Mis paseos por Badajoz me llevan infinidad de veces a los lugares en que transitaba de niño, con los recuerdos fervientes de una infancia cargada de felicidad. El camino que lleva a la Plaza de la Soledad me lleva al paso por las calles Menacho y Francisco Pizarro, en el que puede advertirse una importante modificación con respecto a como era de antaño. Ahora no existen bordillos, en una plataforma única de granito negro que muestra las aceras a ras de la calzada y donde el tráfico se encuentra restringido; sin duda, el paseo sin desniveles se convierte en más plácido, en una zona comercial a la que Badajoz rinde pleitesía para convertir a la ciudad en un lugar transitable y con el bullicio necesario para que muestre su viveza.
Llegas así a uno de mis sitios favoritos, la Pastelería La Cubana, un lugar donde se regocija el goloso desde 1890 y en el que puede advertirse que el tiempo ha pasado lo justo para ver algunas caras nuevas en su interior pero que mantiene el recuerdo y la esencia de sus productos. Esos bollitos de leche (se despachan diariamente más de 1.500, horneados en el obrador de toda la vida en el que utilizan amasadoras y batidoras que tienen 80 años), los moritos, las sultanas, sus tartas de yema, o cualquier otro producto de los que mantienen vivo el prestigio merecidamente conseguido, hacen que cualquiera que lo pruebe no lo pueda olvidar. Qué se haría en esas tardes de invierno, cuando el recogimiento aparece como conveniente, sin esos manjares acompañados del pertinente chocolate, café o refresco. O, en verano, pues en definitiva de lo que se trata es de saborear estas deliciosos productos. A decir verdad, siempre hay un motivo o una excusa para acercarse a este emblemático lugar y adquirir el producto que mejor se acomode al instante (esos polvorones o figuritas de mazapán en Navidad, el roscón de reyes, los huesos de santo y buñuelos el día de Todos los Santos, las torrijas de Semana Santa…).
Sus fundadores fueron Sebastián Nicolás y su sra. María Vila, llegados a Badajoz en el siglo XIX y poniendo ese nombre al establecimiento por la pasión que tenían por el archipiélago cubano. Pero poco después falleció dejando el negocio a su hijo que posteriormente no corrió mejor suerte ya que también murió en un accidente. La madre y viuda ya no podía atender el comercio y es cuando se lo ofrece a un maestro obrador que entró como aprendiz en la casa con 13 años y que ya conocía todos sus secretos, Juan Martínez Gómez. Es desde entonces cuando esta familia, y actualmente los cuatro hijos de Juan, recogen el testigo manteniendo hasta hoy la misma filosofía con la que abrió sus puertas, mantener las recetas originales de sus fundadores, con la mejor materia prima, y todo fabricado de manera totalmente artesanal.
Una vez endulzados nos adentramos con un bello paraje, el que muestra la Plaza de La Soledad, que comenzó a existir cuando se derriba en 1856, por su estado de ruina, el antiguo Palacio de los Fonseca, después llamado de los Marqueses de la Lapilla al concederle el Rey en 1643 dicho título a don Pedro Rodríguez de Fonseca. En este palacio se alojó Felipe II en 1580, cuando dirigía la guerra con Portugal desde Badajoz, junto con don Juan de Austria. En 1798 sufriría la desamortización de Godoy para conseguir dinero para la guerra con Inglaterra.
Al derribarse este edificio quedaría una plaza casi cuadrada, la segunda más grande Badajoz, después de la de San Francisco (o Delicias de Anleo), pudiéndose ver desde la plaza el convento de Santa Ana y la Iglesia de San Agustín. No sería hasta finales del siglo XIX cuando se comenzara a edificar la manzana del antiguo palacio, construcciones de las que sólo perdura el que fue el Banco de España, actualmente Conservatorio Superior de Música. Su nombre se debe a la ermita de la Patrona de la ciudad que la preside, aún en distintas ubicaciones, desde mediados del siglo XVII. Anteriormente se llamó Plaza de La Gobernación o Capitanía, por encontrarse en ella estas instituciones. En la plaza estaba situado el antiguo convento de los Remedios del siglo XVII, entre la calle Mesores, hoy San Pedro de Alcántara y la Plaza de San Agustín. La congregación de Trinitarias tuvo que abandonarlo con la revolución de 1868, siendo trasladada a la ermita de la Paz y antiguo Hospital de la Concepción en 1876, tras haber sido acogidas en el convento de Santa Ana.
Aun cuando es de reducidas dimensiones, la forma alargada de la Plaza de la Soledad le da un aire característico reuniendo en su recorrido edificios simbólicos de la ciudad. Fue igualmente peatonalizada en el año 2010, confiriéndole una plataforma única en la que destacan unos peculiares maceteros en forma de onda, y una fuente decorativa que surge de chorros que salen del suelo, para a continuación abrirse la plaza y albergar una estatua de alguien muy querido en la ciudad, que durante muchos años deleitaba al pueblo de Badajoz en las Semanas Santas, cuando al movimiento característico del paso de La Virgen de La Soledad se regocijaban los costaleros con esa majestuosa voz del “cantaor” flamenco Rafael Salazar, conocido en el mundo artístico como “Porrina de Badajoz”. El monumento aparece a la misma altura de los viandantes, mirando, como no, a la Iglesia que acoge a su queridísima Virgen. Las farolas de la plaza son las mismas de antaño, clásicas, de estilo fernandino (en alusión a Fernando VII), como las que se pueden encontrar en otras plazas de Badajoz. El farol es acristalado, con forma cilíndrica y la parte superior tiene forma de cúpula con corona dorada (no todas las de la ciudad tienen este remate majestuoso). Y justo detrás del monumento aludido se sitúa un recinto que delimita la zona de recreo para niños, con un tren de 50 centímetros de altura realizado con madera natural. Estancia que cuenta hoy con la taberna La Casona Baja, un lugar del que se dice (y así puede advertirse) que se encuentra público de las tres generaciones, para saborear sus extraordinarias tapas.
Pues bien, este espacio acoge, como antes decía, edificios con un historial a resaltar. Por lo pronto, se encuentra la Ermita que da nombre a la Plaza, la Ermita de La Soledad, de estilo racionalista, que acoge a la Patrona de Badajoz. Iniciada su construcción en 1931 según proyecto del arquitecto Martín Corral de Aguirre, para sustituir a la antigua, que se situaba justo enfrente, exactamente en el lugar donde hoy se alza el edificio de La Giralda, y que fue derruida debido a su estado ruinoso, tras la Guerra de la Independencia aun cuando fuera restaurada en el primer tercio del siglo XX. Esta antigua edificación fue erigida a expensas del Duque de San Germán en el último tercio del siglo XVII (1664), y su portada originaria se conserva en el Parque Infantil, en la trayecto entre el Baluarte de San Vicente y el Baluarte de San José. La Ermita actual, inaugurada el 7 de julio de 1935 (si bien su obra no se dio completamente por finalizada hasta varias décadas después -1986-, continuada por Pedro Benito Watteler y Manuel Casado), aunque tiene dimensiones muy reducidas, dispone de ostentosa y rica profusión de elementos decorados, gozando de una fervorosa devoción de todos los vecinos de la ciudad. La nueva ermita ocupa el solar de las que fuera una de las casas de doña Joaquina Gómez Acosta, que al morir las donó para edificar el nuevo Templo de la Patrona de Badajoz.
Un antes y un después de la imagen de La Patrona de Badajoz, la Virgen de la Soledad.
En el interior de la ermita se conservan dos tallas policromadas de los siglos XVI y XVII: El Cristo de la Paciencia –amarrado a la columna- y el Ecce-Homo. Hay igualmente otra talla, el Santísimo Cristo de la Misericordia, un crucificado del siglo XVII. La iglesia está presidida por la imagen de la Virgen de la Soledad, titular de la iglesia y de la Hermandad que reside en ella, y Patrona de la Ciudad de Badajoz, en talla que el duque de San Germán había encargado en 1660 a un escultor de Nápoles.
En la planta superior a la de entrada puede advertirse una gran sorpresa artística. Allí se encuentra la Capilla Mayor, de gran belleza, decorada en estilo neo bizantino y réplica del salón del trono de Luis, el Loco, de Baviera, que se lleva toda la atención religiosa del lugar. Es una planta basical sobre dos filas de columnas en la que se desarrolla paralelamente una larga procesión de capiteles neo bizantinos cerrada por arcos de medio punto. La tribuna, reservada a los hermanos, en el piso superior amplia concepción del espacio. La bóveda se abre y dilata hacia el espacio celeste. La techumbre bien trazada y exornada. Al fondo, dominándolo todo, el ábside es cubierto con gran riqueza. convirtiéndose en trono y dominio del Pantócrato que desde allí preside en ademán de bendecir. En ella destaca su profunda decoración policromada. El espacio celeste no permite una delimitación o acotación de los fondos y por eso el oro los recubre sin interrupción. Los espacios murales vienen a representar los Santos Pedro y Pablo y los cuatro evangelistas, así como el cielo, la tierra y en suma, el cosmos. Apenas tiene cabida la hornacina para la imagen venerada de la Soledad, que se transporta por un elevador. En el espacioso presbiterio se sitúa un altar de piedra, que fue bendecido el 3 de octubre de 1986, con lo que se ponía fin a las obras, que duraron más de medio siglo y que gracias a la contribución de las Señoras Justa y Leonor Ollores Navarrete, hoy podemos admirar.
La Giralda o Giraldilla es el majestuoso edificio que igualmente se sitúa en las inmediaciones de la Ermita, justo donde antes se situaba el viejo templo. Este bello edificio se construyó durante los años 1923-1930, según proyecto de Adel Pinna, maestro de obra sin título de arquitecto, que fue artífice igualmente de otros edificios emblemáticos de la ciudad. Es de estilo claramente historicista regionalista, andaluz, y con elementos neomudéjares, además de contar con una rejería reseñable. Se mezcla con tejas de cerámica, floreros, azulejería y forja. El cuerpo anejo por la calle Francisco Pizarro fue ejecutado algo después por el arquitecto Rodolfo Martínez. La torre sorprende por Clsu arquitectura es una reproducción reducida de la famosa Giralda de Sevilla, que se utilizó en su momento como reclamo publicitario del establecimiento comercial que se situaba en la misma, “Almacenes La Giralda”, propiedad de don Manuel Cancho Moreno. La cúspide, sin embargo, está rematada por una escultura de Mercurio, dios romano del comercio. El edificio consta de 2.400 metros cuadrados, de los que 1.500 corresponden al local comercial que tuvo en su momento y el resto a viviendas.
Es de resaltar, además de la arquitectura, la colección de cuadros del artista Antonio Juez, hechos ex profeso para decorar sus muros y que hoy forman parte de los fondos del Museo Provincial de Bellas Artes. Por otra parte, hay que resaltar que colaboraron con los arquitectos Ángel Zoido como marmolista, Cerezo como escayolista, Carrallo en la rejería y López Salvador en la construcción.
Tras ese esplendoroso momento inicial que conocimos, en la que los hijos de Manuel Cancho (Francisco, José, Manuel y Julián Cancho García), gestionaron el negocio, se cerró en el año 1978, y después de permanecer sin uso algunos años pasó a ser propiedad de Telefónica, que lo restauró e instaló en él sus oficinas, que a su vez fueron clausuradas en 1998. Hoy día se mantiene cerrado en espera de nuevo destino. Un maravilloso edificio que solamente permite divisarlo superficialmente, aun cuando en momentos puntuales se abre para regocijo de quien puede advertir su bella planta.
Justo al lado de esta maravilla, en la calle Duque de San Germán, se sitúa el Museo Provincial de Bellas Artes de Badajoz, que fue inaugurado en enero de 1920, ocupando varios palacetes de principios del siglo XX. Se trata de un edificio de estilo ecléctico al mezclar elementos decimonónicos con elementos historicistas, e incluyendo elementos modernistas en su interior y en el añadido que ha experimentado recientemente. Las 58 obras iniciales han ido incrementándose hasta alcanzar en la actualidad más de 1.200 piezas de pintura y escultura, que representan a más de 300 artistas. Aunque los fondos pertenecen en su mayoría a los siglos XIX y XX, sin embargo, la colección antigua es bastante representativa.
Pero volviendo a la Plaza, y justo a continuación de la Ermita de la Soledad se advierte otro edificio singular: las Tres Campanas. Fue construido en 1899 por encargo de la familia Ramallo para destinarlo a uso comercial. En 1912 sufrió un incendio, para ser rehabilitado con su aspecto actual en 1917 por Adel Pinna y Curro Franco. Es un ejemplo de arquitectura modernista o Art Nouveau, que acogió la más antigua y emblemática de las jugueterías de Badajoz, que tomaba el mismo nombre que el inmueble.
En su fachada, de estilo modernista, puede advertirse una abundante decoración, con cuatro plantas. Las dos primeras muestran dos cuerpos laterales avanzados sobre la fachada con miradores. El cuerpo central es más ancho y presenta un balcón en la primera planta. La tercera planta mantiene el diseño de las anteriores pero sustituyendo los miradores por unos pequeños balcones. Culmina con un original reloj (fabricado por la empresa Pérez en 1917, al que hay dar cuerda a diario, y que posee un ingenioso sistema de transmisión mecánica de la hora a otro reloj situado a gran distancia y en el centro geométrico del edificio) cubierto con un parasol y tres campanas, y dos cupulines en los extremos, de cierto gusto afrancesado.
Y en el interior destaca, especialmente, la madera como elemento fundamental. Las mamparas de los despachos, estanterías, encimeras y mostradores de la zona de ventas están decorados con marquetería en madera noble policromada de inspiración naturalista, que fueron realizadas por la firma Francisco Ramallo Figueredo – Ramón Salas, de Badajoz.
En cuanto a dotaciones tecnológicas: dispuso de la primera instalación de ascensores en Badajoz. Se trata de ascensor y montacargas de 5 paradas y 16 m. de recorrido, marca C. Bloch, empresa que estuvo ubicada en el País Vasco y que fabricaba con licencia de la Societé Anonyme Arsag, Seebeach – Zurich.
Los camerines de ambos ascensores son de madera, con cristaleras y asientos que discurren por guías también de madera, y que no se han cambiado desde su puesta en marcha. El hueco está protegido por una celosía de madera, con puertas de corredera para acceder a los camerines. Cada uno de los motores está equipado por un tambor, contrapeso de doble arrollamiento con poleas de desvío y dos cables de tracción de 16 mm, los cuales nunca se han cambiado, debido a su esmerada fabricación y perfecto estado de conservación.
Cuantos recuerdos vienen a mí de estas dependencias, viéndolas llenas de juguetes, con bicicletas y triciclos colgando de ese núcleo y bello centro del establecimiento; y con esas figuras de barro para el nacimiento, en mi afán de recorrer las instalaciones sin perder detalle, con las atentas miradas de los dependientes y con el sonido de los pasos por el suelo de madera. Momentos de magia para un niño que no olvida esos instantes.
En la parte más ancha de la plaza se encuentra la Casa Álvarez, un inmueble que comenzó a construirse en 1914 como vivienda plurifamiliar tras el derribo de tres edificaciones populares existentes en la plazuela -que ya despuntaba como zona comercial- y fue finalizado en 1915. El proyecto se atribuye igualmente a Adel Pinna. La Casa Álvarez consta de cuatro plantas y está dividida en tres cuerpos, siendo el central más ancho. La distribución de huecos de ventanas y puertas sigue todavía modelos tradicionales pero la forma que éstos adoptan es claramente modernista e innovadora, predominando el uso de la curva. En los cuerpos laterales destacan dos miradores dobles decorados con motivos cinegéticos -señalando probablemente el gusto del propietario por la caza- que quedan coronados por dos balcones en la última planta.
En los bajos de la Casa se sitúa un establecimiento comercial de los que se mantienen en el recuerdo en la ciudad. García-Hierro es una tienda de deporte en general y de caza y pesca en particular; en sus escaparates nos recreábamos los jóvenes viendo las últimas prendas deportivas, de esas que hoy tienen todos los niños y jóvenes y que entonces nos conformábamos con admirar a través de un cristal pues las circunstancias no eran para florituras. Muchas han sido las horas en las que se admiraba ese ansiado balón de reglamento, las preciosas botas de fútbol o los equipos de los grandes equipos.
En este entorno nos encontramos además con otro elemento característico, el edificio de estilo historicista que desde el año 2006 alberga al Conservatorio Superior de Música. Se trata de una edificación que estuvo ocupada en tiempos por el Palacio de los Marqueses de la Lapilla, hasta que en 1788 fue vendido por lotes en la desamortización de Godoy. Años después, en 1919, los arquitectos José de Artiz y José Yamoz Larrosa, diseñaron para el Banco de España la nueva sede de Badajoz que en 1983 se convertiría en la Consejería de Agricultura. Finalmente, la Junta de Extremadura cedió estas instalaciones y licitó las obras de transformación por lo que hoy podemos hablar del innovador centro de enseñanza musical y artística.
Se trata de un edificio de planta rectangular de 19 x 29 m. con una medianera lateral y tres fachadas, dos de ellas exteriores a la Plaza de la Soledad (la principal) y a la Calle José Lanot y una última a un patio posterior con acceso desde esta misma calle. El edifico principal consta de un semisótano y tres plantas sobre rasante (baja más dos altas). Su organización interior, se estructura de forma clara y sencilla a partir de los muros de carga, paralelos a las fachadas, dejando dos patios de luz interiores que alcanzan el techo de la planta baja.
El Edificio de las Tres Campanas y la Casa Álvarez no son los únicos ejemplos de modernismo, ya que en el número 13 encontramos otro fantástico ejemplo.
La Plaza de La Soledad cuenta además con otros edificios de interés. Puede decirse que es un lugar único donde se dan cita casi todos los estilos arquitectónicos monumentales de los siglos XIX y XX presentes en la ciudad. Así encontramos el edificio de estilo racionalista monumentalista que albergó los «Almacenes El Barato», que aporta una presencia señorial a la esquina de la plaza.
Enfrente, el edificio del que fuera Hotel Madrid, después acogiera a la entidad bancaria Banesto, y hoy es residencia de estudiantes. Y la que albergara también a la Delegación de Hacienda, que después de ser derribada y reconstruida dos veces pasó a la Fundación ONCE, y recientemente las dependencias de servicios administrativos del Ayuntamiento de Badajoz.
Por último, la plaza acoge edificios de estilo historicista (número 15, o Francisco Pizarro 5), y diversos edificios de estilo Tradicional Decimonónico completando el conjunto urbano de la misma.
Cuantos recuerdos vienen a mí en esta bella Plaza de la Soledad en la que tuve ocasión de disfrutar durante mi infancia. La proximidad de la conocida popularmente como calle La Sal (Arias Montano), me trae el recuerdo de ese establecimiento situado en la esquina con la antigua calle Mesones, donde estuvo la legendaria ferretería El Candado. Acudir a este establecimiento era encontrar lo que uno pudiera estar buscando pues en ese entramado de cajas tras un mostrador voluminoso de madera era el lugar donde todo lo había.
Y subiendo la calle se encontraba el Colegio que me formó en la primera etapa de mi vida. El Colegio Merino era el centro educativo en el que mucho de nosotros recibimos una enseñanza que nunca olvidaremos. Desde doña Pepita, pasando por don Francisco, don Luis, y don José Merino, junto con otros dignísimos profesores que componían el cuadro educativo, puedo decir que estábamos ante un centro de enseñanza familiar que no hemos olvidado los que tuvimos la oportunidad de estar en él. Unas primeras amistades surgieron en este entorno, disfrutando en los momentos de entradas y salidas en la plaza de la Soledad, convertida por momentos en un recinto para practicar nuestro partidillo de fútbol con una improvisada pelota realizada con cualquier material que estuviera a nuestro alcance. Y si teníamos oportunidad de contar con las fracciones de pesetas que pudieran caer en nuestras manos, no podía faltar acercarse a la esquina del entonces Banco de España para que en ese puesto de golosinas que siempre estaba, permitiera deleitar esas dulzainas características (¡qué ricura de chicle Bazoka!). Una Plaza que tenía un quiosco de prensa donde no faltaba que cada jueves me acercara para adquirir el número de El Jabato y El Capitán Trueno, y en el que existían (hoy no) dos urinarios públicos situados por debajo del nivel de la plaza, accediéndose por las escaleras existentes.
Dos calles en perpendicular cierran la plaza. La calle José Lanot, que nos lleva a la Plaza de San Agustín, y la calle San Pedro de Alcántara, de empinada cuesta que llega hasta la Plaza de San José, situada en la ladera de la Alcazaba. Ambas merecen su tratamiento en otro de los paseos que hagamos.
Me apunto al siguiente paseo.
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Pues encantado. Muchas gracias Camino.
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Hola, no sabes la alegría que me ha dado el leer tu artículo sobre la plaza de la Soledad y el Colegio de los Merinos en el que también estudié un solo curso (año 1956?). Cracias por recordarme esos años…todo ha surgido porque al ver en una foto una escultura en la plaza (y haciendo 68 años que abandoné Badajoz) le he comentado a mi mujer que casi seguro que la estatua era del Porrinas de Badajoz, que cantaba las saetas a la Virgen de la Soledad, en semana Santa…y efectivamente así lo he confirmado ¡Era el Porrinas!.En cuanto al Colegio, recuerdo a Don Francisco con sus botas camperas y a un gitano que le limpiaba las botas puestas, en la misma clase…por mirar a la limpieza de las botas y no hacer los deberes, me llevé un castigo de la palmeta de Don Francisco en las yemas de los dedos!
Un saludo
José Luis Rodríguez
NOTA: Fui amigo de Jacinto Ramallo y de Paco Cancho y de Lamana (hijo del director del banco de España en aquella época) y que acabó muriendo muy joven de Leucemia, con los que compartí Colegio en los Maristas, Colegio al que me mudé a continuación del año en los Merinos.
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Cuanto me agrada hacerte revivir esos momentos. Te agradezco el comentario y el recuerdo a esas personas tan conocidas en Badajoz. Esos profesores de antaño también han dejado huella en nuestras mentes. Recibe un cordial saludo.
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