Si hay algo que me duele sobremanera es ver cómo la sociedad propicia el aislamiento de las personas cuando cumplen esa edad que les integra en el colectivo de mayores y que, al parecer, por lo que hacemos con nuestras actuaciones, convenimos en la pertinencia de hacerlos vivir alejados del mundo cotidiano. Tristes palabras con las que comienzo esta entrada pero que reflejan un sentimiento interno de lo que percibo tan real como puede representar la crudeza de la vida y de quienes teniendo poder para dirigir la convivencia de los seres humanos se agazapan para no cambiar lo que merecería un mejor tratamiento. Porque, a la postre, a todos nos llegará ese momento.
Cumplimos los años y parece que estaremos siempre en condiciones de dirigir nuestros movimientos y actuaciones. Pero llega ese día en que se pierden las riendas y el mundo actual hace que nos tengan que buscar un hueco en otro sitio distinto al que ha venido representando nuestro entorno. Los hijos están inmersos en el mundo laboral y ya no es fácil encontrar a quien pueda dedicar parte del tiempo que en otros momentos distes tú para que salieran a la vida. El hueco se encuentra en esas residencias o asilos que, en una gran mayoría -casi en su generalidad diría yo- están alejadas de los centros urbanos. Es como un exilio obligado que te hace consumir el tiempo que te quede, además de resultar sitios impersonales donde el grado de dependencia es alto y donde todo está pautado. Tampoco resulta fácil encontrar hueco en el sitio que pueda interesar y sea acorde con las disponibilidades económicas, a propósito ahora de esa reivindicada alarma social que muestran los pensionistas españoles.
Ante esta realidad, cuando escucho voces que se alzan para cambiar o mejorar la costumbre, y proponen mejoras para esta etapa de la vida, me producen una enorme satisfacción. Pedir públicamente que existan residencias de mayores integradas en las ciudades para que puedan seguir participando cercanamente de la vida y su evolución, o facilitar su integración social, son palabras que dignifican enormemente a quienes las pronuncian. Dice mucho de este tipo de personas que no olvidan ni dejan que se olvide que todo es poco para favorecer el bienestar social de, en este caso, las personas mayores.
Y en esta línea encuentro una acción alternativa a los asilos, que siempre soñé como posible y que ha brotado hace ya unos años con especial intensidad en Estados Unidos y Europa. Igualmente han surgido unas incipientes actuaciones en España y deseo fervientemente que se siga trabajando para ello. Se trata de implementar un estilo de vida cohousing o de covivienda, esto es, viviendo de manera comunitaria pero con casa independiente, complementadas por áreas comunes donde los vecinos comparten servicios, actividades sociales y culturales, comedores, servicios sanitarios, y otros semejantes. Las personas mayores que deciden este tipo de convivencia les permite compartir y disfrutar de espacios comunes manteniendo la independencia que les de su propio espacio. Además de consistir en la integración en una comunidad con la que se comparte valores afines y una forma de vivir similar.
Una iniciativa ideada por las personas que tienen que vivirlo, para conseguir que sus amigos sigan estando cerca y compartiendo nuestro entorno, bajo una fórmula en la que impera la solidaridad. El cohousing dice que revitaliza a los mayores por eso de que propicia la colaboración, la participación, el liderazgo y las ganas de crear, además de fomentar la integración social, la colaboración entre los vecinos, la sostenibilidad, los pasatiempos, entre tantos otros beneficios que da el compañerismo y los lazos sociales.
La fórmula, aun cuando de cierta proximidad en el tiempo en cuanto a su implantación, como decía no es extraña a los españoles. En un estudio realizado por la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España (UDP), una organización que agrupa a asociaciones de mayores de toda España, se reproducen datos que nos llaman la atención:
- Más de la mitad de las personas mayores (53,9%) consideran poco (18,6%) o nada probable (35,3%) ir a vivir a una residencia en el futuro.
- Dos de cada tres personas mayores (64,6%) han oído hablar o conocen el cohousing o comunidades de viviendas colaborativas diseñadas para convivir compartiendo zonas y servicios (atención médica, limpieza, ocio…). El 41,4% se plantearía, llegado el caso, ir a vivir a uno de estos lugares. El derecho de uso transferido a otra persona en las mismas condiciones –en caso de fallecimiento- (33,2%) es la opción más interesante frente a la compra (13,7%) o el alquiler (18,9%).
- La gran mayoría de las personas mayores afirman que la Administración debería ayudar al desarrollo de este tipo de viviendas para el colectivo de mayores (87,0%).
- La alternativa de vivienda para la jubilación mejor valorada por los mayores es el domicilio de residencia de los últimos años (media de 8,9 sobre 10), seguida por el cohousing (5,1). Las viviendas de hijos o familiares (4,4) y las residencias (4,5) obtienen una valoración media inferior a 5.
Sobre la motivación que se muestra para acudir al cohousing de mayores nace, en un primer momento de esa fuerza interna que más de uno hemos oído al negarnos a ser una carga para los hijos o de las dificultades económicas que podamos tener para pagar los cuidados que se necesiten, amén de tener una capacidad de decisión sobre dónde y cómo vivir en esta etapa de la vida. Pero se consolida con mayor énfasis cuando se piensa en lo que supone, con la fórmula de envejecer siendo activos, la inclusión en una comunidad buscada y deseada, encontrar un entorno que permita emprender proyectos adaptados a nuestras necesidades cambiantes, así como facilitar la diversión y entretenimiento deseados.
En definitiva, el cohousing, como entorno físico y social que, construido de forma colectiva, facilita la convivencia de mayores, es una legítima opción que merece el reconocimiento y apoyo de todos. Porque vivir íntegramente es un derecho de las personas, de cualquier edad.
Totalmente de acuerdo contigo, es una pena cuando se excluye a las personas simplemente porque se hacen mayores, creyendo que ya no pueden contribuir a la sociedad; por el contrario, los demás deberían alegrarse porque sigan con nosotros, y aprovechar el tiempo con ellos, escuchar lo que tengan que contarnos, y aprender de su experiencia. Desde luego, la idea es buena, esperemos que mucha gente lea este post. Saludos.
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