La vestimenta deportiva para uso civil

          Desde hace tiempo podemos observar el incremento en el uso de prendas deportivas por parte de jóvenes y menos jóvenes de cara a sentirse cómodo en el devenir de la sociedad. Si, en general, la prenda cómoda se impone y los momentos actuales empiezan a dejar de lado esa flamante elegancia de la que presumían nuestros antepasados más directos, lo cierto es que entre las zapatillas deportivas y el descarado uso del chándal, la civilización muestra otra cara. Por establecer un dress code o código de vestimenta en toda regla.

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         Como digo, no son prendas que se utilicen en exclusiva para hacer deporte, sino que se impone en la vestimenta típica para sentirse cómodo en el hogar, y también para salir a la compra o a pasear el perro. Se usa para todo y da igual la edad de quien la incorpora a su imagen, con el distintivo propio de esos múltiples colores y combinaciones que propicia el mercado, contribuyendo con ello a un ambiente multicolor que alegra la vista. La comodidad permite que sus usuarios salgan de casa sin pasar el trance de arreglarse. Incluso en algunas mujeres ha supuesto el sustituto ideal para dejar la bata de “boatiné” y la connotación de marujeo que pudiera representar. Pero lo que resulta evidente es que esta vestimenta encaja perfectamente en la legislación sobre igualdad entre hombres y mujeres, varones y hombres; chicos, chicas; chavales, o como quiera ahora decirse, dado el carácter generalizado con que es utilizada.

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        Pero siendo incisivo en el tema, me gustaría entrar en la evolución que ha llevado. Los franceses fueron los primeros en llevar esta ropa teóricamente cómoda, si bien constreñida a los comerciantes de Les Halles (una concurrida calle de París) donde era habitual verlo. Luego se extiende en París. Los mercaderes gritaban para llamar la atención “Chan dail!” (vendedor de ajos, inicialmente, y luego sencillamente “frutero”). Después, el chándal comenzó su propia evolución asociada al deporte cuando se popularizaba en los entornos universitarios del siglo XX, especialmente los de Reino Unido. Al jugar al aire libre con muchas mañanas frías, era prenda muy popular en tanto no requería botones y resultaba más cómoda y flexible que una camisa. Continúa el proceso con lo que podríamos considerar como chándal moderno, concebido como prendas a juego, con pantalón y chaqueta con cremallera del mismo color, que no aparece hasta finales de los 40 del siglo pasado, y los de tejidos sintéticos que lo hacen ya a principios de los 60 del mismo período. Ligado desde los 80 a la cultura del break dance y el hip hop, estas modas hicieron mucho para popularizarlo como prenda habitual de uso diario, más allá del empleo deportivo.

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        En esa imagen populachera de personas célebres usando el chándal sin hacer deporte, ha sido fácil encontrarse con políticos como los difuntos Fidel Castro y Hugo Chávez, y ese ejemplo que para algunos supone Maduro. Pero fuera de los políticos, no faltan famosos aireando sus encantos con un chándal. Britney Spears, Sarah Jessica Parker, Santiago Segura, Madonna, y un largo etcétera, entre las que puede verse a Belén Esteban como responsable del que se concibe como “chandalismo ilustrado”, esto es, el que combina la prenda con tacones y bolsos a juego, en un ejemplo que puede advertirse en otros tantas personas famosas: Rihanna, Jennifer López, Rachel Bilson… Hay incluso una página de Facebook llamada “yo también uso el chándal del colegio como pijama”, que nos da muestra del populismo que tiene. Rosalía, ahora más presente que nunca por su versión de la canción de Los Chichos en la entrega de los premios Goya, ha manifestado que prefiere «el oro a la plata, y el chándal a los vaqueros».

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          Así las cosas, podría decirse que si vestir con traje llama la atención por considerar a su portador como un alto directivo, usar el chándal se convierte en un elemento de persona entrañable y cercana. Y si a esta prenda se le une el igualmente generalizado atuendo veraniego del bermuda, podríamos llegar a distinguir dos prendas destacadas de temporadas.

         Lejos quedan, por ello, los tiempos del glamour en la vestimenta, y más cercano se produce el afán por la comodidad para desprecio de la elegancia. No seré yo quien me oponga a las olas de la moda, porque si algo me gusta con pasión es el deporte. Pero claro, si me produce estupor que el sueño de los domingueros se popularice para regocijo de muchos. Lo digo a título personal sin ánimo de incomodar a los que quieran seguir esta etiqueta.

 

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