Las iniciativas populares

Lejos de otras cuestiones colaterales que sirven exclusivamente a la idea de rencor y venganza, que mueva a desaprensivos a la destrucción de cuanto suponga un precedente histórico, lo cierto es que las ciudades de cualquier parte del mundo se precian, desde el principal impulso que tuvieran en el siglo XIX, de estar engalanadas con estatuas o monumentos singulares que convierten a los lugares en sitios de recuerdos, por aquello de exaltar a personajes o hechos de trascendencia histórica, y que no solo favorecen a sus ciudadanos por hacer más gratos y embellecer esos espacios públicos, sino también para los visitantes que recorren las ciudades dispuestos -cámara en mano- a conocer lo que aparezca en su recorrido.

El devenir de los tiempos ha llevado, por lo demás, a que de esas primarias estatuas y monumentos erigidos sobre pedestal, se pase a otras digamos que más populares, por acercar a la persona exaltada colocadas en lugares públicos a pie de los ciudadanos y a su medida proporcionada. Sea sentados o caminando, es frecuente ver como el turista colma su curiosidad con la fotografía que rememore el momento de esparcimiento.

La cuestión que me lleva ahora a relatar estos episodios lo es porque desde antaño, la idea de solicitar financiación de los particulares para erigir monumentos ha sido una constante, surgiendo así movimientos de ciudadanos que movidos por el deseo de homenajear a algo o alguien, propician la oportuna recaudación por parte de mecenas que apoyaban la idea surgida del propio pueblo. Remontándonos a tiempos pretéritos puede constatarse como en 1885 fuera el editor Joseph Pulitzer quien utilizara su periódico “The World” para hacer un llamamiento a la participación de los ciudadanos en orden a recaudar fondos con los que pagar el pedestal de la Estatua de la Libertad en Nueva York. Y para favorecer la acogida, se ofrecían reproducciones del monumento en miniatura por aportaciones mayores a un dólar. Una campaña exitosa pues en unos meses se consiguió recaudar los varios millones de dólares necesarios para instalar la estatua. El editor imprimió los nombres de todos y cada uno de los que lo hicieron posible, sin importar la aportación económica que hubieran realizado.

En España, buscando lo más remoto que pudiera encontrarse, he detectado cómo en el año 1654 se construyó la conocida como “La Virgen del Camino”, el primer santuario de León, gracias a las aportaciones de los donantes del pueblo; y lo mismo ocurrió para la creación de la gran Catedral de León. Cientos de años más tarde, en el mismo lugar,  surgió la famosa campaña “Salvemos la Catedral” donde se recaudaron más 20 millones de pesetas.

Pero pensemos que la fórmula admite variantes, y por citar algunos ejemplos de otra índole puede advertirse como en su momento, en 1907, los fans que tenía en Estados Unidos el grupo de rock británico Marillion, llegaron a recaudar los 60.000 dólares que cubría los gastos de la gira del grupo por el territorio norteamericano. En España, el grupo Extremoduro financió su primer disco de este modo, con la promesa de recibir el disco una vez publicado y, además, aparecer en los agradecimientos. El impulso a la cultura no he estado exento de muestras de intervención popular, como puede apreciarse con la adquisición para el Museo Sorolla, en el año 2015, de la obra «Almendro en flor”, de Joaquín Sorolla, por medio del proyecto de micromecenazgo en el que participaron más de 400 mecenas; se trata de un pequeño apunte que Sorolla realizara durante su estancia en la ciudad italiana de Asís, en un momento en el que intentó cambiar el rumbo de su pintura.

La realidad es que este tipo de campañas se ha expandido a todos los rincones del mundo y puede detectarse que en todas las ciudades y pueblos no falta esa estatua o monumento que fuera erigido por suscripción popular, sean personajes santificados, militares o celebridades reconocidas por el pueblo, tras una campaña de micromecenazgo que ahora, en los tiempos modernos se conoce como crowdfunding, una vez más acogiendo términos anglosajones. La etimología de la palabra viene de la conjunción de los vocablos ingleses “crowd” (multitud) y “funding” (financiación), por lo que está claro que el término surge para designar esa forma de recaudar fondos para cubrir un proyecto apelando a la colectividad de personas. También ha llegado a la política, y así puede comprobarse como Barack Obama, en la campaña que hiciera en las elecciones presidenciales que le llevara a la Casa Blanca, había habilitado una website con la que recolectó millones de dólares a partir de pequeñas donaciones de simpatizantes.

Hoy en día la fórmula cuenta ya, casi en su generalidad, con el respaldo de internet, un medio social que permite abrir las expectativas de sujetos que quieran unirse al proyecto de que se trate, vinculándose así a una idea común obteniendo unos beneficios variopintos, ya sea la simple satisfacción moral de haber apoyado la causa en la que se cree como de justicia, o el disfrute de algún tipo de producto o servicio, o meramente por la aparición en el listado de contribuyentes o en los agradecimientos públicos que puedan plasmarse.

Me quedo ahora con la fórmula que vincula a las personas con monumentos callejeros, dispares entre sí, como expresión física de una sociedad que va evolucionando y otorgan significado a sus precedentes para quedar en el recuerdo vivo aquello que en su momento adquiriera relevancia. Porque recordar permite no olvidar y con ello progresar.

Y en esta realidad, me ha producido una enorme satisfacción que la ciudad en la que nací y resido, Badajoz, capital de provincia de esta España tan peculiar, haya puesto en marcha y revivido la fórmula de satisfacer deseos del pueblo con la fórmula de financiación mixta, pública y privada, para restablecer la presencia de la campana que en su momento estuviera ubicada en la famosa Torre de la Atalaya o Espantaperros, situada en la Alcazaba con mayor extensión de toda Europa, cuya reivindicación era una constante por medio de la Asociación de Amigos de Badajoz y otros grupos de ciudadanos. En particular, sobre el significado de esta Torre y esta petición, me precio de haberlo hecho en mi blog, en la modesta entrada que dejo a los que estén interesados en conocer un poco más de este monumento y su campana (vid. El misterio de la campana), con relevancia mucho mayor que la simple decoración de un espacio que aparece huérfano de lo que en su momento fuera su seña de identidad.

El proyecto de financiación por parte del pueblo, llevado a cabo desde la Asociación de Amigos de Badajoz, ha recaudado los 30.000 euros aportados por 800 mecenas de toda índole, que permitirá construir la campana que en su momento fuera destruida por esos desafortunados acontecimientos protagonizados por dirigentes carentes de escrúpulos. La colocación, en lo que concierne a la obra civil, será costeada por el Ayuntamiento de Badajoz. Entre el pueblo y la institución pública, se permitirá revivir lo que significó esta campana. Con mi modesta pero sincera contribución económica, consigo quedar inmortalizado en el listado de mecenas que se incorporarán a la placa que se erija en el monumento.

El sistema ha ahondado bastante, y así se revive igualmente otro proyecto para erigir una estatua callejera al recientemente fallecido Miguel Ángel Celdrán Matute, que fuera alcalde de la ciudad durante 18 años (1995 a 2013), en un período de resurgimiento de este pueblo que no olvida quien fuera su principal precursor de progreso. Y como la modestia cundía en el célebre personaje, los precursores de iniciar una recaudación ciudadana para llevar a cabo el proyecto, piensan en la voluntad y deseos de este campechano regidor, de modo que no contará con pedestal y se situará, como él querría si hubiera tenido ocasión de dar su opinión, a pie de calle, en los alrededores del lugar donde frecuentaba, cercano a su vivienda. El perfil del boceto realizado ya por el escultor Luis Martínez Giraldo, no puede ser más apropiado. Mirando de frente, con los brazos atrás para quedar escondida esa vara de mando que le otorgaba el cargo ocupado.

Estoy seguro que, a la par de estas iniciativas citadas, se están reviviendo actuaciones similares en buena parte de sitios movidos por el impulso de los pueblos. Bienvenidas, pues, estas iniciativas populares, llenas de humanidad y de sentimiento, que hace resurgir el carisma de cercanía entre los integrantes de una urbe. Así se hace ciudad, dando entidad a un pueblo que sabe reconocer y valorar lo que tiene o ha tenido.

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