Como se viene a decir, utilizando las palabras del título de la comedia de Tirso de Molina, tanto es lo de más como lo de menos, por aquello que en unos casos pasándose y en otros no llegando, al final no se consigue el efecto deseado. Lo traigo ahora a colación para referirme a las situaciones que pueden acaecer en el mundo laboral, del que fácilmente hemos llegado a comprender que el absentismo, concebido como la ausencia de una persona de su puesto de trabajo en horas que correspondan a un día laborable y dentro de la jornada de trabajo, por aquello de acaecer situaciones de incapacidad temporal, es uno de los problemas más acuciantes para la productividad empresarial.
Pero lo que resulta un tanto difícil de entender es que exista o pueda existir el concebido como presentismo laboral, entendido el término como el hecho de pasar más horas en el lugar de trabajo de las exigidas por la jornada laboral. Y que esta situación tenga como cruz de la moneda la reducción del absentismo laboral.
¿Por qué puede producirse esta situación? Los expertos lo vinculan, como causa principal, a la situación de crisis que se pueda vivir en la sociedad y, especialmente, al desempleo. El temor a perder el trabajo, la misma circunstancia de competir con tu compañero por si se produce regulaciones de efectivos, o que falte personal para sacar el trabajo adelante, lleva a que los empleados puedan esforzarse más y más, incluso sin importarles la salud, con el consiguiente abuso empresarial que puede pretender aprovecharse de la situación. No es regla generalizada pero cuando el río suena, agua lleva.
Ocurre, por lo demás, que viene detectándose que este aumento de jornada laboral no va necesariamente de la mano de una mayor productividad, porque el hecho de ir o estar no es sinónimo de producir. Se puede estar pero no laborear, y así la Fundación Adecco ha manifestado que el 46% de las empresas españolas asegura que, en la suya, existen trabajadores que acuden al trabajo pero no rinden adecuadamente. Nos encontramos ante un nuevo mal laboral que afecta a la profesionalidad y, como riesgo psicosocial, debería tenerse en cuenta en el plan de prevención de riesgos de la empresa.
Está claro, por lo pronto, que la idea de presentismo laboral va asociada a un modelo de producción obsoleto pues, como venimos diciendo, lo importante no es la presencia sino la efectividad del trabajo desarrollado.
Nos podemos encontrar, por tanto, con un absentismo presencial, simbiosis de los dos fenómenos extremos y que, puestos a analizarlo, se encuentran bastantes circunstancias que lo producen, que van desde la pérdida deliberada de tiempo si no existe un sistema de control de rendimiento, hasta la falta de compromiso con las obligaciones si no se tiene una motivación apropiada. Por medio quedan múltiples situaciones coyunturales, detectadas por los avezados estudios existentes al respecto: mal uso de internet (acceso a redes sociales, prensa online, etcétera), indebida utilización del correo electrónico para hacerlo con fines personales, desmedido uso personal del teléfono, la permanente charla con los compañeros, el aburrimiento, el mal humor e irritabilidad, la ralentización de las operaciones más cotidianas…
Esta irregular situación producida en el ámbito laboral me lleva a recordar a un buen amigo que no era muy madrugador y día a día arañaba un tiempo a la jornada laboral, hasta que un día fue objeto de reprimenda de sus superiores. Su respuesta dejó sonrojados a sus jefes, pues les vino a recordar los cafés y períodos de descansos que tomaban sus compañeros para desayunar, comer o fumar, así como para asistencia a médicos y para llevar a los niños al colegio, y que él no hacía cumpliendo meticulosamente con el trabajo encomendado que, como podía comprobarse, mantenía completamente al día.
Y es que, digan lo que digan, no es mejor trabajador el que está más horas en el centro de trabajo sino el que cumple los objetivos exigidos. A ser posible cumpliendo la jornada laboral exigida.