos dependencias de las casas. El jardín mudéjar de mitad del siglo XII que se encuentra en su interior, único en la ciudad, salió a la luz durante las excavaciones arqueológicas que se realizaron en el año 2008, después de que el ayuntamiento adquiriera dos casas colindantes para ampliar las catas al descubrir restos de este patio en la primera rehabilitación que se hizo de las Casas Mudéjares. Destaca en este entorno la fuente que brota en la parte central del patio, dotada de un sistema hidráulico. El pavimento es de ladrillos de teja.
En la Plaza también se abre la puerta renacentista de acceso a la Puerta del Capitel de la Alcazaba, alzada como cierre monumental al tiempo de construir el nuevo Ayuntamiento anejo. Sobre ella y bajo un frontón triangular se puede ver una leyenda alusiva a esta construcción: «La ilustre ciudad de Badajoz mandó hacer esta obra y casas siendo corregidor don Nuño de la Cueva. Anno MDXLVIII«. A la derecha se puede ver otra leyenda en latín que dice: «Civitas Pacensis«, quizás influenciada por la desechada creencia de que la ciudad de Badajoz fue la Pax Augusta de los romanos. También en las esquinas se aprecian dos escudos erosionados esculpidos en la piedra.
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