Llega de nuevo la Navidad

            Cada vez resultan más cercanas las fechas de las festividades por aquello de que, como ocurre con la primavera, algunos establecimientos comerciales empiezan la campaña mucho antes de que acontezca efectivamente la estación del tiempo.

          Ocurre que, particularmente en la navideña son incluso los consistorios municipales los que empiezan su decoración con un adelanto sustancial. Y de este modo, en la ciudad que resido desde el pasado día 25 de noviembre se disfruta de la iluminación especial. Por supuesto,  ese establecimiento comercial sobradamente conocido, inaugura su decorado al estilo Walt Disney  para que niños y adultos empiecen a saborear el turrón, metafóricamente hablando. Bonito, entrañable, para que el corazón comience a ablandarse y pensar en el prójimo, aunque todo vaya unido al pistoletazo de salida para empezar los gastos extraordinarios.

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  Fotografía: J. González Lena

         Muchos son los que saboreamos esta etapa de modo muy especial, quizá porque en nuestras casas hemos vivido momentos ciertamente hermosos y, aunque ahora el recuerdo de los que ya no están nos impida la completa felicidad, no podemos dejar de mirar a los que vienen detrás de nosotros, hijos y nietos, para impregnarles del espíritu navideño y el verdadero sentido de las fechas que vamos a vivir, con el fin de que, al menos, puedan disfrutar como nosotros lo hemos hecho hasta ahora.

           Otros, en cambio, son detractores incansables de una fiesta que consideran meramente de consumo, carentes por supuesto de todo espíritu religioso y, a lo sumo, gustan de saborear el cava y del jolgorio, compartiéndolo en su caso con ese simpático gordito, vestido de rojo y de barba blanca, que con el sonido de la campana y su «jo,jo,jo» llama al consumo.

           Habrá incluso los que con un populismo mediático pretendan borrar todo lo que sea pasado, incluso éste, para propiciar cambios en las costumbres que ni ellos mismos creen  que puedan conseguirlo. Forzados por su fantasiosa ilusión de un mundo anárquico, por no creer no conciben siquiera que haya gente que siente algo interior en estas fechas. Y que lo único que piden es que se les deje vivir en paz, algo noble para un mundo que hasta en períodos de guerra concedía un margen para ese momento de la navidad.

           En fin, en la variedad está el gusto. En mi relato, como he dicho, me inmiscuyo e identifico plenamente con en ese primer grupo, que gusta saborear las fechas para acercar a los seres queridos y compartir con amigos y compañeros unos momentos especiales, y  también para  tener en mente el significado de las fechas. Por eso mismo, cuando se empieza a ver el alboroto, ha sido costumbre familiar apresurarse al decorado del domicilio familiar.

           El montaje del belén es un indicio de que toda la luminosidad y espíritu que subyace en lo exterior ha entrado en casa. En mi infancia veía como mi padre descolgaba una puerta y la situaba en horizontal, sobre caballetes, y la decoraba con ese papel que hacía de faldón y de cielo estrellado; me llevaba a las laderas del castillo en una de esas frías mañanas de este tiempo para coger el preciado musgo que iba a servir de terreno verdoso al poblado que su imaginación propiciaba. Lo llenaba de casas, riachuelos, montañas de corcho y papel rugoso, desierto de serrín, y todo ello con su colorida iluminación y sus entrañables figuras, que tengo grabadas en mi mente por las muchas horas que habré pasado delante de ese escenario para recrearme con el visionado y dejar llevar la mente para darle vida propia, aunque solamente yo pudiera verlo en movimiento. En algún momento aparecía en ese plano un soldado o un indio que a saber quién lo había colocado allí…

nacimiento

            Luego llegó también a nuestros hogares el árbol navideño, transportando ideas anglosajonas que conminaban a tener igualmente presente al “gordito”. Con ello se alargaba el período de disfrute y, como no, el devenir del tiempo parecía que jugaba a nuestro favor para tener la posibilidad de nuevos regalos caídos de la magia de la noche navideña.

papa-noel            El ejemplo se repite en el tiempo, eso sí con otros protagonistas. En lugar de tus padres quedas tú para trasladar la magia a los hijos. Y luego, cuando el tiempo juega en tu contra, das paso a estos para que sigan la estrella con los nietos. Una vida que cabalga con la rapidez que supone para nosotros, pero que sigue la sonrisa del momento, aunque te empiece a doler el cuerpo y dejes ya de hacer florituras para conformarte con un Misterio, un pequeño árbol navideño, y algún que otro adorno representativo del instante.

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            No digo nada de los contratiempos que ha propiciado el año que está a punto de fenecer, a veces tan incisivos e hirientes como para distraer la sonrisa y hacerte ver más aún todavía la realidad de lo que es y supone la vida. Pero también debe lucharse contra ello.

          Porque sí, se aproxima la Navidad y un Año Nuevo para el que, curiosamente, todo el mundo te desea lo mejor. Incluso esos que estarán prestos a chafártelo -como sea- nada más comience. Para que no te parezca tan corto y sepas lo que vale un peine. Con todo, si estas fechas sirven para que estos metepatas dejen de disparar temporalmente sus flechas, y se atrincheren en sus barracones, merecerá la pena festejarlas, por benditas y bendecidas.

          Un buen día, todas las cadenas televisivas empiezan a bombardearte con películas que tienen fondo navideño, eso sí americanizado. Te das cuenta de la mucha dedicación que se hace a lo largo del año para que, llegado este momento, puedas estar viendo continuamente historias que discurren en período navideño, haciendo asomar  alguna lágrima a los que somos más sentidos. Y, casi en sintonía melódica, empiezas a ver anuncios publicitarios que tienen por protagonistas a bellezas que, con claro signo sensual, pronuncian una única palabra, marca y signo de un fabuloso perfume que parece irresistible no contemplarlo en la lista de regalos favoritos que deseas recibir en estas fechas navideñas.

           Pronto aparecen otras historias más sensibles, de las que llegan al corazón. En su momento era un calvito que impregnaba a todo el mundo con su soplido de magia, la misma que sale de esos bombos que el día 22 de diciembre harán felices –o no- a los agraciados por la suerte. Este año, Carmina, una maestra jubilada que confundida por la televisión, corretea por el pueblo para anunciar que le ha tocado la lotería, cosa incierta pero que, a la postre, nadie se atreve a decírselo, de modo que todo el mundo participa, anticipadamente, de la magia lotera. Un mensaje de fondo que enternece los corazones y, a buen seguro, hace que broten algunas lágrimas. El calado llega hasta asemejarlo a la realidad de los momentos que nos ha tocado vivir, donde nos hacemos eco de las noticias que hablan del fin de una crisis económica, que no es cierta como nos la venden, pero que nadie se atreve a desmentirlo por aquello de que mejor vivir en la utopía de lo irreal si así llegamos a alcanzar la felicidad.

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           Esperamos también otros símbolos, de los que no faltan cada año. Esas burbujas doradas que conminan a que estén presentes en todos los actos sociales del momento; la vuelta a casa por navidad de los seres queridos, hecho que más de uno lo vive intensamente en la realidad; el gran turrón, los grandiosos bombones igualmente dorados, etcétera, etcétera.

          La música llega igualmente al corazón. Los villancicos enternecen y su sonido te hace vivir más intensamente estos momentos. En mi caso, una Navidad sin escuchar a Raphael y su tamborilero y noche de paz es algo que no me permito. Siempre presente y ahora, por si fuera poco, adquiero un recopilatorio de sus éxitos navideños. Tan vivo y actual para mí como para que me conozcan ya por la cantinela.

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             Antes con crismas de papel, y ahora por medios electrónicos, no faltan las bienaventuranzas y los servidores se inundan con las múltiples felicitaciones. Incluso aparecen de personas o entidades que durante todo el año no has visto o tenido ocasión de compartir algún momento, y que ahora, de pronto, aparecen para decirte que están vivos o presentes y que se acuerdan y te quieren mucho. No importa la veracidad de todo ello; si conseguimos que la magia navideña nos lo haga creer,  será suficiente. Los ingeniosos prepararán diseños, dibujos u ocurrencias especiales del momento, que se lanzarán e irán reproduciendo por wasap hasta que los recibas por varios conductos. Afortunadamente se puede quitar el sonido del recibidor.

              Llegará el sorteo navideño, las felicitaciones de todo el mundo, la copita de más, esas comidas prematuras que -al menos a mí me pasa- cada vez intento eludir con mayor  deseo y, luego, la gran noche, concebida como de paz, que me gusta saborearla en familia, aunque falten efectivos de arriba por causas naturales, y de abajo por aquello de que las familias se ramifican y hay que compartir. El caso es que nadie pueda encontrarse solo en esta noche, y la benevolencia de voluntarios y organizaciones sociales permite que esta necesidad tan normalizada para muchos de nosotros se extienda a quienes no siempre gozan de ese techo y el cariño del prójimo para sentirse amados como seres humanos. El mundo globalizado también parece que asumen el mensaje y su objetivo. Sí, un teatro mundial exclusivo para unos días, pero mejor así que nada y nunca. Un día de amor llena muchas almas de fuerzas para seguir adelante.

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           Tras el momento mágico y de sentimiento especial, hay que sobrevivir a  las inocentadas propias del día que conmemora un episodio hagiográfico del cristianismo: la matanza de los niños menores de dos años nacidos en Belén (Judea), ordenada por el rey Herodes I el Grande con el fin de deshacerse del recién nacido Jesús de Nazaret. Para mí un día especial por aquello de ver la luz en tan señalada fecha, eso sí y como es obvio en años más recientes.

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          Sigue otra fecha clave prontamente. El de Fin de Año, que permitirá a muchos salir de sus hogares para saborear la noche con unas uvas que festejaran la salida y entrada de un  nuevo año, y para trasnochar con la felicidad de haber completado un año que, a buen seguro, no habrá sido fácil. Fiestas por doquier, y para los que nos quedamos en casa una programación televisiva especial pero que, por muchos intentos que se hacen, no superan aquellas de antaño en las que la música se completaba con el humor, con parodias que se recuerdan aun con los años que han transcurrido, y con ese espectáculo que, a modo de traca final completaba la festividad, en lo que hoy sería objeto de tertulias para manifestar lo machista que es el mundo que vivimos.

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             El Año Nuevo comenzará con ese concierto televisado tan singular y especial que siempre acude a la cita y que no puedo perderme por la enorme felicidad que me produce. Es muy generalizada esta sensación. Desde Austria, la Filarmónica de Viena nos deleita con el concierto de Año Nuevo, con esos magistrales maestros que la dirigen y que siempre muestran su singular faceta y personalidad. Este año me presto a ver la batuta del maestro Gustavo Dudamel, de 34 años, que se convierte así en el director más joven que podamos haber visto en este evento. Como no, diré una vez más y mi familia me recordará lo pesado que soy, lo que daría por estar algún día sentado en esas butacas, deleitando mis oídos con una música en directo que me transportara a las nubes. De sueños también se vive.

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           Los regalos llegarán, con mayor o menor acierto, pero si algo merece la pena es ver las caras de los niños disfrutando. Siempre vuela en el recuerdo esos momentos vividos cuando nos tocaba ser los protagonistas principales. Los preparativos con los zapatos bien limpios, la copa de anís y el polvorón, y en la terraza el cubo con agua para los camellos. Esas noches interminables, dando vueltas y vueltas con un nerviosismo exagerado, prestos a cualquier ruido que denotara la entrada en la casa de sus majestades. Hasta la explosión temprana viendo el resultado de lo bueno que habíamos sido y de haber evitado que el carbón diera muestra de las travesuras realizadas.

         El roscón de reyes estará presente en el desayuno de ese día fantástico. Y los envoltorios llenarán los contenedores.

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            Con todo ello finalizará, un Año más, el sueño de un período marcado en el calendario para la paz, felicidad y amor. Pero ahora toca saborearlo en cada instante, porque llega la Navidad. Os deseo lo mejor.

3 comentarios en “Llega de nuevo la Navidad

  1. Esther Vázquez

    ¡Qué casualidad! Yo también nací un 28 de diciembre, buena inocentada les hice, me dice siempre mi hermana jejeje…felicidades de antemano ^^

    La verdad es que la navidad este año ha llegado pronto, luces y comida especial por todos lados, aunque siempre son bonitas estas fechas.
    Un saludo, y felices fiestas, por si acaso.

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    1. Mira qué casualidad. Siempre me produce alegría encontrar a una persona más de los afortunadas por la inocencia del día 28 de diciembre. Me imagino que este hecho produce igualmente en ti una especial sensibilidad para estas fiestas navideñas. Vaya por delante mi felicitación y alegría por este hecho. Un fuerte abrazo.

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