El placer de la lectura

           Hay quien ha dicho que igual que rendimos culto al cuerpo, y para ello dedicamos tiempo acudiendo al gimnasio o a realizar actividades deportivas de todo tipo, no debería faltar la también necesaria y beneficiosa dedicación para cultivar la mente, favoreciendo que se ejercite como precisa, y la mejor manera para ello es acudiendo a la lectura, a la que deberíamos dedicarle tiempo cada día.

        Por fortuna hoy está casi enraizada en la cultura humana esta faceta, y gratifica ver a niños pequeños emprendiendo una vocación lectora que para los de mi etapa infantil hubiéramos querido. Esto tiene de afortunado el progreso, en el que ya nadie duda que la lectura enriquece.

         No falta en mi tiempo de ocio la dedicación a la lectura que hago fundamentalmente en papel impreso, aunque haya probado las nuevas facetas tecnológicas que se nos ponen al alcance. Y aquí viene el dilema. Me van a perdonar los que con énfasis piden la eliminación del papel con la misma intensidad que las bolsas de plástico, por aquello de que la naturaleza se resiente en unos casos por la eliminación del apreciado mobiliario que la naturaleza brinda con sus frondosas arboledas que permiten oxigenar el planeta, y en el otro por el efecto negativo que produce en el deterioro de la naturaleza por ese exacerbado uso del plástico. Todos tienen razón y no seré yo el que me aventure a entrar en mayores disquisiciones de este tipo, máxime cuando me siento plenamente identificado con quienes saborean la belleza que la naturaleza nos brinda.

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        Pero si Sócrates pretendía combatir el uso de la palabra escrita, por la amenaza que representara para la oratoria y la memoria que –consideraba- se vería perjudicada por plasmarse las ideas en papel, y ahora con el soporte digital también hay eruditos que inciden en una mayor dificultad para memorizar y comprender cuando lo que se lee es en una pantalla, amén de producir una mayor fatiga visual, no puedo resistirme a la defensa de la lectura impresa, al menos en libros, aunque recientemente y por aquello de verme involucrado en la vorágine de un estado de alarma que me obliga a pasar todas las horas del día en casa, he vuelto a caer en la tentación de acogerme a ese dispendio que pueda suponer el palpar un periódico con mis manos.

         Se me podrá acusar de desfasado, incluso de imprudente en estos momentos por aquello de lo que pueda traer consigo el manoseo inapropiado del papel, pero hay cosas que te superan, y para mí una de ellas es precisamente este placer de tener a mi alcance el tacto del papel, su impresión, el pasar las páginas para ver cómo evoluciona el proceso de lectura, llevarlo de compañía por todos lados donde me mueva en función del apasionado relato que te ofrezcan los autores, para doblegarlo al final del día en el momento de emprender ese sueño que te lleve a introducirte en la nebulosa de la trama que vivas. Sí, no puede evitarse, es uno de los placeres que da esta vida, que puede llegar al máximo si lo haces envuelto en el silencio o con una gratificante música de fondo y con la compañía de un café o bebida.

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         No se pierde ni un instante de vida cuando se actúa con esta benevolente actitud de leer que a nadie perjudica y engrandece el espíritu. Porque aunque haya quienes digan que a la lectura sólo hay que dedicarle los ratos perdidos, por aquello de que se pierde vida mientras se lee, la verdad es que, sea como pasatiempo u obligación, leer produce un sumo beneficio a nuestra mente. Palabras tan afortunadas como las pronunciadas por el profesor Ángel Gabilondo, ayudan a entenderlo mejor: “el acto de leer forma parte del acto de vivir”. Sin duda es así.

         La curiosidad me ha llevado a profundizar en el estudio sobre la dicotomía entre papel y digital, con la aportación de unos y otros protectores de cada modalidad. Mi sorpresa es que todavía, y en los momentos presentes, nos encontremos con quienes pudieran ser mis abogados defensores. Sí esas voces autorizadas a nivel nacional e internacional que defienden mi misma posición, con elementos más convincentes que el mero placer que a mí me produce, y que me lleva a tranquilizar por no sentirme desplazado del progreso.

        Creo sinceramente que todo puede ser compatible, porque sin ser un nativo digital, de esos que al abrir los ojos tienen ya una tableta puesta delante para mejorar la llegada al mundo que empiezan a conocer, sí me identifico con los que hemos tenido que involucrarnos con esta tecnología que ha llegado para mantenerse viva con una progresión temporal sorprendente. No ha quedado más remedio que adaptarse para no sucumbir. Por muy complicado que haya sido y por mucha resistencia y ofuscación que se haya querido tener porque, a la postre, o te adaptas o te adaptan, por las buenas o por las malas. Aquí no vale resistir, porque jamás ganarás.

        Pero vayamos a los argumentos que esgrimen los defensores de la lectura impresa. Me alejo al año 2013 para comprobar cómo un trabajo que realizaron científicos de Estados Unidos y Corea del Sur llegaron a la conclusión de que los lectores de noticias impresas recuerdan “significativamente más” que los de artículos on line. La neurocientífica Maryanne Wolf, de la Universidad de Tufts (Estados Unidos), exponía el juicio personal que le suponía un texto impreso, al que llegaba a calificar de un paisaje escrito que se asemeja a un mapa topográfico que guía la lectura. Por su parte, respecto al soporte digital decía que restaría referencias al no verse la extensión, esquinas o márgenes, eliminando esa especie de huella que se deja cada vez que el lector da vuelta a una página. Tomando esta referencia, otro investigador, Ferris Jabr, publicaba un artículo en la revista especializada Scientific American, afirmando que “el cerebro prefiere el papel”, porque la memoria visual también es importante.

          En España, un estudio que llevaran a cabo unos investigadores interdisciplinares de la Universidad de Valencia mostraba el “efecto de superioridad del papel”, según el cual, las personas comprenden mejor un mismo texto si lo leen en papel que si lo hacen en digital, a través de tabletas u ordenadores. La seriedad y rigor del estudio, publicado en la revista Educational Research Review, número 3, fue elaborado a partir de más de 170.000 participantes, de edades comprendidas entre la etapa primaria y la edad adulta y provenientes de más de diez países diferentes.

          Bueno posiblemente toda conclusión que se extraiga debe relativizarse, porque casi con seguridad los “nativos digitales” que no sean tan sensibles al placer del tacto sobre el papel, se adaptarán a esta nueva faceta para defender a ultranza esta versión acorde con los tiempos que corren y con la posibilidad de llevar toda una biblioteca a cuestas sin tener mayores problemas.

        Sea como fuere, seguiré aferrado a esta idea de saborear el pase de las páginas impresas, para luego disfrutar igualmente con el hermoso paisaje que me brindan los estantes de una biblioteca llenos de libros que me recrean sabiendo que han pasado por mis manos.

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        Con todo, no competiré con los que mantengan posiciones diferentes a la mía ya que coincidiremos en lo principal, la importancia de la lectura. Porque un libro siempre es el mejor antídoto contra la ignorancia y para superarse. Y es que el aprendizaje es permanente mientras vivas, no termina nunca.

2 comentarios en “El placer de la lectura

  1. Yo prefiero el papel impreso, pero por motivos economicos, leer en forma digital es más economico, aunque frecuentemente voy a la biblioteca y saco algún libro.
    Mi sueño es tener mi biblioteca propia, tan grande como para perderme en ella.
    Saludos Chano.

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