Son muchos los paseos que me llevan a las orillas del río Guadiana a su paso por la localidad de Badajoz, constituyendo un verdadero placer por lo que supone ver el remanso del agua que discurre con la gallardía de un regalo brindado por la naturaleza.
El recuerdo de mis años vividos me hace entrar en detalles de las vivencias tenidas en este recorrido, tantas como para haber pasado veranos enteros disfrutando de las abundantes aguas que nos llegaban con una calidad que no es la que ahora puede advertirse, pero con todo sigue siendo fuente de inspiración acercarse a las orillas y dejar volar la mente, cuando no deleitar la vista con impresionantes descubrimientos de las especies de flora y de fauna que acoge, algunas de ellas endémicas de la península ibérica. En especial destacan las poblaciones de garzas, dando cobijo en algún momento del año a todas las especies presentes en España.

La belleza que brinda la visita de aves que se encuentran presentes entre los distintos puentes que une las orillas, es tan singular y abundante como para los expertos en la materia cuantifiquen la existencia de más de 130 especies que habitan en este lugar en algún momento del año. Muchos son los estudios existentes como para comprobar que estamos ante un ecosistema que reúne unas condiciones únicas, y que hicieron que el tramo urbano del río justificara su declaración como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y su inclusión en la Red europea Natura 2000.
En la curiosidad que me mueve ir comprobando y fotografiando a las distintas especies que conviven con otras invasoras que pueden suponer un serio perjuicio para el paraje autóctono reinante, me produce especial atención últimamente la abundancia de unas aves de tamaño grande que a menudo se encuentran sobre las rocas o las ramas, de cuello largo y pico prominente y gris, con la casi general oscuridad en su coloración, si bien en la parte de su garganta presenta tonos blanquecinos, y sus patas de color negro. Otra singularidad se encuentra en la mandíbula inferior, que presenta una zona desnuda de plumas, con un color amarillo-anaranjado, que alcanza casi los ojos. Al final descubro de que especie se trata; son los conocidos en el mundo acuícola como cormoranes grandes.

Es abundante la presencia de estas aves, que empiezan a divisarse desde finales de agosto, cuando llegan las primeras colonias, y empiezan a aumentar para llegar a su mayor número en época invernal. No puede olvidarse que se trata de un animal gregario, que suele formar concentraciones. La zona del Puente de Palmas se convierte en un gran mirador para observar cómo se agolpan en las inmediaciones, a veces con sus alas extendidas cuando no nadando –con la línea de flotación elevada y tres cuartas partes del cuerpo bajo el agua- o buceando (pueden sumergirse durante bastante tiempo –de 20 a 30 segundos- a profundidades de hasta 10 metros) buscando alimento. El vuelo lo realizan aleteando de forma estable, con algunos planeos ocasionales; su silueta en vuelo lo es en forma de aspa, y a menudo lo hace en fila o en formación.

Una mayor información producida por la curiosidad que me mueve me llega a extraer de los entendidos que se trata de una especie que provienen de la familia de los pelícanos y alcatraces y que no tiene dimorfismo sexual, si bien los machos suelen ser mayores y más pesados que las hembras. Durante el período reproductor se produce una cierta alteración por cuanto que los adultos muestran manchas blancas sobre la cabeza, los flancos y la parte superior de los muslos, además de lucir un plumaje con tonos más lustrosos. Por su parte, el plumaje que tienen es poco impermeable, lo que explica esa singular posición que adoptan encima de las rocas con las alas extendidas para su secado. En Europa, en sus distintas especies existen dos razas, una propia de las costas y otras que habita en el interior y se crían en árboles.

Aunque el mirador que brinda el Puente de Palmas es altamente recomendable, no puede omitirse otra zona, en las pequeñas islas situadas en las cercanías, aproximadamente a un kilómetro aguas abajo del Puente Real. Es allí donde reside el principal dormidero de esta especie, concentrando centenares de ejemplares.


El caso es que la abundancia de estas aves que se viene observando es cada vez mayor, hasta el extremo de haber surgido ya la polémica por la incidencia que parece puede ir teniendo hacia las poblaciones autóctonas de peces. Ya están en proceso estudios con el objetivo de conocer estos efectos y no faltan quienes piden ya que queden descatalogadas como aves protegidas. La confrontación está servida. Bien parece que nunca llueve a gusto de todos.
El principal escollo parece encontrarse en esa abundante alimentación de peces alevines que diariamente consumen. Se dice que cada uno se come 800 gramos de peces diarios. Y la principal incidencia se está observando que puede producirse en la población de las tencas. De ahí las quejas que se presentan por parte de explotaciones acuícolas y cotos. Está claro que no se divisa lo mismo por parte de las asociaciones ecologistas, considerando que el peligro no está aquí sino en las especies introducidas por los pescadores.

Fuera de especulaciones, pongo la vista en este visitante que, como el patito feo, puebla y campa a sus anchas en esta zona que comparte con la ciudad, ofreciendo un espectáculo visual para los que nos acercamos a este afortunado regalo que supone ver correr las aguas del río Guadiana, dando con ello la evidente sensación de apreciar que hay vida a la que acogerse para poder disfrutar de la madre naturaleza. Que no nos falte este bello espectáculo que se asoma a cuantos quieran apreciarlo.