La nostalgia musical llega a mí en este año 2019 que conmemora los 60 años desde que emprendiera su trayecto el singular grupo de los Pekenikes, en el año 1959, cuando yo todavía no tenía edad para involucrarme en estas gestas juveniles.
Pero años después los descubrí con pasión por el sonido envolvente que con bastante frecuencia salía de una vecina vivienda, y que desde entonces entró en mí para no salir nunca más, rindiéndole continua pleitesía por permitirme acercar a las estrellas, en ese mundo donde el tiempo no pasa, como decía una de las pocas letras que en los últimos tiempos salía de la voz de uno de sus componentes, al tratarse de un grupo que alcanzara la plenitud de sus éxitos con versiones musicales enteramente instrumentales.
Un grupo que llegó al panorama musical cuando los estudiantes irrumpían con fuerza, y que conformó una etapa donde los “conjuntos”, como se acostumbraba decir entre los jóvenes, proliferaban por doquier en cualquiera de las ciudades para emular a los que resaltaban en el panorama nacional o internacional, haciendo gratas las veladas, encuentros y verbenas festivas de pueblos y ciudades. Pero Pekenikes no fue uno de tantos. Su originalidad les llevó a que interpretaran una música pop de la menos convencional que surgía de los grupos nacidos en las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo XX. Además de esas guitarras eléctricas (solista, rítmica y bajo) que eran comunes en todos los grupos, se añadían sonidos complementarios producidos por el saxo, la flauta, el trombón y otros instrumentos variados. Todo en un proceso evolutivo que llegó a convenirse como el “sonido pekenike”.
Pekenikes nació en marzo de 1959, conformado por jóvenes con edades comprendidas entre 16 y 18 años, que adoptaban ese nombre para resaltar la juventud de sus componentes, y que surgía en el instituto Ramiro de Maeztu de la capital española. Eso sí, sustituyendo la «q» por la «k» para que el nombre quedara más corto y cupiera escrito en el bombo, como se explicara por sus componentes. Ya con el precedente de una formación amateur anterior que se denominaba «los Hermanos Sainz y su conjunto». Esos inolvidables hermanos llamados Lucas y Alfonso, guitarra solista y saxofón respectivamente, junto a Ignacio Martín, bajo y armónica, fueron los verdaderos fundadores del grupo, a los que se unían en el comienzo de la fulgurante carrera musical Pepe Nieto, batería, y Edilberto “Eddy”, cantante. Entra luego Tony Luz, para encargarse de la segunda guitarra, la rítmica.
Desde esos instantes se inicia toda una trayectoria en la que fueron habituales las alteraciones de sus componentes, debido entre otras cosas a la marcha para cumplir con el entonces obligado servicio militar, la consolidación de otras profesiones o los vaivenes por distintos grupos de sus componentes. Con evidente exageración pero con profunda intención de quedar constancia de su evolución, se dice que Pekenikes se convirtió en el grupo por donde pasaron todos. Muestra de todo ello es que afamados músicos pasaran por aquí, como Junior o Juan Pardo, antes de que montaran otro grupo histórico del momento: Los Brincos; junto a otras personalidades del pop de los años sesenta como fueron Felipe Alcover, José Barranco, Jorge Matey, Félix Arribas, o Vicente Gasca.
El libro editado por Ignacio Martín Sequeros, que fuera verdadero eje vertebrador del mismo en el tiempo, recoge la realidad de este grupo, cuya vida ha pasado por enormes vicisitudes, como la de colaborar con otros artístas como Karina, Juan Carlos Calderón, Albert Hammond, Sergio y Estíbaliz, Los Pecos y hasta Rocío Jurado, compaginándolo con las muchas actuaciones que efectuaron por sí mismos.
Importa resaltar el acontecimiento producido el 2 de julio de 1965 en que se convirtieran en teloneros del espectáculo que acogía al primer concierto de The Beatles en España, en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid.
Viene después una etapa con múltiples acontecimientos en el que el grupo empieza a tambalearse, y proliferan las idas y venidas de componentes hasta el punto que, según se dice, llegaron a existir dos grupos con el mismo nombre. Por fin parece asentarse la composición del grupo, con miembros que ya rondan la treintena y que compaginan esta actividad con otras profesiones.
Desde entonces muchos y variados fueron los éxitos musicales y su producción. Los movimientos internos no impidieron que el grupo mantuviera su popularidad con importantes impactos musicales.
Tan vivos se han mantenido que cuando se intenta revivir los 50 años de la presencia de los Beatles en Las Ventas de Madrid, se vuelve a contar con Pekenikes para la actuación telonera antes de un grupo que hiciera un grupo británico, The Boetleg Beatles, que cuenta con un espectáculo lleno de tributos al famoso grupo de Liverpool. Verlos el 2 de julio de 2015 supuso para mí sentirme joven a pesar del tiempo transcurrido. Con todas las pegas que quieran ponerse, por el tiempo de inactividad de algunos de sus componentes o por no haber cuidado más el sonido con ensayos suficientes, lo cierto y verdad es que escucharlos hacía vivir momentos inolvidables. Hasta Félix Arribas se permitió hacer un sonoro solo de batería que a más de uno nos puso en pie.
Su primer gran álbum instrumental, que data del año 1966, recoge éxitos como Lady Pepa, Frente a palacio o Hilo de seda, entre otros. Pero sus éxitos fueron numerosos: Palomitas de maíz, versión de «Popcorn«, original de Gershon Kingsley; Robin Hood, Ritmo de concierto, Embustero y bailarín (producida por Tony Brito), Sombras y rejas, Arena caliente y Cerca de las estrellas. Una mera muestra de toda una prolífera secuencia de éxitos y grabaciones. Sin olvidar que Pekenikes realizaron igualmente sintonías para programas televisivos como fueron para TVE, “Galas del Sábado” o “Cesta y Puntos”, y que luego no aparecieron como grabaciones incluidas en los discos distribuidos.
Pero en sus últimos tiempos de pleno éxito no puedo olvidar un single que me apasionó. Uno más de los grandes éxitos del grupo pero para mí se produjo en el momento álgido de mi vida y de pasión por la música, constituyendo todo un símbolo de mis preferencias musicales. Me refiero a “El tiempo vuela”, que sigo escuchando cada vez que puedo. Se trata de una versión o arreglo del éxito estadounidense Time is Tight, del grupo por excelencia del soul, Booker T. & the M.G.´s. El título me sirve para reflejar lo que ha supuesto el paso de sesenta años y bien parece apropiado para sentirlo en estos momentos como fondo musical.
Así cierro este pequeño homenaje a la andadura de uno de los grupos que marcan historia en España, no sin hacer igualmente un recordatorio a los que tanto contribuyeron para conformar el grupo y que ya nos han dejado para irse “cerca de las estrellas”: Alfonso, fallecido en 2014 en Viera (Florida, EE. UU.), mismo año en que también murió Junior; Toni, que nos dejó a finales de 2017 en su Madrid natal a los 74 años, así como Jorge Matey, fallecido ya hace muchos años.
Gracias Pekenikes por vuestra aportación, y felicitaciones por ese aniversario que ensalza más aún a los que, sin desvanecer, todavía siguen haciendo posible escucharlos.