El norte de Extremadura depara rincones de suma belleza, como ya he tenido ocasión de relatar en otros paseos senderistas que he acogido en el blog, al proliferar los enclaves naturales que merece disfrutarlos cualquiera que sea la época del año en que nos encontremos porque en cada estación brilla alguna luz diferente. No puede decirse por ello que sea una u otra la temporada de mayor belleza paisajística.
El caso es que ahora vuelvo nuevamente al Valle del Jerte para acudir a otro paraje impresionante de la naturaleza. Mi deseo lo es acudiendo a las entrañas de una Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, de 6.800 hectáreas, rebosante de arroyos, cascadas, saltos de agua y piscinas naturales. Las posibilidades que se presentan son dos: acudir a un trayecto corto de unos tres kilómetros de ida, que se conoce como ruta de los Pilones; o aventurarse en mayores propósitos para hacer una más larga, circular, prosiguiendo desde la culminación de la primera y hasta un total de 16 kilómetros por los distintos senderos de la Garganta de los Infiernos.

Conocido lo que pudiera suponer enfrentarse a un trayecto de al menos seis horas de subidas y bajadas hasta 718 metros, he preferido disfrutar del recorrido corto, en ruta que es lineal, y que no por ello debe desmerecerse pues las subidas son casi la totalidad del trayecto -llegando a los 234 metros- que circunda por la ladera de las sierras que nos lleva al centro neurálgico de los buscados parajes de los pilones.

Se inicia el recorrido en el Centro de Interpretación de la fauna y flora de la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, situado junto a la N-110 que recorre el Valle del Jerte, a unos tres kilómetros de Cabezuela del Valle en la dirección que va hacia la localidad del Jerte, que queda a unos dos kilómetros. Puede advertirse en este trayecto como avanzan las aguas del río Jerte, que acoge todas esas aguas que vienen sierra abajo. El paraje natural se extiende por la Sierra de Tormantos, en la vertiente suroeste de la Sierra de Gredos, a espaldas ya de los pueblos de Jerte y Cabezuela del Valle.
Nada más emprender la aventura senderista empieza la rampa de subida, con un buen tramo de escaleras con peldaños de madera y piedras de grandes dimensiones, en ruta perfectamente señalizada y sin pérdida alguna. Este empinado arranque puede suponer que aparezca el temor a no poder completarla, pero pasados los inicios se normaliza el trayecto, en la medida que es posible porque no deja de ir complementándose una subida tras otra. La espesa flora llena de robles y castaños y también helechos, hace que la casi totalidad del trayecto la hagamos por zona sombría, algo que debe agradecerse cuando el sofoco hace mella en la subida, aunque también es verdad y debe decirse que el trayecto se hace perfectamente y pude apreciar como los niños que acompañaban a sus familias no tenían dificultades para adentrarse en este precioso paraje.
Mirando a la derecha podemos advertir ya cómo caen de las sierras esos surcos llenos de agua, y faltando unos 250 metros para completar el trayecto nos introducimos en una pista forestal, con cierta caída en el terreno que nos hace relajar las piernas aunque en un último trayecto lo sea con un suelo empedrado.

La incógnita de lo que vayamos a encontrar se despeja definitivamente para hacer ver que ha merecido la pena llegar hasta aquí, algo que no puede pasar desapercibido para los extremeños y también, claro está, para esos visitantes que se acogen con cariño por estos pueblos llenos de gente amable y agradecida.
Tras una ligera bajada nos encontramos con un puente de madera que salva las aguas y aquí es donde, precisamente, tenemos la primera panorámica de los pilones. Una bella estampa que se conforma en un tramo concreto donde las aguas transcurren por un voluminoso bloque de granito, con curiosas incrustaciones en las pulidas rocas cuya erosión ha ido produciéndose durante siglos. En total suman trece pilones naturales que conforman una escultural perspectiva de formas lobuladas caprichosas que no son otra cosa sino fosas naturales, las denominadas marmitas, creadas por la acción erosiva y que hacen ver unos remolinos como movimientos circulares que son los que van erosionando las rocas.
Avanzando por la empinada cuesta que aparece delimitada para su paso por el lateral de la gran roca vamos viendo los pilones y llegas a una zona de piedras acumuladas que permiten al visitante acercarse más a las aguas y, claro está, refrescarse si así se desea, cosa que será más que comprensible en período veraniego y que ahora no es el caso. No obstante, no faltan esas personas atrevidas que incluso se dan ahora el chapuzón en las frías aguas. Una fuente permite llenar los depósitos y botellas de agua para saborear lo que es cristalino y natural.
Tras este tránsito y pasar unos deliciosos momentos de relax, iniciamos el regreso en un primer tramo por el mismo sendero de llegada, para luego proseguir por otro llano y de bajada, que es la ruta recomendada para evitar los cruces de personas en unos momentos donde los contactos deben evitarse. En esta vuelta nos encontramos con el Mirador del Chorrero de la Virgen, un espacio preparado para divisar en su extensión la sierra y los torrentes de agua que van cayendo hacia la Garganta de los Infiernos por la laderas septentrionales de la Sierra de Tormantos, en el paraje conocido por Riscoencinoso, del arroyo del mismo nombre. También pueden avistarse rapaces como el águila real, el buitre leonado o los halcones. Pararse aquí para deleitar esta belleza es algo más que una mera búsqueda de distracción.
En la zona se puede observar un curioso fenómeno conocido como inversión térmica, que consiste en la ocupación del piso que correspondería al roble melojo por la encina, que aprovecha las condiciones climáticas y edáficas más desfavorables al roble como son una mayor escasez de agua y una elevada temperatura estival. Esta circunstancia es la que da el nombre de Riscoencinoso al lugar.
A partir de este punto, tendremos una suave bajada repleta de arboleda por ambos lados que te transportará a un mundo natural de tremenda belleza hasta alcanzar nuevamente el Centro de salida. Una vez más ha merecido la pena conocer las entrañas de Extremadura. Misión cumplida.