En mis paseos por la ciudad de Badajoz me acerco al corazón de la misma, la Plaza de España o Plaza de San Juan como generalmente resulta conocida por los ciudadanos; ese lugar que centraliza la urbe y que sirve de punto de unión entre el casco antiguo y el progresivo crecimiento y expansión extramuros. Por ello mismo, esta plaza es la principal de la población y sirve de confluencia de calles, encrucijada de paso obligado para ir de un lugar a otro y punto de concentración en momentos especiales (navidad, campanadas de fin de año, carnavales).
Me acerco a ella por uno de los muchos accesos en que puede hacerse, para mí el principal, desde el Paseo de San Francisco, atravesando la Plaza de Minayo y llegando a la calle del Obispo San Juan de Ribera. Una calle empinada, que denota que subimos a lo alto de la ciudad, y que aun manteniendo el tránsito de vehículos, luce hoy repleta de árboles y sin bordillos. Una calle que acoge historia y edificios emblemáticos. San Juan de Ribera recibe el nombre en memoria del que fuera obispo de Badajoz entre los años 1562 y 1568.
Aquí han conocido los ciudadanos la ubicación del Casino de Badajoz, que como sociedad privada se instaló en el antiguo convento de Santa Catalina desde poco después de 1839 hasta que en 1949 fuera objeto de reforma y se elevaran las plantas, derribando la vieja fachada y reedificándola tal y como la conocemos hoy día. Desde 1991 pasó a ser patrimonio de la Diputación Provincial, acogiendo a dependencias de la misma y permitiendo el uso en una parte como Sala de Exposiciones. En su interior encontramos un lugar de belleza singular, destacando el antiguo salón de baile con pinturas al fresco de Adelardo Covarsí. Hoy sirve de salón para acoger los plenos de la Diputación Provincial.
Más arriba otro edificio con peculiar historia, igualmente parte integrante del antiguo convento. En 1845 se estableció el Instituto de Segunda Enseñanza “Bárbara de Braganza” y es en este momento donde me sitúo en mis vivencias, por aquello de que el mundo estudiantil nos encontrábamos divididos, los varones en el Instituto “Zurbarán” y las hembras en este bello e histórico edificio, cuya fachada actual es resultado de la remodelación llevada a cabo en 1901. Una fachada de estilo clasicista con vanos adintelados y adornos formalistas, ménsulas, frontones y paramento avitolado. Interiormente se organiza alrededor de un patio que conserva las trazas del convento que fue. Tras dejar su funcionalidad como instituto, se redistribuyó su interior con dependencias de la Diputación Provincial y el Consejo Consultivo de Extremadura. Al extinguirse este último recientemente, el edificio muestra la necesidad de hacerse funcionalmente visible desde el exterior.
Del otro lado de la calle podemos advertir construcciones igualmente significativas como el edificio Alfa, conocido así por albergar durante más de tres décadas una tienda de la conocida marca de máquinas de coser. Se trata de una obra ya del modernismo tardío, aunque totalmente remozado en fechas recientes, de cuatro plantas de altura. Y a su lado otro edificio igualmente vistoso, cuya composición de la fachada obedece a un estilo formal ecléctico e historicista. La fachada está profusamente decorada, enmarcando todos los balcones y ventanas en pilastras con motivos vegetales en relieve, dando un aire noble y señorial a la misma. La puerta de entrada está enmarcada en pilastras y un frontón triangular decorado con cerámica vidriada en dos colores, con motivos clasicistas. Sobre la entrada se abren dos ventanas ovaladas, con carpintería de madera y vidrios translúcidos, decorados con molduras de yeso en forma de cordón. Los balcones de la segunda planta están rematados por arcos de medio punto con alfiz y cerámica vidriada en las enjutas. Los huecos en la planta baja, adintelados, se enmarcan con pilastras estriadas que terminan en ménsulas decorada. Y el establecimiento comercial de Joyería Castellanos, con más de 35 años de existencia en la calle y que goza de un prestigio bien ganado con el trabajo de la familia propietaria.
Llegando a la conexión de la calle con la Plaza de España nos encontramos con el edificio que da cobijo al Palacio Episcopal. Se sitúa en la concebida como Casa Cordón, nombre recibido de un bello cordón franciscano tallado sobre la roca de granito que forma su entrada principal.
Un edificio del siglo XVI, como se aprecia mediante el uso de ventas geminadas y el referido cordón, si bien no fue levantado hasta el siglo XVII por los Condes de la Torre del Fresno. y que ha tenido a lo largo del tiempo diversas acogidas. En su tiempo fue Palacio de la Gobernación (fue sede del Gobernador de Badajoz); mansión de la familia Andrade, a la que corresponde el escudo de la fachada, y del Conde de Torre del Fresno; más recientemente radicó allí la pastelería Perla, la imprenta La Milagrosa, ultramarinos El Águila, un banco y otros negocios varios. Fue en 1999 cuando se rehabilitó por el arquitecto Eduardo Escudero para convertirla en Palacio Arzobispal de la Diócesis Mérida-Badajoz.
En el interior presenta un pequeño claustro central con columnas visigóticas reutilizadas en la época de su construcción, quizá el siglo XV o XVI. En la fachada luce también el escudo del Arzobispo Monseñor Antonio Montero, restaurador de la Archidiócesis.
Desde esta posición, la perspectiva de la Plaza de España es majestuosa, sobresaliendo en su frente la Catedral y, al fondo, el Ayuntamiento de Badajoz. El tránsito de vehículos aparece reducido y la explanada se presenta sin bordillos con unos ramales de naranjos que dan colorido al recorrido y con unas luminarias singulares que embellecen el entorno. Nada mejor que tomarse un tiempo en divisar todo lo que aparece en este espacio.
Me centro en la Catedral de San Juan Bautista, cuya construcción fue iniciada a mediados del siglo XIII, sobre un supuesto templo visigodo o mozárabe. Aunque se fija su terminación en el siglo XV, realmente no concluyó hasta el siglo XVII, tras diversas reformas producidas en el siglo XVI y en el mismo XVII.
Exteriormente denota una suma de elementos artísticos distintos en los que se reconocen los estilos gótico, renacimiento y barroco. Lo primero que llama la atención es la sencillez, severidad y el aspecto de fortaleza que tiene, quizá por aquello de que cuando se construyó Badajoz era una ciudad eminentemente fronteriza que exigía tener una obra sólida y firme ante cualquier eventualidad; en ella destaca su imponente torre cuadrangular de 37,50 metros de altura y con hermosas ventanas: en el primer cuerpo presenta en lienzo occidental una ventana de medio punto abocinada de características estilísticas románicas y, por tanto, arcaicas con respecto al momento de su construcción. En el segundo cuerpo tiene dos ventanas, de las cuales la del lado occidental es de decoración plateresca, con un friso rematado con la inscripción AVE MARÍA, y fechado en los capitales de las jambas en 1532. Las fachadas norte y oeste del tercer cuerpo presentan dos ventanas adinteladas, decoradas con un cordón formando un arco conopial y decoración de perlas, y en 1715 se colocan en estas ventanas dos esferas de reloj realizadas por Miguel Taramas. El cuarto cuerpo de la torre es el de campanas formado por dobles arcos de medio punto más uno de campanil en cada frente. La torre se levanta, como otras partes del edificio, sobre un zócalo en forma de talud o muro inclinado, lo cual aumenta el aspecto de fortaleza, y se corona con pináculos y almenas con cazoletas de barro vidriado.
Las tres portadas que tiene se caracterizan por la sencillez y severidad de todo el conjunto catedralicio. De ellas destaca la occidental, construida en el siglo XVII y finalizada en estilo clasicista, con dos cuerpos: el bajo presenta un vano de acceso adintelado enmarcado por pares de columnas jónicas levantadas sobre pódiums que soportan un arquitrabe quebrado, el alto presenta una hornacina central y dos cartelas rematadas todas por frontones triangulares. En la hornacina se encuentra, desde 1692, una escultura de San Juan Bautista en piedra de caracteres barrocos.
La portada del Cordero, en la fachada norte de la Catedral, es de traza muy sencilla, y que sin embargo era la más utilizada en su momento por estar orientada hacia la zona más poblada. Es de mármol blanco, con estructura adintelada con frontón que presenta un cordero con la cruz, símbolo del templo.
La portada de San Blas, en la fachada sur, de aspecto renacentista, fue levantada en 1546. Está compuesta por un solo cuerpo, con arco de medio punto enmarcado por pilastras sobre pódiums y rematado por un frontón triangular con dos pináculos que culminan la línea de pilastras. En 1553 se labra una hornacina que rompe el arquitrabe para recibir la imagen de San Blas, en mármol blanco portugués.
El interior es de planta de cruz latina, con tres naves y crucero, abriéndose el claustro en su lado meridional. Mención especial hay que realizar al retablo mayor barroco, en madera dorada, realizada por Ginés López en 1717, y las distintas capillas, entre ellas la de Santa Bárbara, con el retablo gótico de las “Tribulaciones” y la del Sagrario con retablo del siglo XVII.
El coro, situado en la nave central, alberga una artística sillería realizada por Jerónimo de Valencia. La sacristía cuenta con una estimable colección de tapices del siglo XVI y el museo catedralicio tiene importantes obras de arte, como tablas de pintura, marfiles y piezas de orfebrería. Importante es el conjunto de pinturas que dispone de Luis de Morales.
El edificio que acoge el Ayuntamiento fue erigido en 1799, y puede advertirse que sigue el molde típico de palacio municipal que predominaba en la época, ofreciendo como especial elemento compositivo una fachada clasicista de sencilla y severa traza, aunque no exenta de noble elegancia, caracterizada por la balconada con columnas que, enfatizando la obra, se sitúa sobre la arquería almohadillada del piso inferior.
Destacar los recercos de los vanos y la balaustrada de remate. En el friso que corre sobre las columnas, a ambos lados del reloj, se sitúan cuatro escudos históricos con las armas de la ciudad, dos de ellos consistentes en curiosos cuernos de la abundancia. Se advierte en la parte superior un precioso campanil metálico del reloj, que fue instalado en 1888.
En el interior destacan el vestíbulo de entrada, la escalinata de acceso a la planta principal, el Salón de Plenos, bellamente decorado con pinturas murales alegóricas de inspiración historicista según el gusto decimonónico, y el Salón de los Conquistadores, con escenas del descubrimiento de América realizadas a mediados del siglo XX por el destacado artista local José María Collado.
Al frente del edificio en plena explanada, se erige el monumento a Luis de Morales, el más universal de los artistas de Badajoz, sentado y con gesto altivo, sosteniendo en su mano la paleta y los pinceles que hicieron de él el pintor más afamado de su tiempo, como prueba el apelativo “El Divino” que ya le otorgaron sus contemporáneos del siglo XVI.
La escultura, de bronce sobre sencillo pedestal, y ostentando en su frente el bajorrelieve de una de sus famosas “Piedades”, obra del escultor extremeño Gabino Amaya, fue erigida en 1925 por suscripción popular a iniciativa de la Asociación de la Prensa.
Aunque la Catedral y el Ayuntamiento llenan el principal espacio de la Plaza, queda un lateral occidental de edificios con amplia historia y que me hace meditar con los recuerdos que me brindan. Cafeterías de empaque tradicional (Colón, El Águila), tiendas de Ultramarinos Finos y Coloniales, de Pedro Alfaro; la Relojería y Joyería de Álvarez Buiza; la cervecería de Pepe Jerez, la librería, papelería e imprenta de la familia Barrena “La Minerva Extremeña”, y el famoso Quiosco que tanto negocio vio cumplirse con estrechones de manos. Hoy luce igualmente, tras un proceso de cambios en propietarios el maravilloso edificio que fuera residencia y establecimiento comercial de la Joyería de la familia Álvarez-Buiza, sede actual del Colegio de Arquitectos.
La Casa Alvarez Buiza, de los arquitectos Adel Pinna y Curro Franco es uno de los grandes exponentes de la ciudad que se construyó entre los años 1918 y 1921. El cuerpo central sobresale sobre el resto mediante una torreta cubierta por tejado árabe con jarrones y galería de arcos de medio punto. Se advierte en la primera y segunda planta dos preciosos miradores de hierro forjado y vidrios policromados con dibujos geométricos. En los laterales se presentan balcones con barandillas de hierro forjado, curvos en el centro. Son adintelados en la primera planta y con arcos de medio punto en la segunda. En la fachada alterna el ladrillo visto en pilastras verticales, roscas y dinteles; el enlucido blanco en entrepaños; y la cerámica en enjutas, bandas intermedias, cuerpos de remate y en la solería de los balcones.
En la planta baja destacan las puertas, zócalos, mostradores y vitrinas, todos de estilo modernista. En el techo aparece una pintura de Adelardo Covarsí que representa una alegoría del tiempo mezclando personajes mitológicos con relojes modernos. En el zaguán de entrada a la casa destacan los azulejos y maderas, las rejas de la puerta y la cancela, y en el techo el artesonado con ménsulas, azulejos y un florón central de madera.
En la otra punta de la plaza, mirando de frente a la Catedral y al Ayuntamiento, encontramos otro edificio con fachada original, si bien en la actualidad solo se conserva la parte superior, al quedar las dos inferiores completamente destruidas en una reforma. Fue proyectada por González Rojas en 1928. Presenta un estilo ecléctico sevillano, con pilastras arcos y ménsulas clasicistas, y rejería, ondulaciones en fachada, remate ondulante y flameros de cerámica, modernistas. Se considera un proyecto regresivo de estilo modernista-historicista-regionalista. El cuerpo central está adelantado, formando miradores de fábrica con pilastras clásicas y cristal, y se cubre con un tejaroz del mismo perfil en arco. Las tejas de los balcones tienen decoración modernista. En las esquinas hay pilastras fajadas y remate superior con molduras que siguen por los cuerpos laterales retranqueados.
En la esquina de la Plaza, en el recodo que se conforma entre la salida hacia las calles de San Blas y Ramón Albarrán, en la inmediación de la portada sur de la Catedral se encuentra otro edificio de presencia robusta. Se trata, en la actualidad del Archivo Municipal, un edificio historicista, de carácter monumentalista, que fue inaugurado en 1955 como sede del Banco Hispano Americano. Esta obra clasicista presenta fachada simétrica y formalista, con ventanas decoradas con ménsulas, y con pilastras jónicas. El zócalo y la puerta son de granito, el resto es piedra artificial caliza blanca.
La Plaza de España está rodeada por un conjunto de calles, cada una de ellas con su propio encanto (a las ya referidas calles de San Blas y Ramón Albarrán, y Obispo San Juan de Ribera, hay que añadir las de Zurbarán, Muñoz Torrero, Meléndez Valdés, Vicente Barrantes, San Juan, y López Prudencio), con posibilidades de disfrutar de esos pequeños establecimientos que conforman bares, tabernas típicas, mesones y restaurantes de tipo popular. Pasear por estos entornos supone llenarse de satisfacción al conocer las entrañas de una ciudad que se abre al visitante y que esconde múltiples lugares para satisfacer nuestra curiosidad.
Voy a proseguir en mi paseo por la calle de San Juan, camino natural para subir hacia la Plaza Alta y la Alcazaba de Badajoz. Esta estrecha calle me trae cantidad de recuerdos, en unos momentos donde quedaba siempre abarrotada de gente que paseaba arriba y abajo; lugar de encuentro con amigos y, como digo, paso para subir a la zona histórica y al antiguo mercado que se situaba en la Plaza Alta. Pero la calle tenía vida propia, concentrándose en ella establecimientos comerciales de todo tipo: La Paloma, con su pintoresco chiste diario en su escaparate de tejidos; los Ángeles; la pastelería Pascual Alba; la heladería Italiana y Catalá, farmacia el Goblo; armería de Justo García; perfumería Mendoza; las tiendas de moda Brummel y Demetrio Pérez; y de complementos Rívoli; electrodomésticos Ridruejo; el bazar Valparaíso; la zapatería El Barato; ultramarinos Galeano; Casa Espada. Son ejemplos de unos tiempos que quedan en el recuerdo, con pocos de ellos que se mantienen, pero que todos ellos vienen a depositar su poso en otros establecimientos que se asientan ahora en este espacio, cierto que un tanto devaluado por la desviación de la población a otros lugares sobre los que se ha expansionado la ciudad.
La calle consta de dos tramos: el que va hasta el cruce con las calles Arias Montano y Bravo Murillo, y el otro hasta la Esquina del Rastro, llamada así por ser el lugar donde se sacrificaban en su día los animales y se vendía la carne, y que forma una encrucijada de viejas calles artesanas y gremiales en las que confluyen las de San Juan, Soto Mancera, Concepción, Moreno Zancudo y Brocense. Se trata de un grato recorrido, con un cielo de rombos que sofocan los calores veraniegos, que como vía urbana tiene mucho pasado y que ahora se mueve en la necesidad de una atención que le devuelva el encanto que siempre tuvo, máxime cuando este «tubo» conduce a las entrañas de la zona alta de la ciudad, la enigmática Plaza Alta y la Alcazaba.
En este trayecto se realizó, en su momento, el Pasaje de San Juan, que hoy preside la Oficina de Turismo y que en su interior sufre las mismas consecuencias de esta zona, eso sí con un techo cubierto de pinturas, que llevan allí más de veinte años y conservan su esplendor.
Avanzando por la calle, y superviviendo en un entorno donde los establecimientos comerciales han ido cediendo espacio a los locales y bares de copas, se encuentra la sede de la Real Sociedad Económica Extremeña de Amigos del País de Badajoz, una sociedad bicentenaria que constituye la institución privada más antigua de la localidad, con el loable objetivo de desarrollar la cultura popular como motor principal del progreso del país. Esta sociedad se estableció en 1837, un año después de su fundación, en los locales de la calle Hernán Cortés, tras la desamortización del convento de Santa Catalina que permitió el establecimiento en este espacio de diversas instituciones públicas. Desde el año 2005 cuenta igualmente con la sede de la calle San Juan, en una casa del siglo XIX rehabilitada.
En el segundo tramo nos encontramos con la Iglesia de la Concepción, que fue capilla del antiguo convento franciscano de San Gabriel, erigido a finales del siglo XVIII. Es de estilo tardobarroco, articulada en torno a una nave oval que la ocupa casi por completo, cuya cúpula resulta visible desde toda la , ciudad, presidiéndola un gran baldaquino erigido en la cabecera en 1876, en el que se cobija una hermosa imagen de la Inmaculada del siglo XVIII. Tras su exclaustración en 1834 el convento fue incautado, aunque manteniendo en culto la iglesia, a la que en 1843 se acogió la parroquia de La Concepción, hasta entonces situada en una capilla próxima.
La fachada principal forma un enorme muro con pilastras en el que se abren dos grandes portadas de mármol coronadas por los escudos franciscanos y sendas hornacinas, hoy vacías, entre las que en 1807 se colocó el escudo de Godoy, destruido el año siguiente por las turbas al ser derrocado el personaje.
En el trayecto de la calle de San Juan podemos llegar a la Plaza de la Soledad bajando por las calles de la Soledad o Arias Montano, cada una de ellas con sus características propias y dignas de recorrer para conocer las entrañas de una ciudad que abre sus brazos a cuantos quieren visitarla. Mi paseo, en el día de hoy, me ha vuelto a llenar de satisfacción. Y cuando la belleza llena, te pide más para volverla a disfrutar.