En las redes sociales me llamaba poderosamente la atención una empleada del servicio de limpieza de un determinado Ayuntamiento y localidad que, al concluir su jornada laboral, se permitía realizar y hacer públicas las fotografías que había realizado de las calles en las que con sumo esmero había estado trabajando y que quedaban inmaculadas, en pleno casco antiguo de la ciudad y en las zonas donde mayores dificultades supone hacer un buen trabajo…y que se pueda divisar. Ejemplar su trabajo y ejemplar su profesionalidad, haciendo pública manifestación de sentirse satisfecha e identificada con la actividad que honrosamente realiza.
Esta lección que daba la trabajadora me llevaba a recapacitar sobre la realidad existente, distinguiéndose unas localidades de otras por la imagen que ofrecen y ese grado de limpieza que puedan tener y del que todo el mundo se percata a simple vista. Un estudio reciente de la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) sobre los servicios municipales de limpieza en 60 municipios revela que la limpieza urbana ha empeorado en los últimos cuatro años. La valoración media que dan los usuarios ha descendido desde los 58 a los 54 puntos. Además, en el 30% de las ciudades objeto del estudio los vecinos suspenden la gestión de la limpieza de su ayuntamiento.
Oviedo es, para mí, un ejemplo claro de ciudad española donde la limpieza se palpa, y el estudio lo confirma situándola en la cabeza. En el otro extremo no voy a dar pistas del desaguisado higiénico que puedan representar, por aquello de que huyo siempre de lo desastroso, y no seré yo quien magnifique aún más el bochornoso modelo que representan y lo mucho que dice de sus vecinos. Como dice el bello poema de Antonio Machado, «el camino se hace al andar» y reparar en lo que tenemos supondría detenernos.
A lo que voy con ello es para reparar a qué puede deberse esta diferenciación. Como casi nunca los mortales tenemos la culpa de las cosas negativas que suceden, y siempre hay alguien -persona física o jurídica- a la que atribuir los despropósitos, en este caso no existe excepción. Las críticas se hacen a los políticos, a las entidades locales, a lo mal gobernadas o gestionadas que puedan estar. El resultado de la encuesta antes referido es claro en tanto que los vecinos en ningún caso se culpan de ello, permitiéndose suspender a la gestión del servicio público que realiza el consistorio. Me parece que sería muy conveniente que reparáramos en ver que ocurre con nosotros y con nuestra forma de actuar socialmente. Una reflexión que sin duda nos llevaría a extraer conclusiones que resultaran más completas y convincentes.
Porque ya puede haber los mejores gobernantes o los mejores equipos de limpieza del mundo que si el ciudadano va tirando todo lo que le sobra, saca a los queridos animales para que libremente hagan sus necesidades en el suelo que deberá limpiar otro, y que ni siquiera infunde a los niños la responsabilidad de que sus chicles, golosinas y envoltorios deben depositarse en unos sitios que se llaman papeleras y que no están puestos por las calles como mero adorno, el resultado de esa actuación nada cívica ni social conducirá a que seamos calificados como nos merecemos. Y de esto no habrá más culpables que nuestra educación y convivencia social. La imagen de las ciudades será la de sus propios vecinos.
De nada vale que la alcaldesa de Madrid, por citar un ejemplo, se obsesione con las colillas de cigarrillos, regalando ceniceros incluso a los deportistas de élite que acuden a una recepción; o que los ediles hagan llamadas clamorosas al orden, y que los empleados de limpieza se multipliquen para repetir sus tareas en los mismos lugares, que si los vecinos no tienen reparo en tirar al suelo todo lo que se les antoje, el aspecto podrá mejorar pero nunca alcanzará un resultado óptimo deseado.
Lo curioso es que prestemos atención exclusivamente a la necesidad estética que supone la limpieza de las ciudades, cuando la realidad es que también es higiénica y de protección medioambiental. De ahí que, afortunadamente, la mejor gestión conlleve un tratamiento más completo, y así lo venimos detectando afortunadamente cuando observamos mejoras en las infraestructuras dedicadas a la limpieza.
Tenemos una importante lección que aprender: vivir en sociedad cívicamente. Querida empleada de limpieza, no desfallezcas y que tu ejemplo sirva para que los vecinos sintamos la necesidad de respetar tu trabajo, por estética y por higiene.