Outfits para el David de Miguel Ángel

             El desnudo ha sido históricamente un tema de controversia, e incluso diferente la percepción social que se tiene en unos lugares u otros. El sociólogo Norbert Elías cuenta que en la Edad Media familias enteras se desplazaban desnudas a los baños públicos a través de la ciudad sin que su desnudez causase entre los viandantes una gran conmoción. En los países anglosajones, acostumbrados a la vestimenta para sobrevivir a las inclemencias del tiempo, cuando sale un rayo de sol puede advertirse a los ciudadanos quedarse semidesnudos en los parques públicos para aprovechar la calidez de la luz solar. Y con el transcurso del tiempo, lo impúdico que parecían ser las obras de arte que acogen a hombres y mujeres mostrando sus intimidades ha sido superado por el verdadero sentido que debe darse a esta muestra de arte y formas, erradicando esas torticeras mentes que quieren ver otra cosa distinta, y de ahí que mostrarla a los escolares ayuda a crear cultura.  Qué decir de ese movimiento que pretende llevar el desnudo a todas las partes, incluso auspiciado por ediles que favorecen la dedicación de un día al nudismo en las piscinas públicas, o permitiendo que existan locales de todo tipo donde parece que desnudarse libera de la opresión que supone la educación cívica.

             Pues bien, cuando el mundo progresa hasta extremos inusitados, todavía hay reacciones que te sorprenden. Parece claro que el ser humano nunca se ve complacido, y cuando se coarta una libertad se rebela contra el que pretende imponerla y, al contrario, cuando se favorece hasta extremos que llegan al libertinaje, se alzan voces para restablecer el orden. Una vez más parece difícil encontrar ese punto medio de complacencia pues, como ha tenido ocasión de decir nuestro Tribunal Supremo ante recientes sentencias referidas a ciudadanos que se mostraban disconformes con impedírseles circular un poco desprendidos de ropa, «la desnudez misma no debe ser entendida como un auténtico derecho ejercitable en todo lugar público» permitiendo de esta forma que existan normas que regulan la convivencia y las condiciones de uso de los lugares públicos que reúnan unos mínimos de aceptación por los residentes y visitantes de las ciudades.

          Pero lo que parece hoy día inconcebible es que una muestra artística como es el David de Miguel Ángel Buonarroti se conciba como una obra que no puede exponerse públicamente.

         Así hemos podido ver en todos los medios de comunicación que, a propósito de la exposición que se proyecta en San Petersburgo sobre «Miguel Ángel. Creación del mundo«, en la que se muestra una réplica de la famosa estatua de David en el momento previo a enfrentarse a Goliat, y que ha sido situada en el centro de la ciudad junto a una escuela y la Iglesia Luterana Evangélica de Santa Ana, surge la indignada Inna Lvovna, una mujer que acude al Defensor de los Derechos de los Niños en San Petersburgo y proclama «¿cómo ha sido posible poner a este tipo sin pantalones en el centro de la ciudad, cerca de una escuela y una iglesia?» para vaticinar que se trata de un «gigante que estropea la visión histórica de la ciudad y paraliza las almas de los niños». En su cruzada antiDavid, llega a preguntarse si es normal que los jóvenes tengan que ver ese cuerpo desnudo.

david

          No dispongo de mayor información sobre el estado de esta ciudadana y su situación personal, posiblemente muy alejada del mundo y época que la ha tocado vivir, pero lo que más me sorprende es que para aprovechar el viaje, las empresas organizadoras de la muestra (Artplay Media y Vision Multimedia), propiciaran una especie de concurso en las redes sociales sobre si se debería vestir a David (¿El David debe tapar su anatomía o puede permanecer como lo trajo al mundo Miguel Ángel?). Las respuestas han empezado a llegar masivamente, incluso con sugerencias de diseños para vestirlo. Es más, el concurso lleva ahora a la posibilidad de elegir el modelo que mejor sentaría a la estatua. El humor parece que es la general acogida que ha recibido esta propuesta y, efectivamente, será mejor verlo así pues si por un casual esta estadística que termina el 30 de agosto tuviera por resultado que se vista al David, las empresas van a tener un serio problema al caer en su propia trampa.

           No me gustaría ver que una obra de arte como la que estoy refiriendo, que hace bien poco me llevó horas delante de ella en la Galleria dell´accademia de Florencia, sea tomada, aunque en réplica, con la chirigota propiciada por una persona que si se le dejara en un Museo con un bote de pintura y una brocha, a buen seguro favorecería que la vista y la mente de las personas no se perturben con la desnudez de los protagonistas de esas grandiosas obras que la historia y grandes maestros nos han querido dejar para regocijo de la figura humana.

           Como con acierto ha dicho la directora de la Galleria de Florencia, lo mejor que se puede hacer es ir a ver el original, donde el esplendor del David jamás será ofuscado o cubierto. Así lo creo pues estoy plenamente convencido de que los jóvenes tienen la suficiente cultura y vivencias como para no escandalizarse por ver los atributos en una escultura. Mejor que disfruten la maestría que reflejó el gran Miguel Ángel.

 

 

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